![Garbanzos podridos](/uploads/diariodeteruel/contenidos/74446_campana-recogida-firmas.jpg)
![Garbanzos podridos](/uploads/diariodeteruel/contenidos/m_74446_campana-recogida-firmas.jpg})
Los vecinos de la calle Comadre están recogiendo firmas para que la DGA traslade el piso de acogida para menores extranjeros no acompañados (Menas) que se sitúa en un bloque de apartamentos. Piden a los ciudadanos que viven en la plaza de la Judería, calle Ainsas y Muñoz Degraín que se sumen a esta protesta para intentar recuperar la tranquilidad perdida desde que se abrió el inmueble tutelado.
El que haya pasado por esta calle de la ciudad por la noche sabe perfectamente de qué se quejan los vecinos. Peleas, gritos, amenazas e inseguridad en pleno centro de Teruel generada por algunos de los chavales acogidos que se han adueñado de la zona. Y una más que difícil solución.
Es complicado abordar este tema con valentía y sin que nos tilden (los de siempre) de racistas, fachas y últimamente también nazis. Pero hay que vivir en la calle Comadre para experimentar lo que unos pocos de estos menores pueden llegar a generar. Seguro que recuerdan el vídeo de la pelea de unos chavales en la que José Ramón Martín Romero, concejal del partido CHA, y María Luisa Romero Fuentes, candidata de Sumar, se vieron atrapados y que generó gran controversia en los medios nacionales. Es el mismo punto donde, hace dos semanas, la gente que estaba en las puertas de un pub cercano tuvo que salir huyendo por la lluvia de botellas de cristal que procedían de, oh casualidad, ese mismo punto.
Si pasar por la calle Comadre se ha convertido en un deporte de riesgo, imaginen lo que tiene que ser para los vecinos del bloque donde está el piso de jóvenes tutelados.
¿Cuál es la solución? Lo primero, me canso de repetirlo, una constante presencia policial en la zona. Menos dar vueltas luciendo deportivo por el Ensanche y más centrarse en ese punto. Segundo: identificar qué chavales son los conflictivos (algunos han sido detenidos ya por robos, amenazas a la autoridad o hurtos en comercios cercanos) y mandarlos a un centro de menores en régimen cerrado. Porque, al final, la media docena de garbanzos podridos que sólo quieren vivir del cuento perjudican a los otros chavales (la mayoría) que aprovechan la oportunidad para tratar de labrarse un futuro lejos de sus familias.
Tiene que haber un control férreo del comportamiento de estos menores. Y el que no cumpla las normas, que asuma las consecuencias. Por todos es sabido quiénes son. Cómo amedrentan a los chavales del instituto, rajan las ruedas de los profesores y han sido varias veces expulsados de los centros docentes por agredir a compañeros o trapichear con drogas.
Insisto. No son la mayoría, pero eso no impide que estos menores delincuentes se crean impunes ante la ley. Los educadores de las ONGs que (subvención mediante) se las desean para mantener el orden en estos pisos tutelados bastante tienen con llegar a final de mes. Con un micrófono delante siempre se aferran a los casos de menores que han salido adelante, pero en cuanto hablas con ellos sin taquígrafos, reconocen que los matones imponen su ley y que ellos poco pueden hacer sin jugarse la integridad física.
Los de siempre te dirán que son bulos, que si la extrema derecha y que si pepinillos en vinagre. Se les suele pasar el sentimiento utópico cuando les ponen un piso de este tipo en su calle. Porque es muy bonito teorizar hasta que la realidad te noquea de un puñetazo.
Hay chavales que llegan aquí y aprovechan esta oportunidad. Hay otros que dan bandazos pero que, al final, consiguen integrarse. Pero unos pocos ya han dado muestras más que evidentes de lo que pretenden y acaban salpicando al resto. A las ONGs que viven a golpe de subvención por cada menor que acogen no les conviene que se cierre el grifo, pero los vecinos tienen derecho a vivir tranquilos y seguros. Así que apliquen medidas correctivas con estos parásitos indeseables y extírpenlos de los pisos tutelados de una vez o acabarán pagando justos por pecadores.
Y a los vecinos que han puesto en marcha esta recogida de firmas os digo: no os dejéis insultar, ni mucho menos juzgar, por los autoproclamados líderes morales de siempre. Por cada persona que os llame racistas, invitadlos a pasar un fin de semana en vuestras casas. Ya veréis cómo se les pasa la tontería rapidito... Aunque todos sabemos que ninguno querrá ir, no sea que se les desmonte el discurso chupiguay que les han inoculado.
El que haya pasado por esta calle de la ciudad por la noche sabe perfectamente de qué se quejan los vecinos. Peleas, gritos, amenazas e inseguridad en pleno centro de Teruel generada por algunos de los chavales acogidos que se han adueñado de la zona. Y una más que difícil solución.
Es complicado abordar este tema con valentía y sin que nos tilden (los de siempre) de racistas, fachas y últimamente también nazis. Pero hay que vivir en la calle Comadre para experimentar lo que unos pocos de estos menores pueden llegar a generar. Seguro que recuerdan el vídeo de la pelea de unos chavales en la que José Ramón Martín Romero, concejal del partido CHA, y María Luisa Romero Fuentes, candidata de Sumar, se vieron atrapados y que generó gran controversia en los medios nacionales. Es el mismo punto donde, hace dos semanas, la gente que estaba en las puertas de un pub cercano tuvo que salir huyendo por la lluvia de botellas de cristal que procedían de, oh casualidad, ese mismo punto.
Si pasar por la calle Comadre se ha convertido en un deporte de riesgo, imaginen lo que tiene que ser para los vecinos del bloque donde está el piso de jóvenes tutelados.
¿Cuál es la solución? Lo primero, me canso de repetirlo, una constante presencia policial en la zona. Menos dar vueltas luciendo deportivo por el Ensanche y más centrarse en ese punto. Segundo: identificar qué chavales son los conflictivos (algunos han sido detenidos ya por robos, amenazas a la autoridad o hurtos en comercios cercanos) y mandarlos a un centro de menores en régimen cerrado. Porque, al final, la media docena de garbanzos podridos que sólo quieren vivir del cuento perjudican a los otros chavales (la mayoría) que aprovechan la oportunidad para tratar de labrarse un futuro lejos de sus familias.
Tiene que haber un control férreo del comportamiento de estos menores. Y el que no cumpla las normas, que asuma las consecuencias. Por todos es sabido quiénes son. Cómo amedrentan a los chavales del instituto, rajan las ruedas de los profesores y han sido varias veces expulsados de los centros docentes por agredir a compañeros o trapichear con drogas.
Insisto. No son la mayoría, pero eso no impide que estos menores delincuentes se crean impunes ante la ley. Los educadores de las ONGs que (subvención mediante) se las desean para mantener el orden en estos pisos tutelados bastante tienen con llegar a final de mes. Con un micrófono delante siempre se aferran a los casos de menores que han salido adelante, pero en cuanto hablas con ellos sin taquígrafos, reconocen que los matones imponen su ley y que ellos poco pueden hacer sin jugarse la integridad física.
Los de siempre te dirán que son bulos, que si la extrema derecha y que si pepinillos en vinagre. Se les suele pasar el sentimiento utópico cuando les ponen un piso de este tipo en su calle. Porque es muy bonito teorizar hasta que la realidad te noquea de un puñetazo.
Hay chavales que llegan aquí y aprovechan esta oportunidad. Hay otros que dan bandazos pero que, al final, consiguen integrarse. Pero unos pocos ya han dado muestras más que evidentes de lo que pretenden y acaban salpicando al resto. A las ONGs que viven a golpe de subvención por cada menor que acogen no les conviene que se cierre el grifo, pero los vecinos tienen derecho a vivir tranquilos y seguros. Así que apliquen medidas correctivas con estos parásitos indeseables y extírpenlos de los pisos tutelados de una vez o acabarán pagando justos por pecadores.
Y a los vecinos que han puesto en marcha esta recogida de firmas os digo: no os dejéis insultar, ni mucho menos juzgar, por los autoproclamados líderes morales de siempre. Por cada persona que os llame racistas, invitadlos a pasar un fin de semana en vuestras casas. Ya veréis cómo se les pasa la tontería rapidito... Aunque todos sabemos que ninguno querrá ir, no sea que se les desmonte el discurso chupiguay que les han inoculado.