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Concha Fernández Milián, escritora y psiquiatra: “La enfermedad mental sigue despertando miedo, es un tabú como la muerte” Concha Fernández Milián, escritora y psiquiatra: “La enfermedad mental sigue despertando miedo, es un tabú como la muerte”
Concha Fernández, en la consulta psiquiátrica del centro de salud del Ensanche

Concha Fernández Milián, escritora y psiquiatra: “La enfermedad mental sigue despertando miedo, es un tabú como la muerte”

La autora acaba de publicar ‘Iguana blues’ (Mira), una novela de ficción con la psiquiatría como telón de fondo
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Dos años después de la publicación de Más allá de la puerta blindada, Concha Fernández Milián, médica psiquiatra zaragozana afincada en Teruel, repite con Mira Editores en Iguana blues, la prometida segunda parte de una novela en la que se cruzan diferentes historias con un mismo telón de fondo; la enfermedad mental y el sistema asistencial sanitario en España. 

-Las historias, los casos y los personales que refleja la novela, ¿son reales, o no necesariamente?

- No necesariamente. Desde luego las historias están basadas en hechos reales pero recreados a través de la imaginación. En algún caso, con permiso de las personas implicadas, he reproducido algún detalle o idea más concreto, pero no recreo el caso personal real de nadie en concreto porque eso no se puede hacer por respeto a la confidencialidad. Las historias que se recrean pueden estar extraídas de la experiencia cotidiana de mucha gente. 

-¿Mantiene el valor didáctico que quiso darle a la primera novela, ‘Más allá de la puerta blindada’?

- Creo que sí, que muestra alguna cosa que es menos conocida por parte de público que no forma parte del mundo de la psiquiatría. Se plantean algunos conceptos como la terapia electroconvulsiva, el electroshock; los tratamientos asertivos comunitarios o la contención mecánica. Son cosas que en ocasiones se presuponen del pasado, pero siguen formando parte de la actividad cotidiana en el quirófano con indicaciones muy claras. Las historias personales pueden tener su interés divulgativo no tanto porque sean reales o no, sino porque aunque están muy filtradas por la creación literaria, las tramas siguen su curso a través de escenarios como la consulta de psiquiatría, una unidad de agudos, las dinámicas habituales de las consultas de salud mental...

-¿La ficción que echa mano de la enfermedad mental hace, habitualmente, un retrato fiel de ella?

-Ni siquiera existe mucha literatura sobre el funcionamiento de los hospitales de salud mental. Muchos, como Los renglones torcidos de Dios o Alguien voló sobre el nido del cuco están ya un poco superados y forman parte de la historia. Hay uno muy interesante, Monte Miseria, de Samuel Shem, el mismo autor de La casa de Dios, que retrata muy fielmente el mundo de la salud mental de Estados Unidos, parodiándolo muy bien. Aunque salió hace 30 años y ya es difícil conseguirlo. Pero fuera de eso tampoco hay mucho.

-Pero sí que existe ese tópico literario y cinematográfico de la enfermedad mental relacionada con lo macabro, lo tortuoso...

-Esa imagen forma parte del estigma que sigue teniendo la salud mental, que llega hasta situaciones como El Circo de los Horrores, un espectáculo que ha sido muy contestado por la salud mental en Aragón, porque recreaba un psiquiátrico lleno de psicópatas y asesinos. Aún pervive un poco esa imagen, pero creo que se va teniendo una imagen cada vez más fiel, en parte porque hay mucha gente que acude a la consultas. 

 -La salud mental, el equilibrio interior... es la norma o la excepción?

-Buena pregunta... Aproximadamente un tercio de la población va a sufrir en algún momento de su vida algún tipo de enfermedad o problema mental. Y ahora con la pandemia mira como esta el personal sanitario; más de la mitad sufre problemas de ansiedad.

-Bueno, pero la pandemia sí que es excepcional... a veces me parece que es un estado bélico o de postguerra.

-Absolutamente.

-Me refiero a que todos tenemos problemas, preocupaciones, temores y algún trauma... ¿cómo distinguirlos de aquello que requiere la intervención de un profesional sanitario?

-Hay un concepto del que se habla mucho que es la psiquiatrización de la vida cotidiana, que tenemos que intentar evitar. No todo el mundo que esté nervioso o preocupado tiene que ir a una consulta de salud mental, a veces se puede manejar desde atención primaria, aunque ahora mismo bastante tienen los pobres. Y también hay que hacer énfasis en estilos de vida saludables, en la prevención. Y sus pilares básicos son descansar bien, mantener las relaciones personales y familiares con los demás, practicar la relajación, algún tipo de actividad de interiorización contemplativa, o al menos algún tipo de habilidad, hobby y hábito que a uno le divierta, mantener la actividad física y el contacto con la naturaleza y una buena alimentación. Esos pasos deberían ser la base. 

-¿Con eso y un poco de suerte podemos ser felices?

-La felicidad es un estado pasajero, pero un estado de bienestar, de paz, de equilibrio y de confianza se puede lograr y es hacia donde debemos dirigirnos. Pero no podemos aspirar a conseguir una felicidad infinita, que en muchos casos se nos plantea a través del consumo, o de cosas que están fuera de nosotros, como tener una nueva casa, un nuevo coche o un nuevo trabajo. 

-Volviendo a ‘Iguana blues’, ¿a qué publico se dirige?

-A ninguno en particular, a quien le guste la novela y pueda estar interesado en la psiquiatría. Sí que me ha llegado por parte de algunos lectores que no es un libro de lectura fácil. Lo es a nivel formal, pero las historias pueden llegar a resultar duras. Uno lee una novela negra llena de crímenes horrorosos y vale, la ve tan lejos de sí que no pasa nada. Pero no siempre es fácil leer sobre la enfermedad  mental, quizá por lo presente y cercana que está. No es fácil entender el sufrimiento de una depresión, o lo incomprensible de una psicosis o una esquizofrenia, por eso sigue despertando bastante temor, y sigue siendo un tema tabú, como la muerte.