Javier Mañas abrió el Albergue de Allucant hace 20 años, cuando en el Jiloca pocos hablaban de turismo y nadie de ornitología. Su objetivo era poner en marcha en Gallocanta, su pueblo, un refugio para ornitólogos y amigos de las grullas. Y lo ha cumplido. Sigue siendo el propietario de la instalación, aunque hace doce años formó una sociedad con Elitzan Campaña y ahora lo gestionan entre ambos.
- ¿Qué ha supuesto recibir este premio?
- Una sorpresa, porque este premio estaba pensado para reconocer a gente de fuera que hacía cosas en favor de la laguna. Nosotros participamos en la creación del premio y también en el diseño de la escultura, que la hizo mi cuñado, Alberto Gómez Ascaso –que además fue quien se la entregó el pasado sábado–. No pensábamos que volvería así a nosotros.
- Pero contento…
- Sí, nos encantó porque es un reconocimiento a un trabajo que hacemos desde hace más de 20 años y que te lo reconozcan en casa siempre gusta más.
- ¿Cómo surgió Allucant?
- Yo soy de Gallocanta y tenía como modelo de desarrollo a Sargantana, la sociedad que supuso un repulsivo para Canfranc Estación a través de la llegada de mucha gente interesada por la naturaleza. Empecé a trabaje en el centro de interpretación de Bello y eso afianzó mi idea de que hacía falta algo distinto aquí, un refugio de amigos de las grullas y ornitólogos. Ese fue el objetivo y se ha conseguido.
- ¿Cómo fueron los inicios?
- Duros, pero satisfactorios, se trabajaba mucho porque no había otra oferta. Aunque el primer mes fue muy duro. Abrimos a final de año y en todo el mes de enero no vino ningún cliente y pensé que igual me había equivocado. Luego llegó febrero con las grullas y la cosa cambió. Fue duro porque no teníamos experiencia en la hostelería y no había muchos sitios en la zona. Antes se trabajaba más también durante la temporada baja, que ahora es bajísima. En tres o cuatro años tuvimos que hacer una ampliación y la siguiente llegó ya en 2010. Tenemos que estar continuamente reformando porque la gente que antes ocupaba las habitaciones grandes y con baños compartidos ahora viene en plan familiar y quiere otro tipo de alojamiento.
- El albergue fue el buque insignia del turismo en la zona del Jiloca…
- Sí, el problema es que la gente se queda en el momento grulla y no nos recuerda durante el resto del año. Tendríamos que trabajar entre todos los del sector un poco para romper esa estacionalidad. En la zona de Gallocanta el 80% del turismo llega por las grullas y por la ornitología, durante la temporada de grullas.
- Pero también tienen otro tipo de clientes…
- La mayoría es público en general que acude atraído por la naturaleza, pero no expertos en ornitología, de esos hay pocos. Intentamos llegar también a otro tipo de público y hacemos actividades culturales, cine, exposiciones… Y en temporada baja hacemos también quedadas de primos, porque Gallocanta está lejos de todos los sitios, es un lugar equidistante desde muchas ciudades, lo que no beneficia a nadie. También nos adaptamos a las propuestas que nos hacen y una de las cosas más raras que hemos organizado es un fin de semana de meditación zen. Para ello cerramos todo el albergue, porque ocupaban todas las instalaciones. Durante algunos años montamos quedadas de seguidores de la serie Doctor en Alaska y también organizamos campos solares con Greenpeace, que nos vinieron muy bien para cumplir las exigencias de comportamiento sostenible.
- ¿Qué papel jugó usted en la creación de la Asociación de Amigos de Gallocanta?
- Estuve en su creación, surgió porque organizábamos muchas cosas desde el albergue pero al ser una empresa privada no podíamos recibir subvenciones para ello, por eso decidimos montar una asociación que se ocupara de dinamizar.
- ¿Cuánto se ha incrementado el turismo desde que comenzaron hasta ahora?
- Se ha multiplicado pero no sé por cuánto. Nadie sabía dónde estaba Gallocanta y ahora es cada vez más conocido en España y en el extranjero.
- ¿De dónde viene su afición por las aves?
- Cuando acabé los estudios, monté con unos compañeros una cooperativa para hacer cosas de televisión y estuve grabando un reportaje en Gallocanta, con patos y fochas. Cuando la cooperativa se fue al carajo estuve haciendo cosas por aquí, trabajando con el anillador y el agente forestal de la zona, que fueron los que hicieron que me picara el gusanillo. Fue algo lento, poco a poco, a través de la visión contemplativa más que del reconocimiento.
- Ahora sí es ya experto…
- Queda mucho por aprender, pero el fin no es aprender, sino el proceso para llegar ahí, eso es lo chulo.
- ¿Se ha arrepentido alguna vez de su decisión de montar Allucant?
- Para nada, vivo bien y de acuerdo con mis convicciones ecológicas y naturales. A veces no se cumple la visión que yo tenía de compartir con los clientes cosas y hablar mucho con la gente, al final tengo que pasar mis buenos ratos en la cocina y cubrir huecos cuando hay faena. Tampoco se ha cumplido ese objetivo inicial que tenía de seguir el modelo de Sargantana en Canfranc, un sitio abierto a los nuevos pobladores, con familias que se han establecido y con negocios paralelos.
- ¿Por qué?
- En esta zona eso no pasa, somos más cerrados, no tan amables con los foráneos y luego económicamente tenemos una temporada muy localizada en noviembre y febrero. A mí me gustaría que hubiese gente que montase empresas y explotara otras vías, como la agroalimentaria. Pero la gente de aquí se va a las cabeceras de comarcas y las escuelas se mantienen con los niños de inmigrantes que en cualquier momento pueden irse también.
- Hace algo más de un año celebraron el Congreso Internacional sobre Grullas, que marcó todo un hito, ¿no es así?
- Sí, llevábamos con la idea de celebrarlo desde hace mucho. En el año 94 fui a Extremadura a unas jornadas con muchos europeos grulleros y desde ese momento pensé en hacerlo en Gallocanta. Desde que está la asociación vamos a los congresos en grupo, por eso intentamos hacer el congreso aquí y fue todo un éxito.
Autor:M. C. A. Gallocanta