El abogado Francesc Jufresa y el antiguo directivo de la policía nacional Narciso Ortega comentan, en la noche del sábado (FAQS), las declaraciones relacionadas con la del mayor de los mossos en el juicio estrella de la democracia.
Se conviene que Pérez de los Cobos, y demás “técnicos”, en su calidad de testigos, dicen la verdad. El Señor Rajoy, el que fuera Ministro del Interior, la vicepresidenta doña Soraya Sáenz de Santamaría, el secretario de Estado, etc, también. El Lehendakari Sr. Urkullu ni les cuento; especifica encuentros, fechas y demás datos que puntualizan la amnésica declaración de los miembros del Gobierno afectados. La conclusión del penalista, a punto de dejar su silla de comentarista, es concluyente: se pone de manifiesto un elevado grado de dejadez en la particular forma de ejercer la responsabilidad del Ejecutivo. La chapuza de Puigdemont a la hora de culminar su proceso de independencia anda pareja con la falta de seriedad de los responsables del gobierno que ni se enteraban ni querían enterarse de las actuaciones de las fuerzas de seguridad del Estado.
Desde el punto de vista de un observador cualificado, unos y otros hacen gala de una frivolidad que desprestigia y penaliza, esto es lo grave, a funcionarios con un elevado nivel de competencia y rigor en el desarrollo de sus funciones.
La política, el oficio de político, es de una trascendencia que, en casos críticos como el que ocupa las pantallas del país, se pone especialmente de manifiesto. Lo malo de la escuela del presidente norteamericano Donald Trump es que trivializa la mentira, la obscenidad esa de las fake news, de la que se están contaminando nuestros líderes en campaña. Pero es peor la forma en que se han aplicado los cometidos de los gobernantes en ejercicio.
Hay un importante número de (posibles) lecciones aprendidas que no deben caer en saco roto. De la misma manera que nadie puede poner en tela de juicio que España es una democracia, un estado de derecho pleno, lo es que tenemos un buen trecho de mejora en el funcionamiento de nuestras instituciones. La responsabilidad es la piedra angular de una democracia sólida.