No te tomes tan en serio
En el mismo patíbulo, poco antes de ser ejecutado, Tomás Moro le dice a su verdugo: “Ayúdame a subir las escaleras, que de bajar ya me encargo yo”.
Ese asombroso sentido del humor, en un momento tan crítico, es la mejor puesta en práctica de sus propias enseñanzas. En El gusto de vivir, Moro nos dejó su receta para una vida con sentido, incluso ante la adversidad. No es poca cosa.
Y es que a veces nos ahogamos en un vaso de agua, nos dejamos atrapar por problemas que, con el tiempo, acaban siendo simples anécdotas. Conviene buscarle la vuelta a las dificultades y potenciar nuestra resiliencia. En los tiempos que corren, necesitamos personas emocionalmente sólidas, estables, con fortaleza. Y eso se adquiere partido a partido.
Me permito compartir contigo algunas ideas que he ido interiorizando y que el otro día salieron a colación en una charla-coloquio en CampusHome.
Quizás, puedan servirnos a todos:
- Si un problema tiene solución, es un reto. Si no la tiene, es un dato. Hay que afrontar los retos para superarlos y contar con los datos para tomar mejores decisiones.
- Ocuparse, más que preocuparse. La preocupación sin acción es un círculo vicioso. Si algo te inquieta, ponte manos a la obra.
- Distancia y perspectiva. Cuando algo nos agobia, conviene tomar aire, alejarnos un poco y preguntarnos: ¿Cómo veré esto dentro de tres años? La mayoría de las veces, la respuesta es: como un episodio menor.
- Mirar al futuro más que al pasado. Harold Macmillan decía que deberíamos usar el pasado como trampolín, no como sofá. No se trata de olvidar, sino de no quedarnos atrapados en lo que ya no puede cambiar.
- Aprender de los fracasos. Benjamin Disraeli lo tenía claro: No hay educación como la que da la adversidad. De lo que nos sale mal, si sabemos aprovecharlo, sacamos las mejores lecciones.
- La perseverancia acaba dando frutos. Michael Jordan lo resumió magistralmente: "He fallado más de 9.000 canastas en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para encestar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito".
- No dramatizar nuestras debilidades. Ni tomarnos demasiado en serio. Decía Tomás Moro: "Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse".
Esto me recuerda a aquel septuagenario que, tras muchos intentos, por fin aprobó el examen de conducir. Conducía fatal, eso sí. Todo el que se cruzaba con él, el que venía de frente o el que iba detrás… le pegaba un bocinazo. Pero él, lleno de optimismo, se decía:" ¡Hay que ver la de gente que me conoce y me saluda!".
Pues eso: necesitamos personas optimistas. Eso sí, que se conduzcan lo mejor posible.
¿Te he sacado una sonrisa? Si es así, me alegro: el humor es imprescindible para la vida. Sonreír es más barato que la electricidad. Y da más luz.