Si Feijóo durmiera cada noche en La Moncloa y hubiera anunciado medidas para subir los aires acondicionados y bajar la calefacción, la presidenta de Madrid no hubiera rechistado. Nadie la hubiera escuchado a los cinco minutos despotricar contra las medidas. No tengo ninguna duda.
Tampoco tengo ninguna duda de que si Feijóo hubiera tenido que lidiar con la pandemia, hubiéramos escuchado a más de un líder socialista criticando los confinamientos, las mascarillas y cualquier otra medida que se hubiera tomado. Hasta hubiéramos escuchado un mantra tipo “derechismo o libertad”.
Y en eso estamos. La política, especialmente la que se hace desde Madrid, me recuerda cada día más al forofismo futbolero, donde solo importan los colores. El mío siempre lo hace bien y el contrario no hace otra cosa que meter la pata.
Desde que el lunes se anunciaran las medidas para la eficiencia y el ahorro energético, apenas ha habido debate sobre si esas decisiones sirven de algo o son un simple maquillaje. Pero qué más da. Lo importante son los titulares llamativos, las negativas de Ayuso a apagar las luces y el encendido navideño de Vigo. Lo otro sería descender al análisis y eso es una pérdida de tiempo.
Bueno, la verdad es que ha habido alguna excepción. El consejero de Presidencia de Andalucía ha anunciado que se acatará lo que llegue desde Madrid, pero ha planteado una interesante reflexión: que no es lo mismo el sur que el norte y que no es lo mismo vivir a 40 grados de mayo a septiembre que con temperaturas bajo cero de diciembre a marzo. Y tiene toda la razón. Como siempre ocurre en estos casos, se ha hecho tabla rasa, sin entender que este país es muy diferente.
Ya lo vimos durante la pandemia: se encerró a todo el mundo en sus casas y no se tuvo en cuenta que se confinó a gente en pueblos de 50 habitantes, donde lo difícil era cruzarse con alguien por la calle.
Ojalá dedicáramos el mismo tiempo a analizar y estudiar estas cosas que a aplaudir o criticar las mamandurrias de unos políticos que solo buscan titulares y que parecen tener alergia a los debates serios.