Rosa Blasco, escritora alcañizana: “Están repuntando los fanatismos y el fanatismo lleva al desastre siempre”
Su última novela recrea una historia de ficción en medio de la revolución libertaria anarquista en el Bajo AragónLa escritora alcañizana afincada en Tudela Rosa Blasco aborda en su última novela, La sangre equivocada, una historia de ficción sobre una heroína en medio de la convulsa y apasionante década de los 30 en España. El día 20 la presenta en el Palacio Ardid de Alcañiz (19 h.), el 21 en Librería Serret de Valderrobres (12 h.) y pasadas las navidades, en Teruel, Zaragoza y Pamplona.
-La sangre equivocada supone, de entrada, un salto mortal con respecto a su anterior novela, El sanatorio de la Provenza. Solo comparten la vocación histórica, en aquella ocasión la medicina en el siglo XIX y ahora la década de los 30 en España...
-Así es. La novela se ambienta en un periodo complicadísimo y convulso que me ha llevado a un trabajo ingente de documentación. Precisamente uno de los objetivos de la novela era divulgar unos sucesos que tuvieron lugar en Aragón y que fueron absolutamente singulares en todo el mundo, y que no son conocidos a nivel popular. Los anarquistas tomaron el poder y proclamaron la revolución libertaria, algo que nunca había ocurrido. Sobre ese escenario me he inventado una trama de ficción, que no puede considerarse un thriller aunque para el final reservo una sorpresa monumental que de algún modo da sentido a toda la historia.
-¿Por qué se marchó a este periodo precisamente?
-Yo soy de Alcañiz pero mi padre de Aguaviva. En una ocasión paseando por el pueblo entramos a una ermita que hay a la salida del pueblo, y entre los muchos grafittis que hay nos quedamos con uno que firmaba un brigadista del batallón Lincoln en 1937. Me pareció tan sugerente y novelesco que empecé a indagar. Y hablando con mi padre y con abuelos me di cuenta que había muchas historias que contar al respecto. Por eso no hablo solo de la guerra civil, que de hecho es casi algo puntual en la novela, sino sobre toda una década... Yo diría que es una de esas novelas de iniciación, sobre una persona que pasa de la niñez a la edad adulta eligiendo uno de los muchos caminos que se le abren. Al final habla sobre una mujer que termina siendo una valiente, una heroína que toma decisiones que la ponen en peligro, algo que no está de moda en la sociedad cobarde en la que vivimos.
-Ambienta la novela en Ley, un pueblo ficticio del Bajo Aragón turolense, aunque aparecen muchos topónimos reales. ¿Al final es un pueblo con nombre y apellidos que prefiere mantener en el anonimato, o realmente es una invención?
-Es completamente imaginario. Para hacer novela histórica sobre un pueblo real hay que conocer perfectamente su historia, y casi ninguno de esos pueblos tiene la historia de aquellos años escrita. Y tampoco quería hacer un ensayo histórico, sino una ficción, y para eso me tenía que permitir licencias literarias que son más fáciles de desarrollar en un lugar inventado.
-¿Por qué eligió el nombre de Ley precisamente? Es muy sugerente teniendo en cuenta que habla sobre una experiencia anarquista en el gobierno, sobre quizá el único estado anarquista que ha existido, algo que en sí mismo es un oxímoron... ¿Es una metáfora? ¿Una ironía?
-¡Qué va! No hay ninguna razón que justifique el nombre. Me gustan los nombres terminados en “y” y Ley le daba una musicalidad al texto que me atraía. Y una vez que empecé a usar el nombre en la cabeza ya no tuve ningún motivo para cambiarlo. No quería que pareciera una metáfora pero es muy interesante que a ti te lo haya parecido. Igual empiezo a decirlo en las entrevistas. (Risas).
-La sangre equivocada habla de mujeres, habla de anarquismo... ¿Es una novela militante en algún sentido?
-No. No es lo que pretendía. Yo soy feminista desde antes de que estuviera de moda pero este libro no está escrito con este afán. La protagonista es una mujer lo mismo que el protagonista de mi libro anterior fue un hombre. Y esta mujer, Valentina, es una gran feminista aún sin saberlo en un contexto muy machista, porque los anarquistas de los años 30 eran libertarios pero machistas. Pero no lo he hecho por militancia. Y desde el punto de vista político he intentado mantenerme al margen. Todo lo que es posible, porque al final es imposible ser completamente aséptica. Precisamente también hablo de eso en el libro, de lo relativo que es todo y de cómo se crea una ideología. Valentina nace en una familia determinada con un hermano anarquista que le influye. Si su hermano hubiera sido falangista pues seguramente ella hubiera sido de otro modo.
-Bueno... solamente escribir sobre las colectivizaciones anarquistas ya es una toma de partido. ¿Por qué se desconoce tanto esta parte de la historia?
-Y el que lo conoce lo hace con el prisma con el que se lo han explicado. Hay cosas en las que creo fervientemente, como la democracia. Pero quizá por mi condición de médico siempre he pensado que el ser humano está por encima de cualquier ideología. Me han contado historias personales en los años 30 que dejan pequeño al Daesh. Es una época que muchos no quieren remover y me parece bien, pero creo que tenemos la obligación de arrojar luz sobre estas cosas para no repetir errores. Miras a tu alrededor y ves que vuelve a haber un repunte de los fanatismos, y el fanatismo lleva al desastre siempre.