Acostumbrado a preparar viajes por todo el mundo desde hace varios años, llega ahora el momento de intentar dar el salto a alguna isla para escapar de la relativa libertad que tenemos los que vivimos en Madrid. Como no está la cosa para arriesgar demasiado, el destino elegido es Canarias. Los vuelos están caros pero ver el mar, tras un verano encerrado en casa lidiando contra el Covid-19, no tiene precio. Bueno sí, el triple de lo que costaría normalmente.
He engañado a un amigo para que nos escapemos el fin de semana que viene bajo la promesa de esclafarnos en cualquier playa durante horas. Será un sube-y-baja para desconectar de la ciudad y de sus toques de queda. Como buenos periodistas, hemos rastreado hasta la última compañía aérea para encontrar esa ganga que creemos que sólo nosotros seremos capaces de encontrar. Sin embargo, nos damos cuenta de que no hemos sido los únicos con la brillante idea de viajar a las “islas afortunadas” en los próximos días...
La realidad es que hordas de madrileños pugnan por unos billetes de avión que, en algunos horarios, sólo pueden permitirse millonarios que bien podrían disponer de su propio archipiélago si quisieran. Pero las ganas de viajar son más fuertes y, una vez asumido que el precio “no está tan mal”, nos lanzamos a la búsqueda de alojamiento.
Los pocos hoteles que aún hay abiertos también intentan compensar las pérdidas de un año nefasto mediante una subida de precios impúdica. La ley de la oferta y la demanda hace que en pleno mes de noviembre, los hosteleros intenten hacer su agosto. Así que miramos también otras opciones de alojamiento, como esos preciosos apartamentos con mobiliario sueco, vistas al mar y piscina comunitaria. De nuevo sin ganga a la vista, claudicamos con una reserva modesta pero que nos permitirá dormir a pierna suelta relativamente cerca del mar.
Por un momento uno se olvida de que el mundo ha cambiado. Y de que los viajes también lo han hecho. “Oye, ¿y lo del Covid?”, me dice mi amigo antes de darle al botón de “Comprar”. ¡El maldito Covid! Bueno, no puede ser tan difícil informarse de lo necesario para poder volar a Canarias.
Un googleo rápido de las palabras “requisitos viajar Canarias Covid” nos arroja exactamente 380.000 resultados. Entre ellos, numerosas noticias que recuerdan que es obligatorio llevar una PCR negativa para poder entrar en las islas. Y es aquí donde empieza la labor verdaderamente periodística.
¿Valen todas las pruebas? ¿Se aplica a los extranjeros o también a los nacionales? ¿Hay que presentarlas en el aeropuerto o en el hotel? ¿Y si vamos a casa de una amiga hace falta PCR? ¿Si ya he pasado el virus me valen los análisis antiguos? ¿Y si tengo fiebre me devuelven a la península? ¿La multa de 6.000 euros es por no llevar la prueba hecha o por dar positivo si te la hacen? ¿Qué laboratorios pueden expedir el certificado para que me dejen entrar teniendo en cuenta que ahora hacen test de antígenos hasta en las peluquerías?
Como si estuviésemos rememorando aquella época en que mi amigo y yo compartíamos mesa en Equipo de investigación nos ponemos manos a la obra. Periodismo en estado puro. Turismo de narices. Esto promete.