Germán Muñoz, responsable de una empresa especializada en promocionar producto español en Suiza: “Asociar la trufa con un producto lujoso es positivo porque se genera expectativa de probarla”
“La gente no es tonta y distingue una trufa natural del aroma, pero es fundamental que la legislación la proteja”Germán Muñoz está al frente de Terroir34, una empresa dedicada a promocionar los productos españoles, especialmente los vinos, en Ginebra, Suiza y Holanda. Participó en Trufforum Teruel, donde aportó su experiencia en una mesa redonda centrada en la comunicación y comercialización de la experiencia trufiturística e internacionalización.
-¿Comunicamos bien el valor de la trufa de Teruel?
-Siempre hay margen de mejora, pero creo que estamos en el buen camino.
-España, y especialmente Teruel, produce gran parte de la trufa que se comercializa en el mundo. Sin embargo, parece que esta información no es muy conocida, ni dentro ni fuera del país. ¿A qué cree que se debe?
-No es solo que no se sepa, es que es normal que no lo sepan. La gente asocia la trufa buena con Francia o Italia, y no tienen idea de que España, además de ser el mayor productor, ofrece una calidad que no tiene nada que envidiar a los demás.
-¿Qué debemos hacer para cambiar esa percepción?
-Es básico darle un nombre, que en el caso de la trufa ya lo tenemos, la Indicación Geográfica Protegida Trufa de Teruel, sin un nombre o una marca colectiva no podemos hacer nada. No sirve promocionar un producto que no se identifica claramente o que la gente no sabe dónde encontrar. Una vez que se tiene eso, hay que promocionarlo en la élite de la gastronomía mundial. La trufa, como el vino, es cultura, y esa cultura debe transmitirse en las escuelas de hostelería.
-¿Por qué Teruel no ha sabido vender tan bien su trufa como los franceses o los italianos?
-No sería justo decir que lo hemos hecho mal. Los franceses o italianos nos llevan 50 o 100 años de ventaja en términos históricos. Es cuestión de recuperar terreno de forma paulatina. Los vinos franceses no eran conocidos antes del Imperio Romano, y lo mismo pasó con los griegos. La historia tiene etapas. Ahora estamos en el inicio del periodo de la trufa española, especialmente la de Teruel. Es un proceso histórico bonito, y estamos trabajando para construir algo interesante.
-¿Cómo se percibe la trufa de Teruel en países como Bélgica o Suiza, donde es un embajador de los productos españoles?
-Llevo 16 años enseñando en unas siete escuelas de hostelería de Bélgica, además de otras en Holanda y Suiza. Me apasiona transmitir los grandes terroirs de España, y la trufa de Teruel ocupa un lugar especial. En enero organizaremos dos presentaciones para la élite de la sumillería y los chefs en Bélgica. Queremos demostrar que en España hay trufa, que está en Teruel, y que su calidad es de primer nivel mundial. Haremos una masterclass explicando su origen, cómo se cultiva y su calidad.
-Uno de los principales problemas del sector trufero son los aromas artificiales. ¿Cómo podemos hacerles frente?
-Es un problema, pero creo que es menor a nivel internacional. La gente no es tonta, distingue entre una trufa natural y un producto artificial, como distinguiría entre un buen jamón y unas patatas fritas sabor jamón. Es fundamental que la legislación española proteja la trufa natural y condene las imitaciones, hay que luchar a través de la legislación, pero la gente va a ir directamente al producto natural, como ha hecho hasta ahora. Al mercado internacional no le interesa el aroma artificial, buscan el producto fresco y auténtico. Este es un tema que se soluciona con tiempo y educación.
-Sin embargo, muchos consumidores prueban primero productos con aroma artificial antes de conocer la trufa real y esto afecta, según explican los propios restauradores, a sus expectativas.
-Quizás en España, pero a nivel internacional la gente tiene claro qué espera de una trufa. Además, esa aspiración hacia lo auténtico puede ser positiva. Los sucedáneos generan interés y educan al consumidor hacia el producto verdadero. Es como un escalón inicial que lleva al deseo de probar la trufa de calidad. El hecho de que se asocie con un producto lujoso tiene una parte positiva porque se genera expectativa para probar la trufa
-¿Qué quiere decir?
-La trufa es un bien aspiracional, por ejemplo la gente que está consumiendo esos aceites atrufados, aunque no tengan supuestamente nada de trufa, cosa que cambiará con el tiempo seguramente, lo que quieren es acercarse al mundo de la trufa, que sabe que es bueno y exclusivo, también puede llegar a ser caro, pero detrás de ese consumo de sucedáneos existe una aspiración hacia el producto verdadero, que es la trufa. Si tú puedes permitirte comprar una trufa natural no te compras un sucedáneo.
-¿Falta cultura de trufa en España?
- Quizás, pero creo que también es una cuestión de tiempo, necesitamos tiempo para saber que existe aquí una excelente trufa, para saber a qué sabe y qué se puede hacer con ella.
- En Teruel tenemos otros grandes productos. ¿Cree que sería útil trabajar en conjunto para potenciar el territorio?
-Por supuesto, las sinergias son positivas, pero debemos respetar la personalidad de cada producto. Es como una familia, a veces hacemos una gran reunión, pero otras veces es importante destacar a un solo miembro. Ambos enfoques son beneficiosos.