En una época en la que los dispositivos electrónicos han entrado en nuestra vida como caballo en cacharrería nos enfrentamos a dos grandes paradojas; por un lado es habitual que los móviles y tabletas sean capaces de realizar tareas y solucionar problemas que en realidad no tenemos, y por otro, se les otorga un rol exclusivista como si no pudieran alternarse las viejas y las nuevas formas de hacer las cosas.
Manuel Monterde no tiene ninguno de esos dos problemas. Es un artista zaragozano de nacimiento, aunque calandino de corazón. Se expresa por igual a través de la pintura, la escultura y el dibujo -si se le pregunta con cual se queda, responde que esa elección tiene tan poco sentido para él como inclinarse por una jota o por la 5ª de Beethoven-, y en los últimos tiempos ha encontrado un nuevo aliado en el I-Pad. Sin embargo no cabe hablar de I-Pintura, I-Arte, ni nuevos géneros basados en las últimas tecnologías. La tablet no es más que una nueva herramienta, un nuevo pincel con el que llenar un lienzo en blanco con sus propias características, sus ventajas y sus inconvenientes.
"Lo mejor del I-Pad es que es un cuaderno sin límite de páginas en blanco", subraya. Puede parecer banal, pero no lo es para alguien que pinta –o esculpe, o dibuja, o toca la bandurria– por pura necesidad vital. Mientras camina por la calle, espera al autobús o realiza una gestión en el banco su cabeza está pintando cuanto ve, llevándoselo a su terreno, y en la tranquilidad del estudio necesita dar soporte material a lo que guarda.
Ese cuaderno sin fondo no es demasiado caro, además. Hoy en día casi cualquiera tiene una tablet en casa, "y utilizo programas normales, de los que cuestan menos de cinco euros".
La técnica de la ciberpintura es distinta, pero no completamente nueva para un pintor clásico. "Pintar con el dedo ya es algo que haces con la pintura convencional", asegura Monterde. "No lo sueles utilizar para extender la pintura sin más, pero sí para hacer veladuras u otras cosas, así que no es tan diferente".
Al contrario que los bártulos habituales en un artista, un dispositivo de este tipo tiene un peso y un tamaño propicio para llevarlo siempre encima, pero Manuel Monterde no dejará de lado por su culpa la pintura tradicional, porque no todo son ventajas.
"Tiene muchas posibilidades, sobre todo con los programas que te permiten imitar técnicas tradicionales como el carboncillo, el lápiz... pero su mayor inconveniente es que pierdes la sensibilidad de la textura, y las sensaciones de todo lo que rodea la pintura".
Para Monterde la parte creativa del cerebro no solo se estimula con lo que ve, sino que "cuantas más válvulas tienes para que te entre información es mucho mejor". Mancharte con los aceites del óleo, oler el aguarrás o notar el tacto del pincel y su rascado sobre el lienzo es una parte importante del proceso, según el pintor, que lo compara con "sentir la presión de la tecla pulsada mientras escribes".
Pasión por la tradición
Monterde, nacido en Zaragoza en 1943, es capaz de trabajar con el I-Pad sin perder ni un ápice de la pasión que siente algunos elementos tradicionales que definen su entorno. De hecho la jota, la tauromaquia, la arquitectura popular y la figura femenina son sus temás preferidos.
Desde hace muchos años se considera calandino "y ejerzo de tal mucho más que otros calandinos de verdad", asegura el pintor. Le une a esa tierra su esposa, natural de allí, "y los buenos amigos que he hecho en Calanda".
Manuel Monterde ha dejado su impronta artística en la localidad bajoaragonesa en varias ocasiones; suya fue la imagen oficial del Encuentro Nacional de Tambores y Bombos que tuvo lugar en Calanda en 2014, y la del 25 Aniversario del Cachirulo que se cumplió ese mismo año. Además es el autor de un mural cercano a la plaza de Toros, y una gran pintura decora la casa que tiene en la localidad, con una alegoría a la jota de Calanda y al tambor y el bombo, otras dos de sus grandes pasiones. De hecho la jota calandina también se reproduce en algunas de sus pinturas que se ubican en el Ayuntamiento. "Yo ya sé que con la jota de Calanda me repito más que el ajo", reconoce bromeando. "Pero es que es muy especial, es absolutamente incomparable".
Además Monterde ha expuesto en la Casa de la Cultura de Calanda, y fue el encargado de leer el pregón durante la última edición de las Fiestas del Pilar de esta localidad.
Aunque podría definirse como artista figurativo expresivo "tuve que hacer arte abstracto cuando cursé Bellas Artes pero, la verdad, no me decía nada", Monterde no concibe el arte clasificado en ismos. "Trato de ir por libre. Aunque he copiado cosas de otros artistas para ampliar conocimientos, trato de que mis pinturas sean reconocibles, y creo que todos los artistas tienen que tender a lo mismo". La propia firma de Monterde en sus obras suele estar solapada, y reconoce que le gusta que alguien reconozca un cuadro suyo solo con verlo. "Con la jota ocurre algo parecido que con la pintura", ilustra el artista "que la gente suele juzgar la obra de alguien comparándola con la de algún maestro. Pero si impedimos que cada cual desarrolle un estilo totalmente personal, distinto al de los maestros que conocemos, nunca los habrá nuevos".
Formas de mujer
También es característico de Monterde sus orondas figuras femeninas, las gordys, como él mismo las llama. "Son homenajes a la mujer, y cuando las realizo lo hago desde el más absoluto de los respetos". Grandes volúmenes y curvas, con ecos de las venus primitivas, que representan para él lo mejor de la feminidad. Y que nunca muestran pezones o vello púbico, "porque no quiero correr el riesgo de cosificar sexualmente a la mujer", aduce.
En su currículo figuran numerosas exposiciones individuales, premios y galardones. "Pero los premios no son especiales", asegura. "La amistad y el contacto con la gente es más importante que ganar un premio, porque eso depende de un jurado que en un momento dado puede opinar que tu cuadro es el mejor, o no".
Y es que Monterde asegura que no le interesa demasiado la posteridad. Quizá por eso no tiene reparos en utilizar las nuevas tecnologías. "Me interesa más transmitir lo que pueda saber a gente joven, para que puedan llegar más lejos que yo", añade el pintor, que ha trabajado durante más de 40 años como profesor en la Escuela de Arte y en la Superior de Diseño en Zaragoza.
Y si se le pregunta sobre su mejor obra, Manuel Monterde contesta que está todavía por pintarla, dibujarla o esculpirla. Se define como muy autocrítico y entiende que todo es mejorable. Siempre.
Y su filosofía de vida concibe que hablar de una mejor obra supone poner un hito innecesario;?un punto y aparte en la vida que no quiere asumir.
Para él, lo mejor es siempre lo que estamos haciendo en este mismo momento. Y es lo mejor hasta el instante en que lo terminamos.
Autor:Miguel Ángel Artigas Gracia Teruel