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De tontos y tonterías De tontos y tonterías

De tontos y tonterías

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Fernando Arnau

Las redes sociales son una fuente inagotable de necedad en las que cada cual suelta la suya a mayor gloria del tonto universal. Porque si en otro tiempo la sandez dicha, lo era en la barra de un bar y como mucho era el camarero y un par de clientes quienes se hacían eco del disparate, ahora cualquier elemento tiene la oportunidad de desatarse en Facebook y no veas el recorrido que puede alcanzar un zopenco con portátil. Y precisamente en el animalismo más radical es donde se prodigan comentarios tan ridículos que asombran. Recojo dos entre muchos por aquello de ejemplificar la cosa.

Dice un paisano que los toreros visten el traje de luces para deslumbrar al toro a la hora de la muerte. Y que por eso se quedan tan quietecitos en la suerte suprema. Cegados. Y lo peor es que los tontos reunidos del mundo se lo creen y le dan al me gusta con tal fruición que a uno se le vuelven los ojos del revés y ahí quedan.  Eso sí, el paisano pide veinte euros por tonto para financiar su ong. Aquí dudo si se trata de un tonto o de un listillo.

Pero la segunda animalada, y nunca mejor dicho, no tiene desperdicio. Seguramente porque de ella se ha hecho eco todo un periódico digital. El titular dice “Un perro evita que su dueña viaje a Wuhan comiéndose su pasaporte”. Hasta ahí todo normal. Lo que ya no es coherente y racional es atribuir al perro dotes adivinatorias sobre lo que unos días después iba a ocurrir en esa clausurada ciudad. Porque el perrito salvó a su dueña de ese viaje peligroso aun sin haberse detectado un solo caso de la enfermedad hasta ese momento. O sea, que el perro supo que su dueña iba a viajar precisamente a Wuham, que allí iba a surgir una semana después el coronavirus y que el pasaporte era completamente necesario para entrar en China. 

Y se lo comió ¡Toma nísperos que vienen de Soria! Eso no es un perro. Es Rappel y la bruja Lola a la vez echando las cartas y poniendo velas negras. Y a partir de ahí miles de comentarios de admiración y alabanza al perrito desde todos los rincones del mundo. Una explosión de júbilo inaudita que hace pensar sobre el futuro al que nos dirigimos. Porque contra eso ni el toreo ni la sana inteligencia pueden luchar. Cuando una idea trasciende la razón y se instala en el campo de la fe no hay posibilidad de combatirla. Se cree y punto. 

Y por eso millones de personas se han creído que el perrito ha salvado la vida de su dueña porque sí, porque los animales tienen un poder sobrenatural que los hace más admirables que el científico humano que está luchando contra el virus. Esa es la triste realidad y contra eso el toreo no tiene nada que hacer. Solo esperar que la estupidez se frene por sí misma porque los tontos no pueden marcar el rumbo del mundo. O sí.