La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, se ha visto envuelta esta semana en una agria polémica (en su país, por supuesto, aquí no) porque se ha hecho viral un vídeo en la que se le ve bailando y divirtiéndose con unas amigas. Mira a la cámara y no se esconde.
Marin, de 36 años, que está casada y tiene una hija, ya había sido acusada antes por sus detractores de gustarle demasiado los festivales y de gastar mucho dinero en divertirse. Dicen los de la oposición que eso no da una buena imagen de una primera ministra.
Además, en el vídeo viral se oye la palabra “harina”, así que los contrarios a Sanna Marin le han pedido un test de drogas, no vaya a ser que ese comentario se refiriera a la cocaína. Ella ha dicho que encantada de la vida, que no tiene ningún problema y que no consume drogas.
La verdad es que a estas alturas, cuando ya estamos curados de espanto de casi todo, me sorprende que se siga utilizando la vida estrictamente personal de los políticos para atizarles, desgastarles y desprestigiarles. Lo único que ha hecho Marin es tomarse dos copas (o más, o menos, no tengo ni idea) y bailar y cantar con unos amigos, dejándose grabar porque no hace nada malo. Porque divertirse y disfrutar del tiempo libre no es ningún delito.
No usó las dependencias del Gobierno, ni montó saraos durante los confinamientos del covid y, hasta donde yo he sabido, tampoco usó medios públicos para su entrenimiento personal, como han hecho otros.
Que los responsables públicos tienen vida privada es obvio y que pueden hacer lo que les de la gana, siempre dentro de la ley, también. Y mientras lo hagan, siempre habrá tristes y mojigatos que saldrán a criticarlo, porque consideran que un servidor público debe ser de color gris.
Prefiero mil veces políticos que se muestran sin dobleces a otros a los que no vemos, pero que a escondidas hacen cosas que sí son reprochables. Y tenemos muchos ejemplos.
Marin, de 36 años, que está casada y tiene una hija, ya había sido acusada antes por sus detractores de gustarle demasiado los festivales y de gastar mucho dinero en divertirse. Dicen los de la oposición que eso no da una buena imagen de una primera ministra.
Además, en el vídeo viral se oye la palabra “harina”, así que los contrarios a Sanna Marin le han pedido un test de drogas, no vaya a ser que ese comentario se refiriera a la cocaína. Ella ha dicho que encantada de la vida, que no tiene ningún problema y que no consume drogas.
La verdad es que a estas alturas, cuando ya estamos curados de espanto de casi todo, me sorprende que se siga utilizando la vida estrictamente personal de los políticos para atizarles, desgastarles y desprestigiarles. Lo único que ha hecho Marin es tomarse dos copas (o más, o menos, no tengo ni idea) y bailar y cantar con unos amigos, dejándose grabar porque no hace nada malo. Porque divertirse y disfrutar del tiempo libre no es ningún delito.
No usó las dependencias del Gobierno, ni montó saraos durante los confinamientos del covid y, hasta donde yo he sabido, tampoco usó medios públicos para su entrenimiento personal, como han hecho otros.
Que los responsables públicos tienen vida privada es obvio y que pueden hacer lo que les de la gana, siempre dentro de la ley, también. Y mientras lo hagan, siempre habrá tristes y mojigatos que saldrán a criticarlo, porque consideran que un servidor público debe ser de color gris.
Prefiero mil veces políticos que se muestran sin dobleces a otros a los que no vemos, pero que a escondidas hacen cosas que sí son reprochables. Y tenemos muchos ejemplos.