Y no sale en el mapa. Seguro que han cantado esta estrofa vaquillera en más de una ocasión a lo largo de sus vidas. Como suele ocurrir en ciertas ocasiones, recurrimos al humor y a la exageración para no derrumbarnos ante la cruda realidad. Pero esta semana hemos visto cómo el desconocimiento ya no sólo se circunscribe a nuestro inexistente Teruel sino que va mucho más allá y afecta directamente a todo Aragón.
Les tengo que reconocer que estos días me ha dado vergüenza ajena ser periodista y ver cómo en Antena 3 intercambiaban la provincia de Zaragoza con la de Huesca, cómo en La Sexta hablaban de “cuatro provincias aragonesas” y que en Informativos Telecinco rotulasen Caspe como una localidad oscense.
Les podría dar mil excusas sobre la precariedad de los medios, decirles que el verano es la época en la que los becarios campan a sus anchas por las redacciones o incluso hablarles de los duendes de la tele... pero no hay por dónde salvar al gremio.
Mi profesión, como tantas otras, se ha ido devaluando progresivamente y este es un ejemplo más de que involucionamos a pasos agigantados. Estos garrafales fallos geográficos van más allá de la mera anécdota. Evidencian que nos hemos convertido en correveidiles analfabetos que sólo valemos para “copiar y pegar” informaciones googleadas de dudosa procedencia.
El futuro del periodismo no pinta mucho mejor. La mayoría son chavales que se incorporan al mercado laboral con el único afán de la notoriedad. Muchos sólo entienden de derechos y nunca de obligaciones. Los pocos que ejercen la profesión de forma vocacional tiran la toalla tras años viendo que somos el sector más precarizado pero del que nadie habla en las noticias.
Más allá de la crítica lícita a la degradación del periodismo, en este caso de incultura televisiva también hay un factor clave a tener en cuenta: vivimos en un país que es a la vez centralista en exceso pero donde sólo se les da voz algunos territorios que jamás han pintado demasiado en nuestra Historia. Los mismos que, paradójicamente, son considerados artificialmente como Comunidades Históricas. La mayoría de ellas, además, haciendo gala de un “ombliguismo” mucho más exacerbado del que acusan a Madrid y que, para colmo, considera inferiores incluso a los que les convirtieron en lo que son ahora.
Que Teruel sea pequeñico (siendo la décima provincia en extensión de España) no es excusa para que alguien no sepa situarlo en el mapa.
Y permítanme que dude de que bebiendo vino nos conozca hasta el Papa… En este mundo globalizado donde Broadway prepara un musical sobre el desastre pictórico de Borja, somos incapaces de enumerar las provincias que tenemos al lado. Algo estamos haciendo mal como periodistas pero también como país. Aunque eso sí, de canciones guasonas somos potencia mundial.