José Luis Esteban, actor y dramaturgo de Teatro del Temple: “Todo el mundo, hasta quien no ha leído la obra, tiene un Quijote en su cabeza”
La compañía lleva este jueves su montaje escénico ‘El Quijote somos todos’ al Castillo de ValderrobresUno de los montajes teatrales que más fuerte está pegando en Aragón en esta época de restricciones llega al Festival de los Castillos en Valderrobres. Este jueves su fortaleza acogerá El Quijote somos todos, de Teatro del Temple, escrita por José Luis Esteban y dirigida por Carlos Martín.
-¿No da un poco de respeto escribir un montaje sobre el personaje más universal de la literatura española?
-Da un poco de vértigo, sí. Cuando mis compañeros del Temple me propusieron escribirla, pensé que es un personaje envenenado, porque hay muchísimas versiones del Quijote y ninguna ha terminado de funcionar perfectamente. La razón es porque todo el mundo, incluso quienes no han leído el Quijote, tienen una idea del personaje, y es imposible que la tuya coincida con todas. El escritor y el actor se enfrenta a un imaginario colectivo contra el que es muy difícil salir bien parado. Eso, y que por su naturaleza de road movie hace que tenga una puesta en escena muy difícil, nos hizo tener claro que no podíamos hacer sencillamente una adaptación, sino que teníamos que hacer una obra de nueva planta, basada libremente en el personaje, que nos permitiera discurrir por caminos nuevos, reconociendo obviamente la autoría, pero que no obligara al espectador a enfrentar este Quijote con el suyo propio.
-Así las cosas... ¿qué cuenta ‘El Quijote somos todos'?
-He intentado contar los intentos desesperados de un pueblo, de cuyo nombre nadie quiere acordarse, por sobrevivir, por ser reconocido por ser la cuna del Quijote, y tener una vida y un futuro que permita a sus habitantes seguir adelante. Dramaturgicamente la obra es un juego de espejos entre los personajes de ese pueblo, que encuentra la clave en esa primera línea del libro de Cervantes. Un lugar donde ya no hay escuela, donde ya no hay médico, y donde los vecinos ven como única posibilidad de futuro aprovechar la fama de su paisano más famoso. Y a la hora de escribirla no oculto que he querido seguir los pasos de algunos maestros del humor como Berlanga o Azcona, que va más allá de lo costumbrista, que tiene crítica social amable, rápida y acertada.
-¿Esa lucha por el futuro de la obra adquiere tintes pesimistas o esperanzadores?
-Yo le doy la vuelta a la frase y digo que un optimista es un pesimista bien informado. La obra es vitalista e invita a confiar en el destino y en el futuro. Este grupo de habitantes es capaz de luchar por sí mismos, y en ese sentido he tratado de ser cervantino, porque el Quijote representa precisamente esa capacidad vital asombrosa. Y el final de la pieza es una clara apuesta por usar la figura del Quijote para aglutinar las voluntades de todos los habitantes del pueblo.
-El hecho de que su alcalde quiera construir un Parador Nacional en el pueblo; ¿es una aspiración legítima o una ironía sobre fiarlo todo a la panacea del turismo?
-Sin hacer crítica en ese sentido, en la obra está presente ese pugilato entre el sueño del alcalde, de que el Gobierno construya ese Parador de Turismo, y otro afán más realista de buscar un futuro para el pueblo. En Madrid nos ocurrió algo muy curioso con esta obra, y es que una señora de Argamasilla de Alba, uno de los pueblos que se disputan ser la cuna de Don Quijote, nos felicitó por la obra y nos dijo que se notaba que conocíamos bien su pueblo. Cuando le dije que no, me preguntó que cómo era posible, entonces, que supiéramos que su alcalde había incluido en su programa la petición de un Parador Nacional. Aquello me pareció un cruce cuántico, porque algo que me parecía inverosímil antes de escribirlo en la obra, resulta que tenía su paralelismo en la realidad.
-El teatro nunca habla solo de un concepto. ¿De qué habla ‘El Quijote somos todos’, además de despoblación?
-Habla sobre todo de una derivada de este asunto, que es el sentido de pertenencia. Por encima de que nuestros pueblos y nuestros grupos comunitarios tengan un futuro o no, es importante esa necesidad que tenemos de pertenecer a un colectivo, a algo más amplio que nosotros mismos. Esto aparece en la obra, la voluntad de superar las individualidades por un bien común, de fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa. Y por otro lado en el texto hay una apuesta sencilla y humilde por la igualdad de género, por darle a la mujer un espacio importante dentro de la ficción. De hecho es la primera vez que en un montaje de este tipo aparece una Quijota. Pero es que creo que este personaje tiene una importancia abrumadora en nuestro imaginario, y me interesaba mucho elevar esa imagen popular y convertirla en un sujeto colectivo. En la obra, igual que en la vida, no hay Quijote concreto, sino varios. Porque quijotes somos todos, también las mujeres. Y por último también me interesaba mucho tejer una red de personajes que interactúan entre sí desde una perspectiva berlanguiana, en quien ya te digo que me he fijado mucho. Hay muchos homenajes a lo largo de la obra a sus trabajos, algunos más evidentes que otros.
-’El Quijote somos todos’ se estrenó tres meses antes de la pandemia... ¿se plantea un reestreno una vez que pase todo?
-Es una decisión que corre a cargo de Teatro del Temple, pero no creo que se reestrene. Es verdad que su recorrido ha sido afectado por la pandemia, el 2020 fue terrible a todos los niveles y nuestro oficio sufrió un cataclismo, pero por otro lado es difícil pensar en un reestreno por cuestiones de producción. Llevamos dos años y aunque su distribución ha sido a golpes, ahora estamos recuperando el paso y tengo que decir que, teniendo en cuenta las circunstancias, estoy muy contento por cómo está funcionando. Y recibir el Premio del Teatro Rojas al mejor texto en español nos ha llenado mucho.
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