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C.F. Valderrobres

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Fernando Arnau

La historia del C.F. Valderrobres es casi tan antigua como la del club turolense y no menos errática. Es un club modesto, con expectativas realistas, que este año cumple 50 de su última refundación. Salvador Falgás Zapater, esbozaba su origen con un trazo mitológico: “Corrían los años 1918 al 1920, cuando los chavales y muchachos de Valderrobres jugaban a la pelota a mano, birlas, vinora y a las chapas y rayeta los mayores, y a los toros, la abuela, patacons, a correr dando vueltas por la plaza, calle del Carmen y bajando por el callejón de Tumba, así como emulando a Tom Mix y al Puñales y Carpanta por los Terrés entre otros juegos los más pequeños, cuando empezaron muchos a jugar con una pelota de trapo o bien de aquellas primitivas de goma a lo que se estaba poniendo de moda y que se llamaba fútbol”.
Los años en los que tiene lugar la última refundación del Club tienen un gran paralelismo, en lo que a afición se refiere, dado que el escenario lleva el timbre de los no menos “míticos” años 60. Si algo se instaló entonces en el imaginario valderrobrense fue el espíritu de movilización del pueblo, históricamente descreído, con un objetivo peculiar: la restauración de la iglesia de Santa María la Mayor. Los aires de la época propiciaron que, en 1966, mosén Vicente Hostaled, devuelto de la misión por su quebrada salud, fuera capaz de movilizar a su parroquia en pleno. Tal fue la euforia inoculada que, apenas un par de años después, se emprendía la “restauración” del Club.
Hace pocas fechas nos ha dejado Juan Gil Jasanada, de quien, como homenaje, transcribo las palabras que pronunció en el pregón de fiestas de 2013: “…en 1967 surgió una nueva generación de voluntarios que tuve el privilegio de presidir, y que sin ayuda oficial ni federativa, refundó el club, habilitó el campo del Pedregal y comenzó un nuevo recorrido deportivo, primero con encuentros amistosos y después con competiciones oficiales. Fue en esta etapa cuando sufrimos el más triste episodio de nuestra historia, con la pérdida de nuestro querido jugador Francisco Gil Roda, en honor a quien se instituyó el trofeo que lleva su nombre”. Salvo error, sería en 1974, año de la desaparición de Paquito, cuando el Club se registra de nuevo en la Memoria de la Federación Aragonesa de Fútbol, con la intención de no interrumpir su trayectoria nunca más.