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Secaderos de datos Secaderos de datos

Secaderos de datos

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Javier Silvestre
El eslógan de la última campaña de la Denominación de Origen Jamón de Teruel es “Marcado a frío” y esa debería de ser nuestra mejor baza para entrar de lleno en el siglo XXI. Me explico. Parece que Aragón se ha convertido, a palabras de nuestro presidente, Jorge Azcón, en “la Virginia de Europa”. Hace referencia el popular a la región de Estados Unidos que aglutina el mayor número de centros de datos del mundo. Actualmente concentra 477 naves industriales gigantescas donde se almacenan miles de servidores informáticos que permiten que usted y yo tengamos acceso a la información ilimitada que encontramos en internet. Y es que precisamente toda esta información tiene que recopilarse en algún sitio y es ahí donde entran en juego los centros de datos, que vendrían a ser los lugares donde se almacena todo lo que existe en el ciberespacio (por hacer una descripción lo más sencilla posible del asunto).

Sin embargo, los centros de datos se distribuyen por todo el mundo. Primero para no tener toda la información almacenada en un único punto (con los consiguientes riesgos en caso de apagón, ataque terrorista, catástrofe climática…) y luego porque la distancia a la que nos encontramos de la información ralentiza el acceso a la misma y encarece el proceso en sí. Así que las grandes empresas buscan lugares por todo el mundo para instalar estos centros de datos. Y Aragón es uno de los puntos elegidos desde hace tiempo para instalar grandes almacenes de servidores. En nuestra región hay actualmente 19 centros planificados o en marcha. Eso sí, todos ellos en Zaragoza y alguno en Huesca. ¿Por qué? Porque quizás a los de Teruel no saben vendernos bien.

Para que estos centros de datos funcionen correctamente necesitan cuatro cosas básicas: una excelente conexión por fibra a internet, mucho suelo industrial disponible, acceso a gran cantidad de electricidad y recursos hídricos cercanos. Estos dos últimos puntos son necesarios porque la ingente cantidad de ordenadores que se instalan en cada centro de datos consume grandes recursos energéticos para enfriar las instalaciones. Si usted trabaja con un ordenador de sobremesa estará acostumbrado a oír el ruido del ventilador. Pues es lo mismo… pero a lo bestia. 

Desde que comenzasen a construirse estos grandes centros de datos se ha intentado reducir la millonaria factura de la luz que se genera intentando enfriar estas enormes naves industriales para garantizar que no hay sobrecalentamientos y que todo funcione bien. De hecho, se calcula que el 70% de la electricidad que necesitan estos centros se dedica, simplemente, a enfriarlos. Hay diversas maneras de hacerlo. Normalmente se utilizan grandes bombas de aire acondicionado y agua (por eso hay que tener recursos hídricos cercanos). Pero la broma sale muy cara y hace menos rentable el negocio.

Por eso, algunas empresas apuestan por construir sus centros de datos en lugares más fresquitos: unas antiguas minas abandonadas en los fiordos noruegos, en una ciudad cercana al Círculo Polar Ártico e incluso bajo la superficie del mar. 

Elegir bien el emplazamiento de estas naves industriales es vital para su viabilidad y también para que el sistema eléctrico de todo un país no salte por los aires. Que se lo digan a los irlandeses, que han prohibido construir más centros de este tipo por miedo a un gran apagón a escala nacional.

Pues bien, después de esta clase superficial sobre centros de datos, llega el momento de preguntarse por qué Aragón, la nueva “Virginia de Europa”, no ha planteado ni un sólo centro en nuestra más que fría provincia. De los millonarios proyectos que hay en marcha y encima de la mesa, Jorge Azcón anunciaba esta semana que uno de ellos “podría” venir a Teruel. 

Desconozco el motivo por el que se elige antes zonas mucho más calurosas (aunque con mayor acceso a las fibras de datos, al agua y las infraestructuras) que nuestro heladora provincia. Pero si nuestro frío es nuestra mejor baza para secar jamones, estoy seguro de que también lo será para secar datos. Quizás haga falta un empujón serio de las administraciones públicas (tal y como se hizo con el aeropuerto) para que Teruel sea un poquito más Virginia.