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Mari Cruz Andueza, Congregación de Misioneras de la Inmaculada Concepción: “He pasado casi 35 años  en Paraguay empoderando  a las mujeres con su trabajo” Mari Cruz Andueza, Congregación de Misioneras de la Inmaculada Concepción: “He pasado casi 35 años  en Paraguay empoderando  a las mujeres con su trabajo”
Mari Cruz Andueza, en la redacción de DIARIO DE TERUEL

Mari Cruz Andueza, Congregación de Misioneras de la Inmaculada Concepción: “He pasado casi 35 años en Paraguay empoderando a las mujeres con su trabajo”

La misionera visita Teruel para participar en la campaña de Manos Unidas que aboga por compartir la riqueza
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Mari Cruz Andueza tuvo claro desde que era una niña que vivía en un caserío vasco que quería trabajar por la gente de los países pobres. Con 20 años, poco después de trasladarse a estudiar a Zaragoza, ingresó en la Congregación de Misioneras de la Inmaculada Concepción. Tras formarse y estar unos años por España, les dijo a sus superiores: “Yo no me he hecho monja para estar aquí, yo quiero ir a África o América como misionera”. Y así fue como en 1984 llegó a Villarrica, en Paraguay, donde permaneció hasta 2020.

-Usted pasó su vida como misionera en tierras paraguayas...

-Pasé casi 35 años en el campo trabajando con mujeres campesinas, sacando adelante a familias, empoderando a la mujer a través de su trabajo y de su educación.

-Quiso dar poder a las mujeres desde su condición de monja misionera...

-¡Sí, ya lo creo! ¡Aquí llevamos tantos años diciendo que somos iguales y procurando por todos los medios que así lo sea...! Pues fíjate, allá no salen de su casita, educando a los hijos y llevándolos a la escuela, trabajando un poquito en una huerta y teniendo algunas gallinitas. Es que no salen, no saben lo que es el mundo y son totalmente dependientes. A la mañana, el marido se levanta y sale por la puerta para ir al trabajo y ellas salen corriendo detrás de él para que les deje un poquito de dinero para comprar la comida. Y así, rogándole al marido, que a veces les da y a veces no, se tienen que arreglar como pueden. Entonces, viendo esa dependencia y que ellas son las que tienen que poner la comida y todo a la familia, yo les decía que en mi tierra, la mujer, que es la que sabe lo que falta en casa, es la que maneja el dinero. Les preguntaba qué tal si vosotras, cuando tenéis los hijos pequeños no tenéis nada para darles nada y vuestro marido por el mundo con el dinero en el bolsillo. Pues no.

-¿Qué hicieron para cambiar sus vidas?

-Empezamos a trabajar con las mujeres haciendo que tuvieran animales domésticos y una huerta y que produjeran mucho más. Cuando tuvieron suficiente, o sea, cuando producían bastante más de lo que podían consumir, les enseñamos a tener ferias en el pueblo y en la capital para poder vender. Y cuando los maridos, que no querían colaborar con ellas, vieron que iban a casa con dinero, se pusieron a trabajar con ellas en vez de ir a trabajar para otros. Entonces, los técnicos también enseñaron a los hombres a producir cereales en el campo. Todo esto lo hicimos, como siempre, con proyectos de Manos Unidas. Y con todo eso, fueron mejorando la situación y salieron adelante.

-Dentro de todo lo que hizo en Paraguay, ¿hay algo de lo que se sienta especialmente orgullosa?

-Me siento orgullosa de que se haya podido poner en marcha una economía del compartir, como dice Francisco. Nosotras nunca hemos trabajado, y Manos Unidas tampoco lo hace, con gente particular sino con grupos de ciudadanos. Estoy orgullosa de haber creado esa financiera solidaria por la que va pasando toda la gente del campo, donde se hacen préstamos pequeñitos porque los bancos y las cooperativas no se fían de que los pobres los devuelvan. Hemos conseguido que entre 8.000 y 10.000 familias no tengan que emigrar porque antes había mucha gente que se iba a Argentina.

-De otra manera, ¿hubieran tenido que abandonar su país?

-Algunos nos pedían que les lleváramos a España porque había trabajo. Pero no sabían lo que pasa hasta que encuentras trabajo y un lugar donde vivir. De esta forma, evitamos la fatalidad que es tener que irse a otro país, dejar a los hijos y romper la familia.

-¿Ha vuelto a visitarlas?

-Pasé el mes de octubre del año pasado allí y las mujeres de la plaza a las que acompañé hace 40 años me contaron como habían logrado darle carreras a sus hijos gracias a la venta de verduras. “Uno es abogado, otro contable y otro maestro”, me explicó una de ellas. Paraguay está mejor que otros países de su entorno porque el Gobierno ayuda también al desarrollo y no hay demasiadas fluctuaciones en la moneda.

-Este año la campaña de Manos Unidas tiene como lema 'Compartir es nuestra mayor riqueza'...

-La riqueza de acumular, ¿para qué sirve? Después que uno tiene para vivir dignamente, para ropa, zapatos, educación, comida, casa... ¿para qué quiere lo demás? Lo demás no es tuyo. La riqueza tiene que ser de todos. Y si la administramos así, es como estamos haciendo algo. Además Manos Unidas siempre acude a los lugares más remotos, donde apenas hay nada.
 

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