Lo de Sumar no es de traca, es una mascletá fallera en toda regla. Nadie exagerará al pensar que la amalgama de partidos liderado por Yolanda Díaz ha muerto. Porque Íñigo Errejón ha hecho lo peor que podía hacer siendo él: comportarse como un machito acosador. Vamos, convertirse en lo que siempre ha criticado con dureza. Y eso es lo que nadie le puede perdonar. Se habla mucho sobre sus adicciones (ya saben lo que significa ese eufemismo en prensa). Ya les aseguro yo que si Errejón deja su cargo por frecuentar esas malas compañías químicas, aludiendo por ejemplo a la salud mental, no sólo nadie le cuestiona si no que además le hacen un monumento a la valentía. Pero no es el caso.
Íñigo ha cometido el mismo pecado capital que su ex amigo Pablo Iglesias, que perpetró la mayor de las incoherencias cambiando su piso de soltero por un casoplón que pocos pueden permitirse. No es que alguien de izquierdas no pueda vivir donde quiera… es el hecho de haber sido el abanderado contra algo en lo que luego te conviertes. Estas incoherencias son las únicas que el elector actual aún no perdona. Ya puede uno estar rodeado de corrupción hasta en la alcoba, que te seguirán votando igual. Nos han convertido en una sociedad de bandos en la que cerramos los ojos ante las montañas de fango de los nuestros, pero agudizamos la vista para no perdonar los granos de sal del enemigo.
Lo que ha ocurrido en Sumar es tan grave que puede que no lleguen a Navidad (o al solsticio de invierno si se sienten más cómodos llamándolo así). Porque ahora, además, hay una guerra interna en la formación. Que si Yolanda lo sabía y lo tapó, que si una diputada de Más Madrid ha sido obligada a dimitir por forzar a una de las mujeres a silenciar su relato, que si ahí lo sabía todo el mundo hace un año y nadie hizo nada. El partido, lejos de afrontar la crisis de forma correcta, vuelve a rozar el ridículo al decidir que la gran medida a tomar para capear la crisis es que todos los miembros de la dirección hagan un curso de… ¡feminismo!
Me dirán que les estoy tomando el pelo, pero no. Para colmo del esperpento, cuando anuncian en rueda de prensa semejante plan de choque una periodista presente les recuerda que esta medida la tienen aprobada desde la última asamblea y que no entiende qué les está contando. Y los cuatro líderes de Sumar, que no saben dónde meterse, deciden echar una lagrimita en solidaridad con las denunciantes, tal y como haría cualquier niño de cinco años cuando se ve acorralado tras haberse portado mal.
Es normal esta reacción lacrimógena en unas formaciones políticas en la que se apela mucho más a lo emocional que a lo racional, por eso cuando hay una herida se sangra a borbotones. Y la hemorragia de Sumar no hay torniquete que la aguante. Menos aún cuando hay muchos intereses para que la formación se desangre. Por un lado, Podemos agitando el avispero para intentar llevarse parte de ese electorado anteriormente arrebatado y por otro el PSOE que tiene tanto fango que tapar (entre Ábalos, Koldos, Aldamas, Begoñas y hermanísimos…) que cada minuto sin que se hable sobre la corrupción que les rodea es un minuto de oxígeno para coger aire.
Ojalá hubiese más reacciones del votante como la que se está produciendo con Errejón. Querría decir que no nos tienen a su merced, que no lo perdonamos todo y que aún tenemos memoria antes de depositar nuestro voto. Exijamos coherencia al resto de líderes políticos con la misma firmeza o de este estercolero no saldremos bien parados.
Íñigo ha cometido el mismo pecado capital que su ex amigo Pablo Iglesias, que perpetró la mayor de las incoherencias cambiando su piso de soltero por un casoplón que pocos pueden permitirse. No es que alguien de izquierdas no pueda vivir donde quiera… es el hecho de haber sido el abanderado contra algo en lo que luego te conviertes. Estas incoherencias son las únicas que el elector actual aún no perdona. Ya puede uno estar rodeado de corrupción hasta en la alcoba, que te seguirán votando igual. Nos han convertido en una sociedad de bandos en la que cerramos los ojos ante las montañas de fango de los nuestros, pero agudizamos la vista para no perdonar los granos de sal del enemigo.
Lo que ha ocurrido en Sumar es tan grave que puede que no lleguen a Navidad (o al solsticio de invierno si se sienten más cómodos llamándolo así). Porque ahora, además, hay una guerra interna en la formación. Que si Yolanda lo sabía y lo tapó, que si una diputada de Más Madrid ha sido obligada a dimitir por forzar a una de las mujeres a silenciar su relato, que si ahí lo sabía todo el mundo hace un año y nadie hizo nada. El partido, lejos de afrontar la crisis de forma correcta, vuelve a rozar el ridículo al decidir que la gran medida a tomar para capear la crisis es que todos los miembros de la dirección hagan un curso de… ¡feminismo!
Me dirán que les estoy tomando el pelo, pero no. Para colmo del esperpento, cuando anuncian en rueda de prensa semejante plan de choque una periodista presente les recuerda que esta medida la tienen aprobada desde la última asamblea y que no entiende qué les está contando. Y los cuatro líderes de Sumar, que no saben dónde meterse, deciden echar una lagrimita en solidaridad con las denunciantes, tal y como haría cualquier niño de cinco años cuando se ve acorralado tras haberse portado mal.
Es normal esta reacción lacrimógena en unas formaciones políticas en la que se apela mucho más a lo emocional que a lo racional, por eso cuando hay una herida se sangra a borbotones. Y la hemorragia de Sumar no hay torniquete que la aguante. Menos aún cuando hay muchos intereses para que la formación se desangre. Por un lado, Podemos agitando el avispero para intentar llevarse parte de ese electorado anteriormente arrebatado y por otro el PSOE que tiene tanto fango que tapar (entre Ábalos, Koldos, Aldamas, Begoñas y hermanísimos…) que cada minuto sin que se hable sobre la corrupción que les rodea es un minuto de oxígeno para coger aire.
Ojalá hubiese más reacciones del votante como la que se está produciendo con Errejón. Querría decir que no nos tienen a su merced, que no lo perdonamos todo y que aún tenemos memoria antes de depositar nuestro voto. Exijamos coherencia al resto de líderes políticos con la misma firmeza o de este estercolero no saldremos bien parados.