“No dejemos que la realidad estropee una buena noticia.” Esta afirmación, que en alguna ocasión se escucha en cualquier redacción en tono burlón, rige ahora los designios de algunos ministerios, que han decidido gastar nuestro dinero en campañas para concienciar de que todas las mujeres pueden disfrutar del verano pese a tener un cuerpo “no normativo”. Es una apuesta por acabar con la discriminación, discriminando. Porque si eres obesa, tienes cicatrices por un cáncer de mama o te dejas pelos en las axilas no eres “normal” según el cartel encargado por el Instituto de las Mujeres que tanto revuelo ha levantado en los últimos días.
Más allá de la falsa noticia sobre si la campaña había costado 102.000 euros, la realidad es que se adjudicó a dedo el diseño de un cartel a una ilustradora de Barcelona por casi 5.000 euros. Y ella decidió robar de Internet fotos de mujeres reales que, a su entender, no cumplían con los cánones de los que es una persona estándar. También robó la tipografía utilizada. Y lo más grave, algunas de las imágenes utilizadas fueron modificadas para mejorar a la modelo.
Es el caso de una joven, con una prótesis en la pierna, a la que esta diseñadora le añadió la extremidad que le faltaba y a la que también le puso vello en las axilas. No depilarse está bien, que te falte una extremidad quizás ya no tanto… Además, aún falta por localizar a una señora que aparece haciendo top less y mostrando la cicatriz de un pecho amputado. Me juego lo que quieran a que tampoco sabe que es la protagonista de una campaña ministerial en España… y si me apuran, que su cicatriz también será efecto del Photoshop de género.
El despropósito no puede ser mayor. Primero, por otorgar a dedo una campaña de comunicación ministerial. Segundo, por no comprobar que la autora del mismo haya cumplido con los mínimos requisitos de propiedad intelectual. Y lo más significativo, porque la campaña busca retocar la realidad. “El verano también es nuestro”, dice el eslogan de la misma. Y yo me pregunto: ¿cuándo ha dejado de serlo?
La supervivencia de algunos cargos públicos inventados depende de crear problemas donde no los hay. De inventárselos, vaya. Y la existencia de esta campaña sólo puede querer indicar dos cosas: o que las responsables del Instituto de la Mujer hace mucho que no pisan una playa o una piscina pública… o lo que es peor: buscan señalar con el dedo a determinados colectivos para victimizarlos y erigirse en sus salvadores (salvadoras en este caso).
Consiste en hacer de lo “no normativo” la norma y convertirla en un problema social que no siempre existe; colectivizar a los individuos, recalcar su carácter minoritario e infundir miedo ante el resto de la sociedad; victimizar para generar dependencia al grupo que te recalca lo diferente que eres y lo amenazado que estás por ser supuestamente distinto a la mayoría. Es un juego maquiavélico de control social que vemos a diario por parte de los populismos.
Infundir miedo por ser diferente. Recalcar e incidir en esa diferencia difrazándolo de un mensaje positivo y de integración... Alterar la realidad para que parezca que las playas están llenas de mujeres con cuerpos perfectos que desprecian a quienes no son como ellas. Porque una cosa es transmitir que el respeto al prójimo es la base de nuestra sociedad y otra convertir a “normativo” en el enemigo.
Pero la realidad es que las piscinas, ríos y pantanos están repletas de mujeres (y hombres) con sobrepeso, con prótesis, con cicatrices y con pelos por todo el cuerpo. Y que cada uno ha aprendido a quererse y a aceptarse a lo largo de la vida sin necesidad de que una campaña torticera nos señale con el dedo para decirnos lo peores que somos respecto al resto. Pero eso no interesa en algunos ministerios, no sea que la realidad les estropee una buena campaña de publicidad.