Nati Cinca, presidenta de la Asociación de Amas de Casa Santa Bárbara de Ariño: “‘Entre mandiles y apaños’ es una buena oportunidad para recuperar recetas”
Apoyan el proyecto del balneario y no dejan caer sus cuatro cursos: pintura, zumba, manualidades y patchworkLa Asociación deAmas de Casa Santa Bárbara de Ariño, activa desde 1995, cumple este año 25 años de historia oficial dedicada a dinamizar el municipio con multitud de talleres de cocina, manualidades, corte y confección, pintura al óleo, bolillos o zumba, además de charlas formativas, viajes o intercambios. Siempre dispuestas a colaborar, la veintena de socias activas han sido reclutadas por el Balneario de Ariño para el proyecto Entre mandiles y apaños, que busca recuperar para la hostelería el sabor de las recetas de toda la vida. Su presidenta es Nati Cinca.
-¿En qué va a consistir su colaboración con el proyecto?
-Nos pidieron ayuda para ver si podíamos recopilar las recetas de antaño, explicar cómo se cocinaba antiguamente y localizar a alguna persona que estuviera dispuesta a enseñarnos. Finalmente haríamos una publicación para poder repartir a las socias y a todo el público. La idea es recopilar la mayor cantidad de información posible entre la gente mayor para que los más jóvenes no pierdan la tradición gastronómica. Se ha organizado un concurso popular de recetas.
-¿Qué platos destacaría de la gastronomía de la zona?
-Antiguamente no había mucho dinero, por lo que hay mucha caldereta y farinetas. Destacaría un postre, una especie de turrón a base de harina y miel que, como tantas otras cosas, se hacían con lo que uno tenía en casa. Se aprovechaba todo y la gente guisaba las gallinas, conejos y cerdos que criaba. Entonces el tocino no se tiraba.
-¿Considera importante que no se pierda este legado?
-El proyecto es una buena oportunidad para recuperar recetas y que la gente joven se interese por ellas. Cuando mi madre hace alguna vez el postre que digo, que no sé ni cómo se llama, es un buen día porque está buenísimo. Lleva un faenón de mil pares de narices, pero no tiene más secreto que harina, agua y miel. Se come para Navidad.
-¿Cree que el visitante come producto y platos de la zona en los establecimientos?
-El proyecto gastronómico está enfocado a que venga gente de fuera y deguste la gastronomía tradicional. Yo cuando viajo intento probar cosas distintas a las que como aquí, prefiero comer algo que no haya comido nunca.
-¿Cómo se apañan en la asociación en tiempos de pandemia?
-Esto es un jaleo. Ha habido bastante gente que no se ha querido apuntar a los talleres, por miedo básicamente. Estamos a la espera de comenzar en noviembre con todo, tenemos dos salones y si sobrepasamos el límite nos dividiremos. Por ejemplo, la pintura al óleo primero se puede dar a los niños y luego a los mayores, para no coincidir. Y la zumba la estamos intentando cuadrar, aunque sea en el polideportivo. Intentaremos solucionar el problema de los grupos de seis a base de echar más horas, porque la gente quiere hacer cosas.
-Zumba, pintura… ¿Qué otras actividades organizan?
-Tenemos pintura al óleo, manualidades, patchwork y zumba. Eso es lo que la gente demandó en una especie de encuesta que hicimos. En manualidades solemos estar once personas, pero con la pandemia nos hemos quedado en seis; en patchwork ha fallado una y éramos seis, en pintura ocho o nueve nos quedamos, con varios niños; y en zumba hay bastante gente, de 15 a 20 personas. Todo lo organizamos por nuestra cuenta.
-Vamos, que dinamizan el pueblo.
-Sí, pero nos gustaría que la gente se apuntara un poco más. Lo intentas para que la gente no se quede en casa pero es difícil, siempre somos las mismas las que participamos.
-Lo importante es que siguen con ganas, pese a todo.
-Como de una semana a otra te cambian los planes, tienes que adaptarte. Si hay que abrir los cursos, se abrirán, y si no cerraremos. Lo que no queríamos era dejarlo de lado, porque si se cierra un año es difícil retomar que la gente vuelva a salir. No hay que tener miedo, pero sí respeto. Lo tenemos todo ventilado y funcionamos con líquidos desinfectantes y mascarillas, y con la distancia de seguridad.
-¿Cuántas socias son?
-Unas 90, de las que activamente estamos una veintena a todo tirar, de una edad media de 50 años o así.
-¿Cómo valora la labor de una asociación así en un pueblo?
-Se hace por salir un poco, por tener relación con los vecinos. En una ciudad tienes muchas cosas para hacer, pero en un pueblo si no sales a alguna cosa de estas no sabes cómo distraerte. La tele cansa.
-¿El término ‘ama de casa’ tira para atrás a las más jóvenes a la hora de participar?
-Hay hombres apuntados igual, pero el nombre viene de atrás y cambiarlo a estas alturas no se contempla. Hay amas de casa y otras trabajamos, como es mi caso. El nombre no es lo importante.
-¿Tienen local propio?
-Estamos en el salón de la tercera edad, en la parte más alta del edificio de la biblioteca. El ayuntamiento nos lo cede.
-Al margen de los talleres ordinarios, ¿convocan algún evento?
-También hacemos mercadillos solidarios para los niños con cáncer. Estamos abiertas a todo.