Julio Marín, párroco : “Se han jubilado siete curas en la diócesis en un año y no ha entrado ninguno”
Deja Calamocha tras 15 años y ahora emprende una nueva etapa religiosa en la capital de la provinciaJavier García/Calamocha
Julio Marín ha sido el párroco de Calamocha y de un buen puñado de localidades de su alrededor durante los últimos 15 años. Se marcha justo antes de que se celebre el 300 aniversario del órgano situado en la iglesia de Santa María La Mayor. Nacido en Mosqueruela y arraigado en el Jiloca, empieza una nueva etapa religiosa en Teruel. A su cargo, las parroquia de El Salvador y San Julián, donde solo pide recoger el mismo cariño que ha acumulado en su vida anterior.
-¿Qué tal ha comenzado su nueva experiencia por Teruel?
-La entrada ha sido buena, he tenido una acogida cariñosa, agradable y me he sentido acompañado. El domingo 4 de octubre hicimos la primera misa.
-¿Por qué deja su anterior puesto de trabajo?
-Eso no lo decido yo, somos personas de obediencia. El obispo me manda esta nueva tarea y no se puede decir que no. Además de estas dos parroquias, voy a ser el encargado de la administración diocesana. Llevo las cuentas de la Diócesis de Teruel, no es toda la provincia porque el Bajo Aragón pertenece a la organización religiosa de Zaragoza, pero sí que es una responsabilidad importante.
-Retomando el pasado, ¿cómo llegó a Calamocha?
-Fue un nombramiento inesperado. Yo vivía en Madrid y un día el obispo me dijo que tenía que ir a Calamocha. Había estado una vez solo en la localidad, en un Jueves Santo. Soy de la sierra de Javalambre y Maestrazgo, y por tanto no había frecuentado apenas la Comarca del Jiloca.
-¿Ha cambiado mucho la capital del Jiloca en estos 15 años?
-Desde luego. Antes había mucha más vida, ahora se ha ido quedando un poco más paralizado. Se nota la despoblación, sobre todo en los pueblos de alrededor donde yo también he estado trabajando.
Antes, en casi todas las localidades había unas 40-50 personas en las misas y ahora llegas a algún pequeño pueblo y apenas tienes 10 personas en la Iglesia. Valverde, Collados, Olalla, Cutanda, Navarrete del Río, Torre Los Negros, Barrachina, el Poyo del Cid, Cuencabuena, Lechago, Castejón de Tornos, Tornos, Bello, Odón, Torralba de los Sisones, Luco de Jiloca. En todas esas localidades he estado trabajando.
-Se despide de Calamocha y sus otros pueblos en un año de total excepción por la pandemia. Se han suspendido todos los grandes eventos religiosos y las actuaciones han quedado reducidas a celebraciones mínimas. ¿Cómo lo ha vivido?
-Lo peor fueron los meses de confinamiento. Se eliminó la Semana Santa, la Pascua, las primeras comuniones y confirmaciones que son justo después… Fueron momentos muy duros para los sacerdotes y para la población religiosa en general. Más tarde, afortunadamente, se hicieron cosas a través de Calamocha TV como el cerro de Santa Bárbara o las misas durante las fechas de las fiestas patronales.
La gente mayor, principalmente, lo ha agradecido mucho. Les daba mucho ánimo ya que podían sentarse en el sillón y poder vivir las misas de la Asunción, de San Roque o de San Roquico desde sus casas. Últimamente ya se han retomado algunos actos. Estamos haciendo las misas regularmente. Recientemente tuvimos una boda, varias comuniones en septiembre… Personalmente, lo estoy viviendo con mucha alegría tras tanto tiempo parados.
-¿Cómo queda la zona a nivel religioso tras su marcha?
-La zona del Jiloca se va a quedar un poco floja. Se han jubilado 7 compañeros este año y no ha entrado ninguno. Queda Paco Lázaro, que además es el profesor de religión en el instituto, y está también Emmanuel. Durante esta época se ha restaurado o se van a restaurar casi todas las iglesias de la zona. Las últimas, las torres de Navarrete del Río, Lechago y Cutanda. Creo que al retablo de la Virgen de Calamocha le urge una limpieza. Es el retablo pegado a San Roque, el segundo desde el altar mayor hacia fuera.
Nos dieron presupuesto, costaba unos 30.000 euros y yo creo que si se encuentra la forma de financiar sería una de las prioridades en cuanto a preservar el patrimonio religioso de Calamocha.
-¿Cuál ha sido el momento más duro que ha vivido durante estos años?
-Por encima del Covid-19, he vivido personalmente un momento más difícil. Fue el cierre del convento de las religiosas. Había ocho o nueve religiosas y en poco tiempo fallecieron varias. Una noche, de repente, se cerró el convento. Una se cayó, rompiéndose las manos y una pierna, otra tuvo un problema de salud, tuvieron que ingresarla y la madre superiora fue a acompañarla. Salieron en estampida y no volvieron nunca más. Creo que estaban tan dolidas por esa noche caótica que ya no quisieron volver. Fue un momento duro porque les tenía cariño.
-¿Se nota un bajón de participación en la gente joven?
-El bajón de la gente joven se nota mucho porque hay un grupo de mediana edad que si se está acercando a la iglesia. Sin embargo, a los más jóvenes les cuesta más. No es que estén en contra, pero eso de participar directamente en celebraciones o actos no les sale. Este año ya ha habido un corte bastante fuerte de esa etapa que va desde la comunión a la confirmación. Es algo de la sociedad en general, pero que lo he notado concretamente en Calamocha.
-¿Cómo se despide de la que ha sido tu casa durante quince años?
-Que sigan con esa ilusión de ser miembros activos de la parroquia. Con la colaboración de todos es cómo van saliendo adelante estas cosas. Les doy las gracias por la cercanía y por lo querido que me he sentido durante tantos años.