Incluye (te)
No sé si has visto el anuncio del Grupo Social ONCE de este año. Lo puedes encontrar en YouTube, o en internet.
Se titula “La inclusión es imparable”.
Me ha hecho pensar mucho: ¿es imparable o… a veces la podemos parar?
Desgraciadamente, creo que todos podemos constatar que la podemos parar. Eso causa dolor.
Te transcribo la letra del anuncio:
Cuando me das una oportunidad, me haces bien.
Cuando me curas, me haces bien.
Cuando me abrazas, me haces bien.
Cuando me escuchas, cuando me impulsas y cuando me enseñas.
Cuando me emociono, cuando me quieres, cuando me haces reír.
La inclusión de las personas con discapacidad nos hace mejores a todos.
Y ahora, empiezo a preguntar en voz alta:
¿Damos siempre una oportunidad al otro, sea como sea, tenga las capacidades que tenga? ¿O para nosotros las personas valen sólo en función de sus resultados, de lo que sean capaces de hacer, de lo que “tengan” y no de lo que sean?
Deberíamos tener presente que el valor, la dignidad, de cada ser humano depende sólo de que lo sea; más allá de su nacimiento, edad, sexo, raza, capacidades físicas, sensoriales, o psíquicas o de cualesquiera otras condiciones individuales o sociales.
Cuando olvidamos esto, ni hacemos bien al otro, ni nos hacemos el bien a nosotros: deshumanizamos y, entonces, nos deshumanizamos.
Más: ¿Curamos o cuidamos y hacemos bien, y nos hacemos bien? ¿O desechamos lo enfermo, lo que no cuenta con ciertas capacidades, como si por su condición, o por su salud, no mereciera que lo atendiéramos como sí lo hicieron con nosotros al nacer, o cuando atravesamos una enfermedad?
Seguimos: ¿Conoces el poder de un abrazo? ¿Eres consciente de que es uno de los mejores ansiolíticos que existen y de que no tiene efectos secundarios perjudiciales? ¿Te das cuenta de lo difícil que es dar un abrazo sin, simultáneamente, recibir otro?
Seguimos con la letra del anuncio: ¿Escuchamos al otro con atención activa, con empatía, para comprenderle y no (sólo) para responderle? ¿Te gustaría que te escuchasen así, activa y empáticamente? ¿Eres capaz de enseñarlo con tu conducta cotidiana? ¿Eres igualmente capaz de impulsar, de motivar, de apoyar al otro? ¿Eres un trampolín para que quienes están a tu lado lleguen más lejos? ¿O te es indiferente el otro?
¿Estás dispuesto a enseñar, con paciencia, sin prepotencia, con humildad, desde tu ejemplo, sabiendo que “una acción es la mejor lección”?
¿Recuerdas algún maestro que tocó tu corazón, que te dejó una huella profunda? ¿Podrías dejar tú alguna buena semilla en otros, como hicieron contigo? ¿O sólo conjugas el “yo, me, mí, conmigo”?
Y sigo: “Cuando me emociono, cuando me quieres, cuando me haces reír, me haces bien”. ¿Eres capaz de moverte para conmover, eres capaz de tocar el corazón del otro, de sembrar alegría, de mostrar que el otro te importa? ¿Muestras sin rubor tu aprecio, tu afecto, tu cariño, tu amor hacia quienes lo necesitan? ¿Haces bien?
“La inclusión de las personas con discapacidad nos hace mejores a todos", finaliza diciendo el anuncio. Y es verdad. También lo podrías abreviar diciendo: “La inclusión de las personas nos hace mejores a todos”. Hay tarea pendiente.
“Somos desde otros, con otros y para otros”. Y mientras no lo tengamos claro, de principio a fin, ni haremos, ni nos haremos bien.
En estos días en que tantos deseos de felicidad se dan y se reciben, desde este modesto rincón, te pido y te ofrezco, que para ser feliz y hacer felices a los demás repases el anuncio, o este breve texto.
Y vayas siempre con una sonrisa: recuerda que la sonrisa es más barata que la electricidad, y da más luz.