En dos semanas hará cinco años (sí, cinco) que el Ayuntamiento anunció a bombo y platillo la reforma de la plaza de la Marquesa. Tras un concurso, Javier Pastor y Alicia Marco fueron los arquitectos ganadores. Redactaron el proyecto, que costó 18.890 euros más IVA. El monto de la reforma ascendía a 750.000 euros, que pagábamos a medias con la Unión Europea.
No sé quién decidió que ése fuese el proyecto ganador, pero estaría bien saber su(s) nombre(s). Porque no conozco a nadie a quien le gustase cómo iba a quedar la plaza. Cómo sería la cosa que tan sólo un año después de este concurso, la alcaldesa ya lo desterró por plantear una plaza a dos alturas. Prometió que serían los mismos arquitectos (dos jóvenes turolenses) los que se encargarían de la modificación. Y desde marzo de 2022 hasta hoy, la plaza sigue igual.
Ya sabemos que cuando se plantea una remodelación de un espacio público como éste siempre hay voces discordantes. En este caso, si cabe, aún más: Que si los vecinos, que si los comerciantes, que si los defensores de los árboles, que si los hosteleros, que si los amigos del museo, que si los organizadores de las Bodas de Isabel, que si la peña El Trago… Es difícil contentar a todos, de eso no hay duda.
Quizás el problema es que siempre queremos hacer florituras en nuestras calles, con diseños vanguardistas, que son poco útiles para la ciudad y cuyo complejo mantenimiento acaba convirtiendo estos espacios en zonas visiblemente degradadas.
Es el caso de la plaza del Torico. ¿Se ha paseado alguien del consistorio de noche por ahí? No funciona ni una luz decorativa de las cornisas y los porches, hay aceras rotas, el torico-fake está sumido en las sombras porque tan sólo funciona uno de los focos que debería iluminarlo. La imagen es totalmente desoladora. Ya he abordado aquí en otras ocasiones el empecinamiento que tenemos siempre en hacer una ciudad diseñada en despachos de arquitectura super molones que luego nadie se encarga de mantener. Para que se entienda: es como comprarse un Ferrari pero sin tener dinero para llevarlo al túnel de lavado. Al final acabas con un coche carísimo que te da vergüenza sacar a la calle porque está lleno de plastas de palomas.
Lo de la plaza de la Marquesa no es tan complicado. Fuera el asfalto y fuera las aceras pese al desnivel. Den continuidad al suelo que hay en la plaza de la Catedral y doten a f
toda la zona de una continuidad visual y urbanística. Pongan unos árboles en grandes maceteros móviles para que el arbolado no interfiera con la Vaquilla ni con medievales, y no se olviden de instalar unos bancos. Ya está, de verdad, no hace falta mucho más.
Olvídense de experimentos con cuarcitas de color crema, roca caliza y rodeno de color rojo. Hagan un espacio diáfano, con árboles de quita y pon, que permita sacar terrazas, montar gradas puntualmente, mercadillos, mantener allí a la peña El Trago. Es decir, dejen una plaza que podamos llenar de vida cuando sea necesario. El propio museo, el hotel y la Catedral ya confieren majestuosidad a ese espacio. Y olvídense de tanta floritura vanguardista y lucecita de diseño que, visto lo visto, puede acabar siendo lo más parecido a tener otro Ferrari lleno de excrementos.