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Pensamiento crítico y compromiso social Pensamiento crítico y compromiso social

Pensamiento crítico y compromiso social

José Iribas S. Boado

Estos últimos días, participé junto a un grupo de residentes universitarios de CampusHome en una charla coloquio sobre la importancia del pensamiento crítico y la del compromiso social en la vida pública.

Me fui más que pensativo. Especialmente, teniendo en cuenta el contexto en el que vivimos aquí, allá y acullá…

Me acordé de cómo Aristóteles sentenciaba que “sólo hay una manera de evitar la crítica: no hacer nada, no decir nada y no ser nada”.

Hoy no sé si es que corren peores tiempos, pero algunas de esas “omisiones” tampoco te libran del reproche… Y no me parece mal.

De todas formas, sigue demasiado vigente lo de “no te metas en líos” o lo de “a ver si te vas a complicar la vida…”.

Ya decía Martin Luther King que “para tener enemigos no hace falta declarar una guerra; basta solo decir lo que se piensa”.

Quien pretenda ser honesto consigo mismo y con los demás, si bien debe pensar lo que dice, no debe dejar de decir lo que piensa; al menos sobre las cuestiones relevantes. Aunque se complique la vida.

Habréis leído eso de que “morimos el día en que guardamos silencio ante las cosas que importan”. Por eso, si queremos estar ‘vivos’, debemos ser capaces de hablar sin miedos, opinar, debatir, participar… No puede ser que sólo se escuche una voz, mientras se silencian otras. Tampoco que nos convirtamos en un rebaño de ovejas apesebradas. Cuando todos piensan lo mismo, igual sólo hay uno que piensa.

Hemos trabajado mucho para construir una sociedad libre y democrática. Libre, por tanto, no sólo para que uno pueda adherirse a planteamientos “políticamente correctos”, sino para poder (y hasta deber) discrepar de éstos cuando proceda.

Si respetamos, las compartamos o no, las reflexiones ajenas ¿no merecen idéntica tolerancia nuestras propias ideas? Desde luego.

No hay que andar por la vida con complejos. Como si hubiera que pedir perdón o avergonzarse de lo que uno es, de lo que piensa o de lo que cree.

No cabe que nadie plantee que abdiquemos de nuestros valores, de nuestros ideales; que alquilemos nuestras posiciones, que las ofertemos al mejor postor.

Aun con enemigos (que nadie buscamos) cuando actuamos de forma coherente, además de ser más fiables, más predictibles, somos sobre todo honestos con nosotros mismos y con los demás.

No tengas, por tanto, miedo a tomar la palabra cuando se trate de defender algo importante. Aunque sorprenda tu voz. Me acuerdo más de una vez -introduzco una nota de humor- del chiste de Manuel que, metido en su ataúd, gritaba: “¡María, María, que estoy vivo!”, mientras la viuda le replicaba: “Anda, Manuel, ¡vas a saber tú más que el médico!”.

Vive. No guardes silencio ante lo importante. Sé libre. Sin miedo. Sé tú mismo.

Y recuerda siempre lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: “si eres humilde nada te afectará, ni la alabanza ni la descalificación; porque sabes lo que tú eres”.