Sandra Balsells, fotoperiodista de guerra: “La fotografía para mí ha sido la excusa para pisar la historia sobre el terreno”
Comparte su larga experiencia como reportera de guerra codirigiendo el Seminario de AlbarracínSandra Balsells (Barcelona, 1966) es una fotoperiodista conocida por su trabajo en la guerra de Yugoslavia, aunque ha estado en el centro del huracán de un buen número de conflictos bélicos de finales del siglo XX. Profesional de raza, pasional y moderadamente optimista con el futuro, codirige desde 2003 el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín.
- ¿Desde cuándo colabora con Gervasio Sánchez en la organización del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín?
- La primera edición en 2001 yo estaba a punto de publicar mi libro Balcany Memoriam sobre los diez años de la antigua Yugoslavia, y vine invitada a presentar mi trabajo por Gervasio en una primera edición que fue mítica. Y a partir de 2003, en la tercera edición del seminario, Gerva me pidió que le echara una mano, vimos que nos organizábamos bien juntos y desde entonces estamos con esto.
- ¿Su relación con Gervasio Sánchez venía ya de antiguo?
- Nos conocíamos desde mitad de la década de los 90. Coincidimos trabajando juntos en la Guerra de Kosovo, en 1998, y pronto establecimos muchos vínculos. Primero por la afinidad en cuanto al tipo de fotografía que practicamos, y segundo porque hay mucho afecto y mucho cariño entre los dos. Hemos estado juntos en muchos proyectos; Albarracín es uno de ellos, pero yo hice un primer comisariado grande de una obra llamada Latidos de un mundo convulso en el que conté con él. Creo que eso le gustó, y cuando estaba organizando el trabajo de Desparecidos, que empezó Rafael Doctor y que luego tuvo que dejar, me pidió que comisariase ese gran proyecto. Y digo grande porque simultaneamente lo presentamos en tres espacios; en el CCCB, la Casa Encendida y el MUSAC. Y después de eso Gervasio recibió el Premio Nacional de Fotografía en el 2009 y también me pidió que comisariara el proyecto de sus 25 años de trabajo. Hemos trabajado juntos en muchos proyectos.
- Es conocida sobre todo por su trabajo como fotoperiodista de guerra. ¿Le atrae la fotografía desde otras perspectivas?
- Sí. Como a casi todos los fotógrafos, a mí me interesan casi todos los ámbitos de la fotografía, por qué son muy enriquecedores. Otra cosa es ver para qué eres válido a la hora de ejercerlo. A mi me ha interesado es el reportaje de internacional, y durante muchos años han sido situaciones muy convulsas. Pero en un momento determinado de mi vida, en 2002, comienzo un proyecto muy diferente que me hizo mucha ilusión, un trabajo antropológico sobre la religión en Sicilia. Desde entonces he optado por otras vías donde me siento muy cómoda trabajando y disfruto mucho.
- ¿Lo ha tenido más difícil como fotoperiodista por ser mujer?
- En mi experiencia personal ser mujer ha sido una ventaja. Te mueves siempre en un mundo masculino, de militares, de periodistas, y el hecho de que seas mujer despierta instinto de protección. Tú sabes perfectamente lo que estás haciendo pero los demás piensan que estás por ahí perdida, pobre chica, y de algún modo puedes aprovecharte de esta amabilidad que a veces despiertas en ese mundo tan masculino.
- ¿Son ciertos los tópicos románticos sobre la profesión de reportero gráfico de guerra?
- En la fotografía de conflicto solo pienso en un detonante, que es que te interese mucho la historia. Para mí la fotografía ha sido la excusa para pisar la historia sobre el terreno, en primera persona. Es la oportunidad para construir el relato de la historia desde tu punto de vista. Esa visión romántica que existe es un poco naif, un poco ingenua.
- También existe un arquetipo de reportero bélico como un tipo sin vida privada y con pocos escrúpulos...
- La gran dificultad es sobrevivir del oficio, y eso implica muchas renuncias. En mi caso las he tenido a nivel familiar. Es un oficio pasional, así que no vives esa renuncia como tal porque lo que estás haciendo te llena mucho. Compaginar esta profesión con tu vida personal no es fácil. Yo llevo una vida ordenada desde el punto de vista familiar desde hace 17 años, pero reconozco que antes de eso la prioridad era trabajar en los proyectos que realmente me apasionaron.
- Hoy en día cualquier puede distribuir una fotografía desde cualquier punto del planeta a todo el mundo por las redes sociales. ¿Peligra el oficio de reportero gráfico?
- Son cosas diferentes. Si tú estás con tu movil en Las Ramblas de Barcelona el 17 de agosto, el día del atentado, no hay ningún problema en que lo registres y lo compartas. Otro problema es lo que se hace luego con esas imágenes, pero en principio no hay inconveniente. Pero eso no es incompatible con el trabajo más filtrado y reflexivo que hace después un profesional de la imagen o del periodismo. No son mundos incompatibles. El gran problema viene cuando los medios de comunicación acaban tirando de ese material gratuito y amateur, sustituyendo la figura del profesional. Si eso se generaliza vamos camino de la hecatombe.
- ¿Y no le parece que caminamos hacia eso?
- Yo siempre le doy la vuelta a la tortilla. Mira en un periódico generalista serio cuál es el porcentaje de fotografías hechas por el ciudadano. Es ínfimo, a no ser que tenga lugar una catástrofe que justifique ese uso. La prensa seria no va por ese camino.