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Complicada novillada de Prieto de la Cal en Santa Eulalia

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Uno de los novilleros, durante la faena

Se respiraba responsabilidad en el callejón de la plaza de toros de Santa Eulalia

Se respiraba responsabilidad en el callejón de la plaza de toros de Santa Eulalia. Por cualquier rincón se escuchaban susurros sobre la presentación del ganado. Un cuajadísimo encierro esperaba, en los chiqueros, la hora de la batalla. Fuera, tres jóvenes novilleros vestían los capotes de paseo con caras de responsabilidad.

Abría plaza, a pesar del error en la cartelería, Igor Pereira, novillero de origen brasileño. Recibió a su novillo con una larga cambiada y las rodillas hincadas en el suelo. El tercio de banderillas fue compartido con sus compañeros de cartel, como los dos siguientes, devolviéndose entre sí la cortesía. Mandó bien al novillo con la muleta, un animal muy parado pero con el que estuvo firme. Tras una estocada y dos descabellos, pasaportó al burel, cortando la primera oreja de la tarde. En el cuarto, volvió a recibir a su contrincante rodilla en tierra. Brindó a la Marquesa de Seoane, madre del ganadero, la muerte de un animal que tuvo tan poco recorrido como tanta guasa: siempre con la cara en alto, sabiendo donde buscar al novillero. Le dio muerte tras una estocada trasera y una media estocada. Silencio en los tendidos.

José Cabrera recibió elegante al animal que le había tocado en suerte. Recibo capotero por verónicas rematando con una serpentina. Luego el novillo empezó a perder recorrido y a ganar sentido, complicándose a la hora de la muerte, que ocurrió tras dos descabellos. Silencio en su primero, y también en el quinto, que apretaba desde inicio hacia tablas. Estuvo valiente y dispuesto con un toro que no le dio opción.

Juan Carlos Benítez lidió por verónicas a su novillo, transmitiendo gusto y suavidad con el capote. En la muleta, el novillo le pedía medios muletazos, y de uno en uno. No llegó a acoplarse bien con él, recibiendo una voltereta sin consecuencias. A pesar de ello cuajó lo mejor de la tarde en este tercero, cortándole un apéndice. En el novillo que cerraba el festejo estuvo muy dispuesto con un astado que parecía romper a bueno, pero que se quedó solo en una ilusión. Se arrimó con todas las consecuencias, siendo volteado de nuevo por el astado, y repitiendo voltereta desde el suelo. Visiblemente mermado acabó con su contrincante después de una buena estocada y dos descabellos. Cortó otra oreja que le erige como triunfador del festejo.

Autor:López Diéguez / Santa Eulalia del Campo