Iván Vélez, escritor e investigador: "No podemos hacer que el pasado se acomode a las exigencias del presente"
El conquense ha presentado en Teruel su ensayo 'Torquemada, una historia del Santo Oficio'El arquitecto e investigador conquense Iván Vélez presentó este viernes, en el Casino de Teruel, su obra Tomás de Torquemada. Una historia del Santo Oficio (La Esfera de Los Libros). El libro pretende arrojar luz sobre la figura del constructor de la Inquisición Española, que habita en el imaginario popular pero de quien existen muy pocos datos y ninguna biografía completa.
-¿Su libro es ensayo histórico, divulgación o novela?
-Es ensayo histórico, en busca un público que, sin ser totalmente profano, tampoco tiene por qué ser especialista. Incorporo algunos documentos originales para que se entienda el contexto, porque en este caso la literalidad es importante. Incluso incorporo un glosario de términos con el significado que tenían muchas palabras en la época.
-¿Es cierto que son muy escasos los datos y las fuentes que se conservan sobre su vida?
-Así es. No hay una biografía completa como la pueda haber de otros personajes históricos del momento. La obra casi se come al personaje, porque luego recibe los ropajes arquetípicos de sádico o malvado. Pero tiene su lógica, porque Torquemada perteneció a la orden de los Dominicos y se atiene a unas reglas y limitaciones dadas. Cuando La Esfera de los Libros me encargó este trabajo yo pensé que habría abundantes datos y fuentes, y la labor sería sobre todo de selección. Pero me sorprendió que escasean mucho, hasta el punto de que es imposible trazar una secuencia vital completa. Así que opté por recopilar todos los datos posibles sobre su figura y tratar de contextualizarla.
-¿Pero esa escasez de datos responde a que nunca existieron, a que se perdieron o a que fueron destruidos?
-Creo que nunca existieron, que nunca tuvo ese interés de culto hacia su propia persona. Ahora tenemos tick-tock y estamos dejando huella todo el día.
-¿A qué fuentes acudió tratando de remediar esa escasez?
-Me fue muy útil el Archivo Provincial de Cuenca, porque allí hubo un tribunal de la Inquisición muy importante, y tuve acceso a muchos casos concretos para ilustrar procesos muy variados. Y después las obras que se consideran clásicas sobre la Inquisición, las de Juan Antonio Lorente, Josep Pérez... Pero mi libro no se centra tanto en la figura de Torquemada porque es imposible trazar su biografía, como sobre el Tribunal, y que el lector conozca qué era, qué delitos perseguía o cómo se desarrollaban los procesos.
-¿Qué aportaciones y novedades, en ese sentido, presenta su libro?
-Mis conclusiones se centran en que la Inquisición, siendo un tribunal religioso, tenía un grado de racionalismo muy alto. No respondió al arquetipo de tribunal compuesto por sádicos y fanáticos, sino a una exigencias sociales que existían en la España y en la Europa del momento, y se desarrolló en un contexto en el que la tolerancia religioso no era un valor como lo es hoy en día. No podemos mirarlo con los ojos actuales, ni hacer que el pasado se acomode a las exigencias del presente. Es cierto que tuvo una dimensión de control político enorme, como cualquier otro gran tribunal. Pero, a diferencia de otros lugares de Europa por ejemplo, en España no hubo matanzas arbitrarias, sino que las condenas seguían un proceso concreto.
-Torquemada es sinónimo de crueldad y fanatismo. ¿Esa asociación responde a una realidad?
-Responde a un arquetipo. Incluso en el siglo XIX torquemada fue un adjetivo muy utilizado.
-¿Quién, cuándo y por qué se crea esa asociación?
-La entrada en crisis de Torquemada se da en el contexto de la pugna entre conservadores y liberales del siglo XIX. El arquitecto de la Inquisición se convirtió en un símbolo, un elemento dentro del debate político. Durante el primer tercio de siglo la Inquisición fue abolida y restaurada hasta su final definitivo en 1834. Y ese forcejeo fue el que impulsó la leyenda negra.
-¿Por qué se centró precisamente en Torquemada?
-Aunque no fue su fundador ni su primer Inquisidor general, Torquemada fue el primero que obtuvo gran poder y el que sistematizó el Tribunal. De alguna forma es a quien se le debe su implantación definitiva, aunque lo que hizo él, precisamente, fue intentar corregir algunos errores y excesos previos que habían cometido Miguel de Morillo y Juan de San Martín, e introducir cierto orden en su funcionamiento.
-Las cifras de ejecuciones que se barajan van de los pocos miles a muchas decenas de miles, según la fuente. ¿Cuáles son más ajustadas a la realidad histórica, según su investigación?
-Las cifras son un problema. Las fuentes prudentes hablan de pocos miles, pero yo no quiero dar cifras porque es muy arbitrario. El gran deformador en este sentido es Juan Antonio Llorente, un afrancesado que escribió a principios del siglo XIX y que cifró en 32.000 quemados vivos, 17.600 quemados en efigie -en ausencia- y 291.000 penitenciados. No es que yo quiera eludir este debate, pero los cálculos de expertos que de verdad han trabajado los archivos dan cifras mucho más bajas. En este sentido yo suelo remitir a Jaime Contreras. Lo que, evidentemente, no significa que a mi me parezca bien que haya quemados, sean muchos o pocos.
-¿Su ensayo trata de limpiar el nombre de Torquemada? ¿Cree que es necesario?
-No, en modo alguno trato de limpiar nada. Lo que intento es dar un enfoque realista. No niego que la cárcel, la tortura o la ejecución sea dura, en absoluto. Pero trato de reajustar la imagen que se tiene de las cosas cuando esta no coincide con lo que hubo, sino con lo que nos han contado. Hay que entender en qué momento histórico y en qué contexto social y religioso se creó este Tribunal.