Cantavieja residencia
Media docena de ancianos, todos ellos de más de 80 años, conviven en la doble residencia de Cantavieja con las ocho personas con discapacidad que emplean el taller ocupacional a diario. De ellas, dos, Iván y Enriqueta, se quedan también a dormir en las dependencias. El incesante trabajo de los chicos de Atadi, la Agrupación Turolense de Asociaciones de Personas con Discapacidad, anima una residencia que aunque tiene capacidad para medio centenar de personas, de momento está con una ocupación mínima.
En los próximos días se trasladarán allí otros dos ancianos y la idea es que se vayan cubriendo las plazas poco a poco, aunque los gestores son conscientes de que contar con algunas concertadas –cofinanciadas entre el usuario y el Gobierno de Aragón– sería muy importante.
Por ahora es el Ayuntamiento de Cantavieja el que cubre la parte de gastos que queda en números rojos mensualmente por la falta de usuarios. “Son unos 10.000 euros al mes”, precisa Ricardo Altabás, quien añade que están dispuestos a asumirlo hasta que el servicio eche a andar porque para la localidad es todo un logro contar con estas dependencias: “Tenemos claro que para que haya demanda el primer paso era ponerla en marcha”, comentó el primer edil.
De la gestión se ocupa Atadi, cuyo gerente, Ramón Royo, destaca que, al menos en estos primeros meses de funcionamiento, se están cumpliendo las previsiones que se habían marcado
Los usuarios son todos de la propia localidad y de otras cercanas, como Pitarque, Mirambel o La Iglesuela del Cid. La de Cantavieja es la primera residencia en abrir sus puertas en la Comarca del Maestrazgo, donde hasta ahora solo estaban operativos los apartamentos tutelados de Castellote, en la zona baja de la delimitación territorial. No obstante, en las cercanías sí hay varias residencias en Villafranca del Cid, Forcall y Morella, hasta donde se desplazaban los ancianos de esta zona turolense que demandaban estos servicios asistenciales.
Reticencia en el medio rural
Como explica el alcalde, muchas de las personas mayores que viven en el medio rural todavía son reacias a acudir a una residencia, aunque las que hacen uso del servicio reconocen que están muy bien atendidas y siempre acompañadas. Es el caso de Salvador Gascón, que vivía solo en Cantavieja con la única ayuda de una asistente para hacerle las faenas de casa. “Tengo parkinson y aquí no estoy solo, además, como vivo aquí al lado voy algún rato a mi casa”, dice.
A sus 102 años Natividad Pitarch tiene la mente perfectamente lúcida. Vive habitualmente en La Iglesuela del Cid pero esta semana pasó un día en la residencia de Cantavieja porque su hijo se iba de viaje y no podía atenderla durante unas horas. Estaba encantada charrando con las internas y echando la partida al guiñote. “Tengo 102 años, pero hasta hoy me he vestido siempre sola y nadie me ha tenido que hacer nunca la cama”, aseguró. La residencia ofrece también un servicio de respiro para familias que se ajusta a las necesidades de los usuarios.
Natividad Gómez es otra de las usuarias de la residencia. Tiene 91 años y hasta ahora vivía sola, aunque pasaba el día con su hija y por la noche una sobrina acudía a dormir a su casa, según relata su hija, Amparo. “Sola nunca me han dejado, pero aquí estoy más acompañada”, comenta la anciana, quien destaca la importancia de que la residencia esté en su propio pueblo: “Si tuviéramos que ir a otro lado muchos no iríamos”, sentencia.
Su hija está encantada con un servicio que, a su juicio, “es una bendición para todos, ahora para ellos, pero luego para los que vayamos detrás”, señala. Amparo Ibáñez destaca lo bien atendidos que están los ancianos y matiza que “lo que es necesario es que la gente se anime” para que el servicio funcione.
Otra de las usuarias es María Rita Julián, de 83 años, que nació en Castellón en plena república porque sus padres, que eran de Cantavieja, estaban allí trabajando de temporeros. Ella trabajó muchos años fuera de Teruel, pero cuando se jubiló tuvo claro que quería vivir en su pueblo y cuando se enteró de que abría la residencia solicitó plaza. Su hijo vive en Holanda y su hija en Barcelona y, pensando en ellos, ha arreglado su casa del pueblo porque “les encanta venir en verano”, pero en invierno ella está mejor en la residencia.
Los responsables del mismo se fijan como objetivo llegar hasta los 15 internos en el primer año, algo que como adelanta Ramón Royo confían en no tener problemas para lograr. La cifra mínima para que sea viable y no haya que hacer aportaciones económicas para cubrir gastos es de 22 usuarios de la tercera edad y una decena de personas con discapacidad. Con esos internos el gerente indica que habría un cuidador para discapacidad y dos destinados a los ancianos. “Intentamos que el personal se especialice en cada colectivo”, argumenta Royo, quien no obstante precisa que la residencia mixta posibilita que algunos puestos serán comunes, como la dirección, la enfermería o el personal nocturno.
Pero además, la residencia de Cantavieja contará con un centro de día en el que los mayores que sigan pernoctando en su casa podrán acudir a realizar actividades y también utilizar los servicios de comedor y lavandería. Ramón Royo manifiesta que lo pondrán en marcha en cuanto tengan servicio de cocina propio, algo que esperan contratar cuando aumente el número de usuarios.
Actualmente reciben la comida de cáterin congelada una vez a la semana y el objetivo es contratar los servicios externos de una empresa que acuda a cocinar a las dependencias de la residencia, algo que ya funciona de similar forma en otras dependencias de Atadi.
A más largo plazo se plantean activar las plazas para personas asistidas, algo que requiere de mucho más personal, por lo que la idea es esperar a contar con el concierto de plazas. “Esas personas necesitan mucha más atención, por eso queremos que sean plazas que financie el Gobierno de Aragón”, reconoce el gerente.
Una de las ventajas que según Royo tienen las residencias mixtas es que permiten a padres con hijos con discapacidad residir juntos y estar perfectamente atendidos, una fórmula que ya se aplica en otros lugares de España.
Incesante actividad
Iván Marín estaba hasta hace unas semanas en Mirambel con sus padres, pero reconoce que ahora se encuentra “a gusto” en la residencia de Cantavieja, donde no para un segundo de triturar papel y hacer trabajos en cuero para vender en la próxima feria de mayo. Le encanta recibir visitas y, sobre todo, que le hagan bromas, algo que ya saben los carpinteros y fontaneros que acuden para dar los últimos retoques a las habitaciones que aún están libres. “Paco, ¿vas a venir a provocarnos?”, le dice a uno de los técnicos que ha ido esa mañana, “que no se te olvide”, añade con una sonrisa de oreja a oreja.
También Enriqueta Navarro, de Villarluengo, está en su salsa en la residencia y en el centro de día. Acudió porque estaba sola en casa tras fallecer sus padres, “los estuve cuidando hasta que murieron”, apunta. Ahora no tiene que coger el correo cada mañana –“Pasas frío y al final te constipas”, dice– porque duerme en la propia residencia. Le encanta tejer y ya ha hecho varias bufandas: “Esta es para el médico, que es del Barça y por eso se la hago así”, explica , “y esta para una chica de La Cuba que quería estos colores”, dice mostrando vistosas lanas moradas y lilas. Las horas del día le pasan volando entre las bufandas, los objetos que fabrican artesanalmente en Atadi para la venta y viendo la tele: “Me he comprado una para mi habitación, así por las noches la veo”, argumenta.