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Un kilo de leds Un kilo de leds

Un kilo de leds

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Javier Silvestre
¡Qué triste está Teruel estas Navidades! No pretendo que esto se parezca al barroquismo lumínico de Vigo, ni a la archivisitada calle Larios de Málaga, ni tan siquiera que se dé un aire a la calle menos iluminada del centro de la masificada Madrid. Pero la imagen navideña de nuestra ciudad es tristemente desoladora. El Ayuntamiento procedía al encendido del alumbrado el pasado día 2 en una plaza del Torico llena de niños. Villancicos, alegría y felicidad que se diluye en cuanto uno sale del centro neurálgico de la ciudad. Más allá de las cuatro hileras de luces azules y en tres dimensiones que rodean a nuestro emblema postizo, las otras calles del centro dan bastante pena. Si hablamos del resto de la ciudad, mejor ni hablamos. Pero vayamos poco a poco. 

En total, según anunciaba el consistorio, se han instalado 180.000 luces led de bajo consumo. Esto es igual que cuando uno se pregunta cuánto ocupa un millón de euros en billetes de 500: se lo digo yo, una birria. Pues con los leds de las narices pasa lo mismo. La cifra es mareante pero cuando los ves todos juntos no te llenan ni el balcón de casa.

Dos árboles de Navidad de luces (en la plaza de San Juan y en la fuente Torán), una bola en la Glorieta y una caja de regalo lumínica en el Ayuntamiento. Ese es el extra (reutilizado de años) que se ha encontrado el vecino y el turista que ha paseado estos días por nuestra ciudad. Para colmo, el viernes, las luces de la plaza por donde pasa mucha gente para ir al Torico estaban apagadas. Ni hecho a propósito oiga.

Por no tener presencia, ni siquiera el balcón del Ayuntamiento invita a hacerse una foto con unas cortinas de leds azules mortecinos que cuesta incluso ver. 

Son unas cortinas parecidas a las que se han puesto en la carretera de Alcañiz, que junto con las principales calles del Ensanche, completan el espíritu navideño más allá del centro. Debe de ser que pasada la muralla, en nuestra Invernalia particular, no se celebra la Navidad.

En el centro hay luces, sí. Pero pocas y tristonas. Sólo se salva la plaza del Torico y porque cuenta con el apoyo desinteresado de los balcones de Ferrán y de la Caja Rural, que le dan un poco de calidez al asunto. No hay iluminación en los comercios, no se escuchan villancicos, no se respira el ambiente que se le presupone a estas fechas tan especiales. 

Afortunadamente hemos dejado atrás invenciones locas con el “termitero” (así es cómo llaman mis amigos al árbol que se monta sobre la fuente del Torico). Bolas y luces blancas, simple y elegante. No hace falta más en ese punto. 

Entiendo que no se puede iluminar cada calle de la ciudad, pero hay maneras de ambientar mejor algunas de las zonas más transitadas. Es inexplicable que el viaducto o la ronda de Ambeles no cuenten con elementos de decoración navideña (más allá de las banderolas de leds rojos con las letras CCA del Centro Comercial Abierto). Fundamental es contar con los comercios y entidades privadas que deberían de volcarse en llenar de luz parpadeante cada escaparate y cada fachada. Para animarles se pueden organizar concursos, una ruta de casas históricas iluminadas o mil cosas más que incentiven transformar al hoy apagado Teruel en un lugar mucho más alegre durante estos días.

Hay algunos balcones en San Julián y casas en la Fuenfresca que tienen más vida que la mismísima calle San Juan. Y eso no puede ser. 

También estarán los salvadores planetarios que nos dirán que tanta luz desorienta a los murciélagos de cabrera, tan abundantes en Aragón. Incluso los que alertarán del consumismo exacerbado que nos provoca en el subconsciente ver cuatro luces mal puestas. 
También habrá quien diga que esto de la iluminación navideña es tirar el dinero, pero si se elabora un plan, la Navidad puede convertirse en un motivo para atraer visitantes, activar el comercio no sólo en el centro o, simplemente, disfrutar con nuestras familias y amigos paseando por nuestras calles. 

Desconozco a cuánto está actualmente el kilo de led, pero a ver si el año que viene nos rascamos el bolsillo… que para algo pagamos impuestos.