Lucía Roy, escritora de Calamocha: "Somos muchos los que escribimos, así que tenemos la obligación de intentar innovar"
La autora acaba de publicar varios relatos en 'Café y torrijas' y su novela 'Mono Loco' lleva ya cuatro edicionesLa calamochina Lucía Roy presentó a principios de mes Café y torrijas (Imperium), un libro de microrrelatos escritos junto a otros cuatro autores, y su última novela, que en realidad es la primera, ya va por la cuarta edición. Para ella escribir es divertirse y sobre todo desafiarse, por lo que ya está metida en nuevos proyectos, siempre diferentes al anterior.
-’Mono Loco’ (Imperium Ediciones) está funcionando maravillosamente, en cinco meses va por la cuarta edición...
-Sí, la verdad es que me sorprendió bastante porque no es lo habitual. Supongo que la gente ha encontrado que es una novela diferente.
-¿Diferente en qué sentido?
-Es una novela muy precipitada, con un ritmo interno muy rápido, intenso, casi atropellado. Todo cambia y lo hace muy rápidamente, en una sola página te lleva de un tiempo a otro... refleja un poco como soy yo misma, y de hecho el título, Mono Loco, hace referencia a lo caprichosa que es la mente, como cambia, como viajan los pensamientos y nos confunden a toda velocidad.
-¿Eso fue algo premeditado, o la novela le salió intensa y concentrada porque usted viene del relato breve?
-Fue completamente premeditado porque quería proponer algo distinto, que fuera especial. No sé si mejor o peor, y no sé si lo he conseguido, pero mi intención era escribir una novela que, formalmente, se pareciera poco al resto de novelas, más reposadas, estructuradas y ordenadas. Insisto en que no sé si lo he conseguido, pero lo que me movía era intentar aportar alguna novedad en el panorama. Es verdad que actualmente mucha gente escribimos, y creo que tenemos que intentar innovar, hacer cosas distintas.
-¿Qué historia narra ‘Mono Loco’?
-Está basada en una familia de mi zona, el Jiloca, que le pasan muchas cosas y algunas de ellas se arrastran de generación en generación. La novela viaja mucho en el tiempo, va de arriba a abajo y juega mucho con el presente y el pasado. Yo la definiría como novela de género negro, con su misterio por descubrir y su final sorpresa.
-¿En qué momento está ambientada esa historia?
-Pues el presente se sitúa prácticamente en la actualidad, en los tiempos de la pandemia, porque la novela se presentó en agosto de 2022 aunque realmente hacía muy poco que la había terminado. Y en cuanto al pasado, se remonta desde antes de la guerra civil.
Pura ficción
-¿Estamos hablando de pura ficción?
-Es una historia de ficción de una familia, construida con historias que en muchos casos son reales, pero adaptadas a esta ficción. Para escribir Mono Loco me documenté hablando con mucha gente, gente mayor, que recordaba historias de cuando eran niños, y también de anécdotas que oyeron contar a sus padres o abuelos.
-A lo largo de los años el infortunio parece que se ceba con su familia del Jiloca, ¿no es así?
-Sí, les pasan bastantes cosas malas, la verdad... pero bueno, es que el problema que tienen es gordo. A mi me gustan los finales felices pero no todos los cuentos son agradables para sus protagonistas y no todas las historias pueden terminar bien.
-Es su primera novela larga después de haber publicado varios relatos breves e incluso microrrelatos... ¿cómo ha sido el cambio?
-Pues me apetecía mucho hacerlo, pero ha sido difícil. Me gusta ir al grano y contar las cosas en pocas palabras, para mí es natural comunicar las cosas de forma clara y concisa. Aún así esta novela no es demasiado larga, no tiene más de cien páginas, pero creo que, aunque he querido despegarme del relato breve, está de alguna forma latente en sus páginas, porque ocurren muchas cosas en poco tiempo.
-De hecho recientemente publicó sus últimos relatos en un libro colectivo, ‘Café y torrijas’ (Imperium), junto al darocense Álvaro Blasco y las calamochinas Cristina Jiménez, Carmen Prado y Ana María Ramo.
-Sí. Es un libro muy especial, que surgió como continuación de Caolín, también de varios autores, aunque en este caso Victoria Golzalvo no pudo participar y lo hizo Ana María Ramo. Durante la pandemia la editoria Imperium nos proponía temas muy abstractos, como la joya zafiro o el refrán En casa de herrero cuchara de palo, y sobre eso escribíamos un microrrelato de apenas una página. Al ponerlos en común nos dimos cuenta de que había una evolución con respecto a los relatos de Caolín, así que nos atrevimos a publicarlo.
-Y seguro que ya está pensando en su próximo proyecto. ¿Relatos breves o novela larga?
-Pues ahora mismo estoy trabajando en otra novela larga, en la que quiero tocar el género del humor. Pero estoy todavía en una primera fase, escribiendo ideas y descartándolas. Nunca he escrito nada sobre humor y no tengo ni idea de si podré, pero me apetece mucho probarlo.
-¿Y por qué precisamente humor?
-Porque estoy un poco harta de que todo el mundo llore, de que todo esté mal. El humor me encanta, es la mejor vía de escape y no se trabaja demasiado en la novela, seguramente porque es muy difícil hacer reir con la literatura. Pero quiero intentarlo.