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El secreto del éxito de Ciro II el Grande El secreto del éxito de Ciro II el Grande
Imagen de Ciro II el Grande

El secreto del éxito de Ciro II el Grande

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Javier Sanz

Ciro II sucedió a su padre, el rey Cambises I, en 559 a.C y ocupó el trono de lo que, por aquel entonces, era Persia (más o menos lo que hoy es el actual Irán), un territorio más del Imperio medo o Media. El nuevo monarca tenía planes muy ambiciosos e inició una campaña que lo llevaría en apenas 20 años a crear el Imperio persa, el mayor imperio conocido hasta aquel momento. Primero independizó Persia de Media, para después atacar y someter a sus antiguos amos. Repitió con Lidia y remató la faena en Babilonia. Y aunque podría parecer que fueron 20 años a sangre y fuego, que no digo que no, la realidad es que también hubo pueblos y territorios que le abrieron las puertas de par en par. Algunos lo harían seguramente porque realmente era mejor abrir las puertas que esperar a que las echasen abajo, pero otros lo hicieron porque en ningún momento se trató de asimilar a los países conquistados y porque el imperio multiétnico creado por el rey persa se basó en el respeto a los dioses y cultos locales y a las particularidades de cada territorio. Además, por primera vez en la historia, todos los  territorios que conforman las rutas comerciales que iban de Asia Central hasta el Mediterráneo quedaban bajo el control de un único reino y, de esta forma, se garantizaba el tránsito de las caravanas. Esta seguridad disparó el intercambio de bienes y servicios consiguiendo un superávit sin precedentes en el saldo de la balanza comercial persa (de haber existido). Además de demostrar que era un gran estratega a la hora de planificar batallas y un gran gobernante tras la conquista, también demostró ser un gran experto en la gestión logística (lo que por aquel entonces se llamaba intendencia).

En aquella expediciones, donde había que atravesar estepas, llanuras, montañas o desiertos, era importante contar con los suministros necesarios o tener la posibilidad de disponer de ellos por el camino, y uno de los más importantes era el agua y, sobre todo, su conservación. Para ello, Ciro ordenó que el agua se conservase en recipientes de plata. Y aunque, para el que no lo supiese, aquel detalle podría parecer una muestra de ostentación de un rey venido a más, la verdad es que tiene su porqué científico: la plata es un agente antimicrobiano de gran alcance que impide el crecimiento de los microorganismos que estropean los alimentos y las bebidas, como E. Coli, Legionella, Pseudomonas o Salmonella. Además, es insípido, sin olor, no es tóxico y sirve para tratar más de 600 enfermedades virales y bacterianas. Lógicamente, ellos no sabían explicar el porqué o el cómo, pero sí sabían para qué. Los primeros trabajos publicados sobre el uso de la plata para tratar las heridas datan del siglo XVII. Durante el siglo XIX se desarrollaron tratamientos con sales de plata por sus propiedades antimicrobianas e incluso a finales de siglo se comenzó a utilizar el hilo de plata por los cirujanos para prevenir las posibles infecciones posoperatorias. Otro ejemplo en este mismo siglo lo tenemos en la colonización del Far West por el hombre blanco, y lo hacían echando una moneda de plata a los toneles de agua.

El siguiente movimiento del persa fueron los territorios de Bactriana y Sogdiana, en los límites occidentales de Media, una zona difícil de controlar y en manos de nómadas de las estepas, concretamente los masagetas, expertos jinetes y maestros en el manejo del arco. Y aquí encontró Ciro II el Grande la horma de su zapato: la reina de los masagetas Tomiris. Se cuenta que Ciro, mediante la estrategia y el engaño, que no la batalla, consiguió apresar al hijo de Tomiris, y ésta juró vengarse.

Devuelve a mi hijo y sal de mi territorio, contento con no haber pagado la pena que debías por la injuria que hiciste a la tercera parte de mis tropas. Y si no lo haces, te juro por el sol, supremo señor de los masagetas, que, por sediento que te halles de sangre, yo te saciaré de ella.

Si a esto añadimos que al liberarlo no pudo soportar la humillación y se suicidó, tenemos a una reina (y madre) dispuesta a todo. Y llegó el día de cumplir su venganza en 530 a.C., cuando los masagetas acabaron con el persa en el campo de batalla... y la reina le sació de sangre.

Mandó llenar un odre de sangre humana y buscar el cadáver de Ciro entre los persas muertos, y, cuando lo encontró, introdujo su cabeza en el odre y, al tiempo que ultrajaba el cadáver, le dijo: tal como te prometí, voy a saciarte de sangre.