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El niño de Elche, músico y escritor: “Prepararte para la muerte no es tanto para afrontarla, sino para hacer más llevadera la vida” El niño de Elche, músico y escritor: “Prepararte para la muerte no es tanto para afrontarla, sino para hacer más llevadera la vida”
El Niño de Elche, en la charla que ofreció en la Fundación Santa María

El niño de Elche, músico y escritor: “Prepararte para la muerte no es tanto para afrontarla, sino para hacer más llevadera la vida”

“En Albarracín me sentí muy respetado y escuchado, mi trabajo era enfocar mi repertorio con sentido crítico”
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Cruz Aguilar

El Niño de Elche tiene una manera de concebir el arte que no deja indiferente a nadie y así lo demostró en el espectáculo y charla que ofreció en Albarracín en el marco del Curso de Filosofía, Literatura, Arte e Infancia (FLAI). Su creatividad está en plena efervescencia y el pasado 6 de junio presentó Guajirillas, un adelanto de su próximo disco que verá la luz en el mes de septiembre. Y mientras, no para de viajar, desde Galicia a Madrid o Barcelona, pasando por Málaga, y en cada lugar con proyectos y colaboraciones diferentes.

-¿Qué le inspiró a crear Por dónde cruzo, el espectáculo que desarrolló durante el curso de Filosofía, Literatura, Arte e Infancia (FLAI) de Albarracín?

-En Albarracín hice dos intervenciones una fue una especie de concierto, en solitario, con guitarras, y la segunda una conferencia, una sesión de escucha, ambas enmarcadas en relación con la muerte. La de Por dónde cruzo plantea, a través de ciertas canciones el pasaje, el tránsito hacia la muerte. Por su parte la charla se centraba en ideas como el suicidio, lo inanimado, lo espectral, los fantasmas.

-¿Es la muerte un tema habitual en sus composiciones?

-Sí, precisamente FLAI me llamó porque conocían en mi trabajo y saben que es muy recurrente el tema de la muerte y todo lo que la rodea.

-¿Por qué este tema es tan importante para usted?

-Precisamente creo que es porque soy una de esas personas que tienen miedo a la muerte, a esa incógnita e interrogante y pienso que se puede tratar a partir de las prácticas artísticas.

-Integra varias influencias y géneros en su música. ¿Cómo logra que esa fusión sea un éxito?

-Es una cuestión de trabajo, de tesón, de encontrar a las personas que respiran por tu misma nariz, a tus iguales en el sentido de la escucha, de los intereses. Y poco a poco, a base de divagar y experimentar vas encontrado espacios en los cuales cada vez se reúne un público más interesado en este tema.

-¿En Albarracín se sintió comprendido?

-Sí, claro, yo he actuado, sobre todo hace años, en espacios de desencuentro, por decirlo así. En los últimos años por suerte ya voy teniendo más espacios de encuentro, espacios donde poder reflexionar y desarrollar mi trabajo y mi perspectiva del mundo con total libertad o al menos con la máxima libertad que el escenario otorga. Y eso es muy gratificante, sobre todo viniendo de un mundo como el mío, que ha sido siempre tensiones, de contrafuertes y contraposiciones. En los últimos años ya me invitan a sitios en los cuales en los cuales el rito escénico está más cercano a la celebración que a la confrontación. Me sentí muy respetado y muy escuchado en Albarracín. Mi trabajo no sólo era llegar y cantar, sino enfocar todo ese repertorio con todo el sentido crítico y conceptual que proponía la dirección del FLAI.

-¿A qué se refiere con puntos de desencuentro?

-Muchas veces he sido invitado a lugares, con toda buena voluntad, pero como conejillo de indias, para reformular según qué tipo de espacios o instituciones, también a lugares donde la gente que va no acepta lo que yo propongo o, al revés, no acepto lo que ellos quieren consumir. Hace unos años, cuando mi apuesta y mi actitud ante el gesto artístico no era tan conocida pues había muchos desencuentros, mucha violencia digamos.

-¿El hecho de hablar, escuchar música o leer libros sobre la muerte nos ayuda a perderle el miedo?

-Pues en estas estamos, aún estamos preguntándonos eso, porque de todas formas hasta que no llegue el día… Yo he tenido amigos muy estudiosos del tema, filósofos, pensadores, gente a priori espiritualmente desarrollada y, cuando ha llegado el momento de la muerte, sus ojos se han llenado de espanto más que de miedo, porque el miedo a lo desconocido es normal. Yo, como suelo decir, sigo aprendiendo, pero cuando llegue el momento tal vez me dé cuenta de que todo lo que he leído o he intentado experimentar no tenía nada que ver y tengo que afrontarlo de otra manera, como es una situación extrema o límite, si te desborda, tienes que prepararte desde otro punto de vista. Pero, en cualquier caso, creo que es mucho mejor leer y experimentar en relación con la muerte mucho antes de que llegue, no sé si para ese momento, pero creo que hace más llevadera la vida, que eso es algo que hay que tener en cuenta, esta preparación no es tanto para afrontar la muerte sino para soportar la vida.

-Habla de la muerte propia, pero la de los seres queridos es algo que tampoco sabemos afrontar y no llevamos bien.

-Efectivamente, ahí hay un gran trabajo por hacer, pero yo soy más de hablar de mi propia muerte.

-¿Le resultó gratificante actuar en un lugar tan emblemático como Albarracín?

-Muchísimo, primeramente visitar el pueblo, con sus características arquitectónicas, culturales… es algo muy apasionante. Es la primera vez que pisaba la provincia de Teruel y hacerlo por la puerta grande, por un lugar como Albarracín encontrando a gente como la Fundación Santa María y el FLAI, con todos sus brazos abiertos y con tiempo para visitar el pueblo y conocer sus gentes, sus calles en penumbra por la noche, su gastronomía…