La población de Valderrobres, lugar recóndito de la provincia, aumenta. Un reciente estudio demográfico local lo pone de manifiesto, por si todavía no nos habíamos dado cuenta. La composición de la población es, como es connatural a la villa desde hace siglos, es decir desde que se produjo la primera materialización de la Carta Pobla, heterogénea, sumamente heterogénea.
La división del trabajo muy en la línea de lo que se lleva en el resto del país, pero con algunas variantes. Hay quien, a su condición de inmigrante, une la de despierto y prospera. Prospera mucho.
No cabe duda de que el color de la población es sumamente variado y, curiosamente, los reemplazos étnicos en los lugares en los que los sueldos puede considerarse de supervivencia dan lugar a cambios organizativos que podrían llamarse de sustitución controlada, asociados al grado de conflictividad.
La movilidad social, propia de la especie humana, se desenvuelve con unas leyes que van camino de ser tan precisas y universales como la fuerza de la gravedad newtoniana. Después de todo, nuestra naturaleza mantiene comportamientos predecibles en espacios de tiempo razonablemente largos, de modo que son imperceptibles las variaciones cotidianas; salvo que sean activamente debatidos en los bares, plazas y demás centros de reunión de desquehacerados de variada extracción.
La exuberancia poblacional afecta de manera desorbitada a flora y fauna.
Por diversas razones, el pinar invade las terrazas agrícolas y se restituye un manto arbóreo exultante que reconcilia con una naturaleza que nuestra edad no es capaz de discriminar respecto a la que podría considerarse primigenia. Sin embargo, hay reforestaciones que requieren especial atención. El cauce del Matarraña es un prodigio de invasión forestal, propiciado por el proteccionismo oficial, que lo convierte en un peligro más que latente para la población. Peligro que, de momento, ha dado algún aviso con la destrucción de edificios y propiedades ribereñas.
Cigüeñas y cormoranes se unen a esta fiesta de la repoblación presidida por la majestuosa estampa de las garzas, tan del agrado de nuestros queridos visitantes