Alejandro Ríos, historiador turolense: “Teruel tiene aún muchísima documentación medieval esperando a ser investigada”
Ha escrito ‘La caballería villana del Teruel bajomedieval’La terraza del Pub Flanagans acogió el sábado la presentación de La caballería villana del Teruel bajomedieval, un acercamiento publicado por el Instituto de Estudios Turolenses a las élites gobernantes de la ciudad entre los siglos XIII y XV, escrito por Alejandro Ríos. En el acto participarán la profesora de Hitoria Julia Muñoz y el escritor Juan Villalba.
-¿Cuál es el objeto de estudio de su obra?
-La elite que gobernaba la ciudad en el periodo bajomedieval, y la forma en la que lo hacía. Solemos tener la idea de que es la nobleza y la gente relacionada con el Rey quien gobierna, pero en el caso de las extremaduras, los territorios cristianos fronterizos con el Islam, surge la figura de los caballeros villanos, ciudadanos que tenían casa, caballo y armas y que, en virtud de esos requisitos, el Fuero les concedía la capacidad de poder acceder al concejo que gobernaba y hablar en la asamblea, tenían determinado privilegios como exenciones de impuestos, y también tenían la responsabilidad de defender la ciudad si era necesario.
-¿Eso era estipulado así, tan claramente, en el Fuero de Teruel?
-Sí, estaba perfectamente claro. El candidato debía tener una casa habitada desde al menos un año, un caballo que superase determinado valor, porque había gente que intentaba entrar teniendo una simple mula, y armas. Todo eso era muy caro de tener y de mantener, por lo que así se aseguraba que el acceso al gobierno solo estaba abierto a las elites, a las familias que tenían dinero y propiedades, y al mismo tiempo la ciudad se protegía de que fuera gobernada por nobles.
-¿Se protegía en qué sentido?
-Muchas ciudades, como Sevilla, eran gobernadas por nobles, pero en Teruel no ocurría. Estas ciudades tenían cierta independencia y sus propias leyes, diferentes a las que regían a los nobles o miembros de la Iglesia, por ejemplo. Si un noble entraba en el concejo y cometía un delito podría exigir que se le juzgara por su propio código y no por el de la ciudad, y eso es lo que se quería evitar.
-Sin embargo unos u otros gobernarían atendiendo a sus propios intereses, poco movidos por el altruismo, ¿no?
-Desde luego. Los villanos estaban muy interesados en ser ellos quienes gobernasen el concejo de la ciudad. Si decidían incorporar nuevos territorios, por ejemplo, era para que su ganado tuviera nuevos pastos. Ellos eran las elites que tenían grandes rebaños, el resto de los ciudadanos no.
-¿Quién se encargaba de que esas condiciones, que los requisitos exigidos a los caballeros villanos, se cumplieran?
-Tres veces al año se celebraba una muestra de caballos. Se reunían en una plaza que había en la actual puerta de la Catedral y aquel que quería acceder a esa elite mostraba su caballo y sus armas. Los encargados de decidir si merecía entrar en el grupo eran dos caballeros antiguos, un veterinario que evaluaba el caballo y dos miembros del concejo. Allí se decidía si un candidato era digno de entrar o algún miembro se había empobrecido y perdido su casa o caballo, y debía salir del grupo. Aunque cuando no querían que alguien entrara a formar parte de esa elite por el motivo que fuera, siembre había formas de impedirlo aunque reuniera los requisitos objetivos.
-¿Era habitual que entrara y saliera gente de esa elite con asiduidad? Así lo parece, si se hacían tres muestras al año, ¿no?
-No, no era muy habitual. Yo encontré listados de diez años consecutivos y se ven muy pocas entradas o salidas. Teóricamente esta elite social y económica era muy permeable, no como la nobleza, y cualquiera, un comerciante por ejemplo, que se enriqueciera podía comprar su caballo y sus armas y formar parte de ella. Pero en la práctica se intentaba que no fuera así, y las mismas familias, como los Marcilla o los Sánchez Múñoz, siempre están ahí desde el siglo XIII al XV.
-¿La condición de caballero villano era hereditaria?
-La heredaban los hijos mientras eran menores de edad y no se casaban, y la viuda hasta que volvía a casarse. Una vez que lo hacía pasaba a formar parte del estatus del nuevo marido.
-¿Cómo ha documentado su obra? ¿Existe material al respecto?
-Teruel es una ciudad privilegiada en cuanto a la existencia de documentación medieval. Hay muchísimos registros notariales porque en la Edad Media se registraba todo, contratos, compraventas, cláusulas matrimoniales... En archivos como el Provincial o el de la Catedral se conservan donaciones, testamentos, juicios y reuniones del concejo, que son como las actuales sesiones del Ayuntamiento, con todas las discusiones que allí tuvieron lugar. Algunas se han perdido y otras están en mal estado, obviamente, pero hay enormes cantidades de material inédito por investigar. Lo que pasa es que como Teruel es una ciudad pequeña no le ha interesado a casi nadie. En el cuerpo del libro analizo y comento muchas de estas fuentes, y al final agrego un apéndice con 16 de estos textos inéditos, a modo de ejemplo. Están en aragonés antiguo pero son albaranes o contratos muy esclarecedores, que nos dan muchísima información sobre estas elites.
-¿Le gustaría seguir esta línea de investigación?
-Sí, aunque lo hago en mi tiempo libre. Profesionalmente ahora soy investigador predoctoral en el departamento de Historia Medieval de la Universidad Complutense. Me dirige María Asenjo en un proyecto sobre las ciudades de la Corona de Castilla y su proyección urbanística entre los siglos XIV y XVII, por lo que en estos momentos estoy estudiando la red urbana de Sevilla y cómo desde esa ciudad se gobiernan todos los alrededores.