Ante la otra cuesta de enero: hacer poesía de lo cotidiano
Enero siempre llega. ¿Y qué no? Las luces de Navidad se retiran, los villancicos desaparecen y volvemos a la rutina. Con madrugones, horarios y responsabilidades. La famosa cuesta de enero no sólo es económica: también a veces se nos hace cuesta arriba retomar la actividad ordinaria.
Para los residentes de este rincón de CampusHome y los estudiantes en general, enero marca el regreso a los libros y los exámenes. Para los demás, la vuelta supone afrontar tareas cotidianas que parecen haberse multiplicado tras las fiestas. Así que este mes puede percibirse como una cuesta empinada, especialmente tras las prolongadas fiestas. O no.
Enero es, en todo caso, un buen momento para valorar, por contraste, la belleza de lo cotidiano. Los niños vuelven al cole: ¡Bendita rutina!, escucho a algunos. ¿Ves cómo hay opiniones para todos los gustos?
Lo cierto es que la vida está hecha de días normales, que si se miran bien, incluso esconden su dosis de poesía. La rutina tiene fama regular, pero en ella se construyen grandes cosas: relaciones, proyectos y sueños. Nada valioso llega sin esfuerzo; ni la lotería es gratis.
Abrir un libro para estudiar, preparar el desayuno para los tuyos o cumplir con tu trabajo con una sonrisa son gestos que, aunque sencillos, pueden estar llenos de valor. Reconocer eso es clave.
Para los estudiantes, la rutina es un recordatorio de que los logros no se consiguen de golpe, sino partido a partido, con perseverancia. Cada clase, cada hora de estudio, cada pequeño avance son pasos hacia metas más grandes.
En el ámbito laboral ocurre lo mismo. Enero puede parecernos cuesta arriba, pero es una oportunidad para retomar proyectos, marcar nuevos objetivos y valorar la estabilidad de una rutina bien llevada. Tener trabajo empieza a ser un privilegio. Mirémoslo así y, en lugar de temer la cuesta, aprendamos a disfrutarla.
Valoremos lo que nos rodea, por pequeño que sea y hagamos de los problemas retos y de los retos oportunidades. Es en lo cotidiano donde mediremos nuestra verdadera fuerza. Sólo en la perseverancia diaria se fragua una vida lograda.
El año apenas ha comenzado y ya nos abre un abanico de posibilidades. Cada día es una nueva oportunidad para trabajar, aprender y crecer. Mientras subimos la cuesta, recordemos que lo importante no es llegar rápido, sino disfrutar del camino. Apreciar la belleza del paisaje. Y, si se puede, caminar en buena compañía.
El regreso a la rutina, en fin, se convierte en un momento para redescubrir el valor de lo cotidiano, donde el esfuerzo individual y compartido impulsan a cada uno a dar lo mejor. Para que, al final, como dijo Stevenson, no juzguemos cada día por la cosecha que recojamos, sino por las semillas que plantemos.