Al paso que vamos, lo de ir a los toros va a ser todo un desafío a la norma social establecida, a esos clichés buenistas y comunes que está imponiendo nuestra modernidad, por cierto atiborrada de todo, y que tienen que ver con un animalismo radical y extremo que antepone los intereses de perritos y mascotas varias a los de la humanidad, dicha la palabra como el conjunto de los seres humanos que pueblan la tierra. Que salga el actor Joaquin Phoenix defendiendo a las vacas en la gala de los Oscar es cuando menos sorprendente. Y que denuncie la explotación a la que se ven abocadas por la extracción de su leche es asombroso. Lo es. Porque en el fondo Phoenix demuestra más sensibilidad y empatía hacia las vacas, sus ternerillos y su leche que hacia los miles de niños que cada día mueren en el mundo porque no disponen de ese alimento para sobrevivir. Y que salga la presentadora Lara Álvarez llorando desconsolada porque va a echar de menos a su perrito en su viaje a Honduras es glorioso. Es divino de la muerte. A sus padres, que se quedan con el perro, que les den… que los eche de menos su tía abuela. Y Phoenix o Álvarez no son más que hijos de este tiempo. Así que con el correr de los años beber leche, comer chuletón o ir a los toros va a ser todo un ejercicio revolucionario contra la moral impuesta para el que va a necesitarse valor. Tanto como esas sufragistas americanas que rompieron moldes y se inventaron el feminismo más romántico y limpio. O lo mismo que los hijos intelectuales de Martin Luther King en su lucha heroica por los derechos civiles de los negros. Fueron contra la norma establecida, contra la opresión de humanos contra humanos. Querían libertad. Y ser taurino, al paso que vamos, supondrá ocultarse en catacumbas romanas, vivir en la clandestinidad de aquellas luchas del proletariado o ser homosexual en el Irán de nuestro tiempo. Y espero que se entienda la hipérbole. Que te escupan al entrar a la plaza no es comparable a que te cuelguen en una plaza pública.
Alguno dirá que lo revolucionario es precisamente lo contrario. Defender a todo bicho viviente excepto al mendigo harapiento que huele mal y es pobre, ese que es humano y que no tiene perrito que le ladre. A ese lo rehuimos porque los valores de nuestra modernidad son más elevados. El animalismo es moda aunque la cosa sea más antigua que el hilo negro. Ahí queda para la historia el Papa abolicionista Pío V o el rey prohibicionista Carlos IV. O el escritor Eugenio Noel y su libro “Pan y Toros”, lectura obligada para cualquier anti que se precie. Pero es moda, es chic, es cool… Quiero acabar con una frase. Es de Martin Luther King. “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. La vaina solo va de libertad.