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Niños petardos Niños petardos

Niños petardos

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Javier Silvestre
No soporto los petardos. Cada vez que suena uno a traición me dan ganas de agarrar por la pechera al chaval que lo ha lanzado. Pero respiro y pienso: ¿Dónde narices están sus padres? Lo más habitual es que los progenitores pasen de todo o, en el peor de los casos, les animen a seguir molestando a todo el mundo mientras ellos siguen a lo suyo refrescándose el gaznate. Esta Vaquilla ha sido una constante tener que sortear a pequeños aprendices de pirotécnicos asediando a todo el que pasaba cerca.

Teruel no es una ciudad de petardos… excepto en la Vaquilla, cuando un espíritu digno de las Fallas parece poseer a todo hijo de vecino. Que si petardo a los pies del primero que pasa, que si experimentamos explotando una botella, que mejor probar ahora en ese hueco de la pared… Y pasa lo que pasa. 

En el grupo de Facebook Teruel denuncia, un usuario subía una foto del muro de piedra de una iglesia de la ciudad. Se ve un agujero y restos de mampostería en el suelo. Podría parecer que alguien lo ha taladrado, pero no. Otra persona aclara que “este año estaban de moda los petardos y uno de los sitios donde los ponían era ahí (visto por mis propios ojos)”. Es decir, que los amantes de las voladuras controladas estaban experimentando directamente con el patrimonio de la ciudad. 

Apuntaba este ciudadano que los petardos “deberían de estar prohibidos por ordenanza municipal ya que no sólo destrozan fachadas… las personas con autismo, personas con ansiedad, depresión… o animales, lo pasan realmente mal”. 

Y no le falta razón, aunque yo ampliaría la red de afectados por estos artilugios explosivos al 99% de la población. Así que, ¿por qué no se prohíben directamente? Además de molestos son peligrosos. Eso por no hablar del mal uso que le suelen dar los chavales que se dedican a usarlos durante las fiestas.
 
Da en el clavo esta persona cuando acaba su publicación diciendo: “Un poquito de civismo y empatía desde la educación familiar por favor. Es triste que por falta de valores éticos, al final se tengan que andar prohibiendo las cosas”.

Ese es el meollo de la cuestión y no se puede expresar mejor. Yo soy de los que no me corto un pelo y cuando un chaval está molestando a toda una terraza con sus insufribles petardos le pego cuatro gritos. Su reacción suele ser instantánea y algunos padres se dan cuenta (sólo en ese momento) de que media plaza de San Juan lleva un buen rato deseando que se le acabe el gas al mechero del pequeño.
 
Sin embargo, hay otros padres que se encaran y te dicen tonterías como “la calle es de todos” o “si no te gusta, te vas a otro lado”. 

Efectivamente, como la calle es de todos a todos hay que respetar. Y quien molesta en este caso es su hijo, no sólo a mí sino a todos los presentes. Pero como no hay educación (ni se le espera) quizás no quede otra solución que regularlo. 

Les aseguro que estaré solo al implorar al Ayuntamiento que se prohiba la venta de petardos en la Vaquilla y que se sancione a quien haga un uso inadecuado de los mismos.

Ya que la falta de educación no puede multarse por ley, al menos, que los ciudadanos tengamos alguna defensa a mano cuando alguien se pone chulo pese a estar molestando a todo el mundo. 

Quien quiera petardos, que se vaya a Valencia en Fallas, que se hartará del olor a pólvora. Pero Teruel debería ser declarada ciudad libre de petardos de una vez por todas.