¿Se imaginan unas castañuelas, las campanas de una iglesia o unos bombos en una ópera? ¿Y a Isabel con un revólver en la mano dando disparos al aire o a Juan enfermo de lepra? Pues el compositor Javier Navarrete, sí y así es el drama musical Los Amantes que se estrenará el 8 de febrero en la capital turolense y cuyo primer ensayo general pudieron ver poco más de un centenar de privilegiados el pasado fin de semana.
La ópera es una iniciativa de la Fundación Amantes en colaboración con el músico turolense.
El músico ha creado un drama sobre la base de la historia de Juan –en el nombre del Amante Navarrete sí ha sido purista– e Isabel con elementos románticos, góticos, mudéjares, contemporáneos y hasta del lejano oeste. Y es que, como aseguró el responsable del libreto antes de comenzar el primero de los dos ensayos generales que servirán de antesala al estreno, “los Amantes son de todas las épocas” .
Su visión de la leyenda más famosa de Teruel es muy particular y “guste o no” es lo que él quería hacer y además está encantado con el resultado. “Es de las primeras veces que lo puedo hacer”, comentó el músico turolense galardonado con un Emmy y nominado para un Oscar y un Grammy.
Hasta llegar a ese drama lleno de símbolos –que en unos días podrán ver los afortunados que compraron las casi 900 entradas en las primeras horas de salir a la venta– Navarrete estuvo una semana sentado en la Iglesia de San Pedro “escuchándola”, confesó ayer. Y ahí lo imaginó todo.
Para desarrollar su idea inicial ha contado con varios grupos musicales de la ciudad de Teruel, que aunque la mayoría de ellos no habían intervenido antes en una obra a nivel profesional han logrado un resultado “a la altura de un espectáculo de Londres o de Barcelona”, reconoció el compositor. En la iglesia de San Pedro se ha pulido hasta “la última terminación de la nota” y “a base de trabajo y cariño” se ha compensado el hecho de que los participantes no sean artistas profesionales. Navarrete destacó el buen hacer de los músicos y los intérpretes y auguró una “carrera muy prometedora” a las dos voces protagonistas, Virginia Esteban y Ricardo Martín.
En la ópera, los instrumentos inspirados en el medievo enlazan perfectamente con otros también muy tradicionales, como las campanas de la torre de San Pedro tocadas de forma manual tras la boda de Isabel de Segura y Pedro de Azagra. Los bombos tienen un papel fundamental a lo largo de todo el libreto y su estruendo, magnificado por el eco del templo, vaticina que a Juan no le aguarda nada bueno en la guerra. En la ópera del compositor turolense estos instrumentos de percusión no suenan a Semana Santa, sino a muerte.
Navarrete juega con notas que causan malestar justo en los momentos cruciales de la vida de Isabel, como son su boda con Pedro de Azagra o la muerte de su amado. Esas melodías también se dan cuando está Juan en escena, aunque en este caso lo hace de la mano de los tonos agudos de Muerte y Guerra.
Las velas repartidas por todo el templo desempeñan un papel fundamental en un juego de luces y sombras, como la historia de amor de los Amantes, en la que los colores también tienen un gran peso.
El suelo lleno de rosas blancas sobre las que comparten su amor unos jóvenes pronto pierde la inocencia cuando Isabel, revólver en mano, pide tiempo para que su amado gane fortuna en una guerra que “llena la boca de tierra” y “los ojos de sangre”, como declama la protagonista en varias ocasiones.
La puesta de escena aprovecha perfectamente los espacios de la iglesia, donde el lugar destinado a los espectadores queda reducido a la mínima expresión, confiriéndole al drama un carácter íntimo en el que actores y público prácticamente se tocan.
El lugar central donde se desarrolla buena parte de la historia es la capilla de los santos Cosme y Damián, que se atreven con una jota en los sueños de ese Juan de Navarrete que vuelve de la guerra enfermo de lepra. El altar es el espacio idóneo para la boda de una triste Isabel peinada con una larga trenza a modo de cuerda con la que su marido amarra su futuro. Las rejerías del coro son el escenario ideal para simular la cárcel en la que queda presa la novia, vestida de riguroso luto y a la que la llegada de su amado, y con él la muerte, la ensombrece aún más.
La jota de los santos no es el único guiño al folclore ya que los padres de Isabel también se mueven en ese registro e incluso la madre se acompaña de unas castañuelas. Y aunque Navarrete ya advirtió que en su ópera no hay “melodías de cine”, sí hay diversos de guiños a ese Hollywood que tan bien conoce.
Una ópera que pone la historia de los amantes “a otro nivel”, como dijo Navarrete, y lo hace gracias al intenso trabajo desarrollado durante más de medio año por 60 músicos e intérpretes de la ciudad a los que Javier Navarrete les ha introducido, y por la puerta grande, en un género poco habitual Teruel, donde los sentimientos del espectador pesan más que sus conocimientos musicales o teatrales.