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Rafael Esteruelas, corredor de montaña trasplantado: Rafael Esteruelas, corredor de montaña trasplantado:
Rafael Esteruelas, en una de sus salidas en las que ya camina hasta 5 kilómetros

Rafael Esteruelas, corredor de montaña trasplantado: "Mi cabeza nunca se desconectó y siempre tuve el mente continuar corriendo"

El 'trail runner' alcañizano se sobrepone a un trasplante de médula y otro de pulmón para volver a correr"
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José Luis Rubio

Rafa Esteruelas mira a las montañas con nostalgia y sus ojos esconden el desafío que cualquier corredor de trail tiene ante las alturas: el de volver a subir tan rápido como pueda. Ese impulso  le ayuda a recuperarse del calvario que ha vivido en los últimos cinco años, en los que se ha tenido que sobreponer a la leucemia y a un trasplante de pulmón.

-Usted sigue mirando a las montañas después de sobreponerse a un calvario sanitario
-Sí, mi intención es volver a la montaña. De momento estoy andando y ya hago mis cuatro o cinco kilómetros.

-¿Qué le ocurrió?
-Empecé con la leucemia a finales de diciembre del 2017, un año que además fue muy bueno para mí, que corrí muy bien, ese año estuve genial. Y ese noviembre corrí la última carrera, la Maratón del Montseny con mi mujer, Marta. Después de la maratón, cogí un poco de gripe por lo que estuve tres semanas sin correr, pero cuando quise volver me encontré más flojo y, aunque Marta y yo salíamos a entrenar y hacíamos tiradas de 15 o 20 kilómetros, a veces me costaba seguirla. Me hice una analítica el 29 de diciembre de 2017, cuando hacía menos de seis meses que había abierto la tienda Running Trail Alcañiz. Por la mañana fui a hacerme el análisis y después fue a la tienda. A las dos horas me llamaron porque había que repetir la analítica, que había salido mal. Entonces cuando cerré el mediodía, fui a repetirme la analítica y al poco rato me dijeron que tenía una cama esperándome en el Servet.

-¿Cómo fue ese cambio tan drástico?
-Yo no tenía ninguna molestia y, como soy muy optimista, cuando me dijeron que tenía cáncer no le vi el lado malo a tener que ir a Zaragoza con las quimios y todo, sino que pensaba que esto sería un proceso corto y que en seguida estaría corriendo de nuevo. La verdad es que todo lo que fue la leucemia me fue muy bien, aunque al principio fue duro porque fueron tres tandas de quimio de un mes. La quimio, que era para prepararme para el transplante de médula, no me dejaba muy tocado y yo salía y podía hacer vida normal.

Primero probaron a hacerme un autotrasplante y me metieron un mes en una cámara. Eso sí que fue duro porque solo cabía una cama y un sofá y no podía dar ni un paso. Después vieron que la leucemia se podía repetir y me hicieron el transplante de médula de mi hermana, que era perfectamente compatible, pero tuve que estar otro mes dentro de la cámara. Eso sí que fue duro de verdad.

El trasplante

-¿Y cómo salió el transplante?
-Salí muy bien del trasplante. A los tres o cuatro meses ya volví a trotar. Hasta llegué a hacer una carrerita de 10 kilómetros de montaña. Así, justo un año después del trasplante, me casé en el albergue del Último Bucardo, que es donde conocí a Marta. Allí nos conocimos en una carrera y allí nos casamos. Justo entonces empecé a notar que veía que me faltaba aire. Y poco a poco fui yendo mucho de médicos hasta que me dijeron pues que era un efecto secundario del trasplante de medula, que se llama EICH (Enfermedad de Injerto Contra el Huésped), que suele afectar a los ojos o la boca pero que a mí me atacó sobre todo al pulmón. Y aunque hubiera podido aguantar algunos años con el EICH, cogí el covid y me bajó mucho la saturación. Entonces llevaba oxígeno, pero solo para dormir, por las noches. Pero después del covid me bajó la saturación a 88 y me pusieron el oxígeno las 24 horas del día. Entonces me empezaron comentar la opción del transplante de pulmón, pero había que esperar cinco años desde el trasplante de médula.

-Aún le faltaban dos años ¿Cómo vivió esa espera?
-Me tocó estar dos años con el oxígeno 24 horas, sentado en una silla. Me compré un handbike que es como un motor que va enganchado a la silla y eso me daba vida porque como ponía ruedas de montaña me valía acompañar a Marta cuando se iba a la montaña a entrenar. Yo iba con el Batec con el oxígeno detrás de mí en una mochililla y me movía dentro de mis posibilidades.

-Esa era una forma de regresar a la montaña
-Mi cabeza nunca se desconectó de la montaña como corredor.  Yo siempre tuve en mente el continuar corriendo. Y cuando estaba más jodido, con el oxígeno a las 24 horas, yo intentaba hacer lo que podía. Aparte, tuve la suerte de que mi mujer siguiera corriendo y yo la acompañaba a las carreras. Y cuando ya llevas tantos años en la montaña en las carreras, creas una familia.

-¿Va a poder volver a correr?
-Me dijeron que después del transplante de pulmón, si no había ningún problema, sí podría volver a correr. No como antes, pero sí. Y el transplante ha ido genial. Pero claro, después de tanto tiempo, cuando salí del hospital ya no sabía ni andar porque había perdido toda la musculatura después de dos años sentado en una silla. Ahora ya hago cuatro o cinco kilómetros, pero andando, no corriendo. Me he probado cuesta abajo pero aún estoy muy torpe.

-¿Le ha ayudado su experiencia como corredor de montaña en esta odisea?
-Esto es mi ultra trail. Yo corría ultra trail, de hasta de 100 kilómetros, y sé lo que es enfrentarse a una subida de 800 metros positivos y la cabeza te dice que no. Pues a mí me pasaba exactamente igual en enfermedad.