Voy a intentar abstraerme del país de Tebeo que nos están dejando entre los unos y los otros para centrarme en las cosas que nos pueden tocar más de cerca en nuestra ciudad. Seguro que ustedes ya tienen formas de informarse (o desinformarse) de la ponzoña política que nos gobierna, de los que lo apoyan y de los que hacen una oposición almidonada vergonzante. Así que vamos con lo que, en principio, parece una gran noticia para Teruel.
Publicaba ayer el Diario de Teruel en su portada que “Solarig prevé invertir más de 1.000 millones en una planta de combustible sostenible para aviación en Teruel”. Sin duda, un bombazo socioeconómico para nuestra ciudad. Rezaba el subtítulo que “el proyecto supondrá la creación de 1.200 puestos de trabajo” y aclaraba la noticia que “serán trabajos tecnificados directos e indirectos: 1.000 durante la fase de construcción; y más de 180 durante la operación”. Es decir, sólo este proyecto dará trabajo a un 3% de la población.
Lógicamente, al ser puestos especializados habrá que nutrirse de mano de obra que venga de fuera. Y ahí es donde nos vamos a encontrar un gran handicap. ¿Está la ciudad preparada para la llegada de mil trabajadores y sus familias? La respuestas creo que ya la tienen en sus mentes: No. Y les digo porqué.
El principal escollo (hace semanas que vengo insistiendo en este asunto) es que en nuestra ciudad hay un grave problema de vivienda. No hay pisos en alquiler. No es que sean caros, antiguos o no se adapten a las necesidades de la gente, es que es prácticamente imposible alquilar porque no hay stock. Hay dos causas que explican el fenómeno: primero que muchos propietarios no quieren alquilar sus pisos por la desprotección legal existente que permite declarar vulnerable a una persona que vive con una mascota en casa y te deja de pagar (como lo leen). La segunda causa es la falta de promociones inmobiliarias que tampoco permiten a aquellos que puedan permitírselo comprar una vivienda como inversión para ponerla en alquiler. El tema de los pisos turísticos en el centro mejor lo dejo para otra columna…
Así las cosas, no sé cómo vamos a meter a más de mil personas de aquí a 2030 en Teruel capital. Porque esta no es una ciudad dormitorio y hacerse cada día 160 kilómetros para ir a trabajar sólo se lo permiten ciertas consejeras que disfrutaban gratis del coche oficial.
El segundo escollo está directamente relacionado con el primero. Porque, con esta necesidad habitacional para los trabajadores, tampoco existe la opción de vivir en alguna otra ciudad que tenga una rápida conexión con Teruel. Utilizar un tren de alta velocidad como una lanzadera a Valencia o Zaragoza ayudaría a paliar el problema de la movilidad, pero a la vista del incumplimiento reiterado del calendario anunciado a bombo y platillo por el ministro Óscar Puente, podemos esperar sentados. Además, a nuestra ciudad le intersa que estos trabajadores vengan a vivir a Teruel, no que vayan y vengan a diario, y se gasten sus sueldos fuera…
Otro de los grandes retos a los que se enfrentará la ciudad es la atención sanitaria de los recién llegados. Con un hospital en funcionamiento totalmente desbordado por culpa de la falta de sanitarios (y a la espera de que abra el nuevo, que adolecerá del mismo problema) hay que plantearse cómo conseguir que los trabajadores que vengan no acaban por colapsar un sistema que necesita respiración asistida para mantenerse ranqueantemente vivo.
Y hay otro aspecto que me han comentado varias personas en las últimas semanas: Teruel se está quedando sin profesionales en los pequeños negocios locales. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: porque a un mecánico o un chapista le interesa mucho más irse a trabajar al aeropuerto que estar en un taller de toda la vida. Hay muchos propietarios de negocios que se están planteando cerrar porque sus trabajadores se están yendo a estos mastodontes empresariales que les ofrecen más seguridad y mejores condiciones económicas.
Durante los próximos cinco años nuestra ciudad recibirá una inyección económica importantísima, que puede beneficiarnos a todos. Pero nuestras autoridades deben actuar con rapidez para afrontar las grandes lagunas que pueden lastrar nuestro desarrollo industrial y empresarial. Si hacemos las cosas bien, tras Solarig pueden venir muchos más proyectos. Pero es necesario que la ciudad tenga capacidad para acoger los retos poblacionales que conllevan estas inversiones millonarias. Si fallamos tengan por seguro que vamos a morir de éxito.