Lluís Rajadell, periodista turolense y escritor: “La ficción la escribo más cómodamente en catalán, porque es la lengua en la que me contaban los cuentos y las narraciones orales"
Su libro ‘Terra Agra’, ganadora del Guillem Nicolau, recopila 23 cuentos breves escritos en catalánEl periodista turolense Lluís Rajadell (Valderrobres, 1965) es el ganador de la última edición del Premio Guillem Nicolau concedido a obras literarias escritas en el catalán que se habla en Aragón. Terra Agra agrupa 23 relatos breves de muy diferente naturaleza que compendia los intereses, muy diversos, del autor.
-El jurado destacó que su obra desarrolla hechos históricos de un modo original. ¿En qué consiste esa originalidad desde su punto de vista?
-No sé si será original, pero lo que yo intento es que cada cuento tenga una base real, que he vivido o que me han contado, y darle un giro normalmente hacia la ficción para que sean más redondos, más leíble, para que tenga más gracia e interés.
-Ojalá se pudiera dar ese mismo giro también desde el periodismo, ¿verdad?
-¡Sí! A veces tienes que escribir noticias a las que, si pudieras cambiarles el final, serían mucho más interesantes para todos.
-Varios relatos se basan en informaciones periodísticas. ¿Escritas por usted o extraídas de la hemeroteca?
-Hay de todo, pero en general casi todas se basan en informaciones que, en un momento u otro, han pasado por mis manos como periodista. En concreto hay dos relatos que se basan por completo en dos reportajes que escribí en su día con tono informativo, sin que entre en juego la ficción.
-¿Cuáles son?
-Uno habla sobre esa leyenda urbana del tesoro de la guerra civil, de la gente que recogió los billetes y el dinero del Banco de España cuando se tomó la ciudad en la guerra, y se enriquecieron. Alrededor de eso hay muchas cosas escritas, una novela lo cuenta, Alfonso Casas o Serafín Aldecoa han escrito sobre ello, hay documentación oficial e incluso un documento del FBI... Y el otro relato se basa en un reportaje que escribí sobre una operación que hubo en su día en el Matarraña por el reparto de hojas volanderas con coplas de apoyo al movimiento anarquista, y que derivó en detenciones y en varios procesos a militantes libertarios. El sumario se quemó en la revolución de 1933 y hubo que rehacerlo, y yo cuento todo ese proceso.
-Por contra, también hay relatos que se basan casi por completo en la ficción. ¿Qué temas le interesan en esos casos en que puede ser más libre?
-Incluso en esos casos las historias tienen siempre una base real, por leve que sea. Es el caso por ejemplo de un cuento sobre una serpiente gigante que se esconde en el Castillo de Valderrobres, pero que también tiene su fundamento en una vieja leyenda que se contaba, y otro muy fantástico, que se titula La broma (La niebla), también tiene una base remota a finales de los 80, cuando la lluvia ácida que ocasionaba la Térmica de Andorra hacía que las almendras se quemaran donde les caía. Eso, de lo cual fui testigo directo, me sirve para construir un relato completamente fantasioso.
-El conjunto sigue la estela, de algún modo, del falso documental...
-Algo así. Me gusta plantear ese reto al lector, una invitación para que trate de discernir entre qué hay de real y qué de ficción en lo que lee. Los pacientes del doctor García, de Almudena Grandes, hace algo parecido, intercalando relatos novelados con reportajes históricos, y me parece algo muy rico e interesante.
-¿Qué nexo comparten los 23 relatos?
-Yo diría que ninguno. No hay un vínculo temático que los agrupe, ni siquiera geográfico, porque aunque muchos están ambientados en el Matarraña, también los hay en la capital turolense o en la Cuenca Minera central, por ejemplo.
-¿Y en ese sentido cómo se las ha arreglado para titular la colección de relatos? ¿A qué hace referencia’ Terra Agra’?
-Es una expresión que se utiliza en el catalán de mi pueblo, y supongo que en el de otros lugares también, que hace referencia a una tierra dura, poco fértil y agradecida y dura de trabajar. Aparece en alguno de los relatos y me pareció una expresión muy genuina de mi comarca, muy campesina y rural, y en ese sentido apropiada.
-¿Escribió el libro pensando en presentarlo al premio Guillem Nicolau de literatura en catalán?
-No. Se trata de cuentos que he ido acumulando a lo largo de los años, porque cuando un tema o un reportaje me interesa lo suficiente los desarrollo a través de relatos. Se han ido escribiendo desde hace mucho tiempo, quizá desde los años 90, y cuando entendí que ya tenían cuerpo suficiente como para hacer un libro, los presenté al concurso.
-Aunque sus primeras obras son de relatos breves (‘Tret de la memoria’, 1992; ‘Mort al monestir’ 2003), ya no había vuelto a cultivar el género en el resto (‘A la vora del riu’, 2003; ‘1956, l’any de la gelada’, 2007 y reeditado en 2019; ‘La ternura del pistolero’, 2017 o ‘La Tierra Baja en llamas’ (2019)... ¿Le atrae el género?
-Mucho. Tanto como escritor como la faceta de lector siempre me ha parecido ligero, divertido y capaz de producir un efecto mucho más potente que una narración larga. Suelen concentrar mucho interés y tener un final redondo. En todos los ámbitos de la literatura siempre he sido un defensor de la economía de las palabras. Cuantas menos palabras utilizas para decir algo, mejor resultado da. Creo que la brevedad es una clave que funciona en literatura.
-No sé como funciona el cerebro de alguien que tiene la fortuna de ser bilingüe. ¿Imagina el relato en catalán y traduce al castellano, o viceversa?
-Yo tampoco sé como funciona (risas). Nunca lo he pensado, pero cuando se trata de ficción creo que estoy más cómodo en catalán, porque es la lengua en la que he escuchado los cuentos orales y las anécdotas que me han contado. Y en cuanto al reportaje histórico me manejo indistintamente en las dos lenguas.
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