El planeta respira. Se alimenta. Crece. Hay movimientos. Palpitar. Sensualidad. Pasión. Existencia. Los cuerpos se fusionan. Se aproximan. Doblan sus rodillas. Flexionan sus torsos hacia adelante. Al unísono extienden sus brazos. Palmas hacia arriba. ¿Amore? Amore.
Sus rostros expresan una emoción de amor. Estoy aquí. He venido en bici, pedaleando deprisa, deprisa, casi una hora ilusionada con estar aquí. Deprisa, deprisa (Saura). Necesitaba venir. Trabajo en La Maleza, donde cada día piso la tierra. Amo a los animales. Es mi pasión de vida.
De pie. Los cuerpos se separan. Firmes. Con fuerza. En dos se juntan. Ruedan en círculo. Se separan. Se agitan. Un cuerpo se vincula a otro. Otro a otro. Bajan las manos y las apoyan sobre sus piernas. Elevan las manos. Se sujetan los rostros. Aletean con ellas. Picasso pintaba palomas. Coral mira, observa, siente la presencia de alguien.
‒¿Puedo pasar? ‒le pregunta un niño.
Vivo en Tramacastilla, a unos 15 kilómetros de aquí. Vivo con un centenar de vecinos que no quieren abandonar sus raíces. Yo, tampoco. Mi padre nació allí. Pero ahora tiene ELA avanzado y no puede venir. No hay hospital allí.
Suena el piano. Levemente sus cuerpos se estremecen. Avanzan todos hacia adelante. Se giran de lado. Suben los brazos. Sus rostros quedan entre sus brazos. Labios. Ojos. bocas. Se mueven expresando distintas emociones. Suena A Flower is Not a Flower.
Ah, mi nombre es Coral, en honor al mar. Chicos en la Playa me encanta, como a Sorolla me gusta la playa y esa luz. Tengo grabada la tierra, el agua, la luz. Somos esencia.
Se estiran. Se elevan. Se agachan. Forman olas. Se agachan. Se elevan. Descalzos. Golpean el suelo. ¡Cuánta flexibilidad! Hacia adelante. Hacia atrás. Forman la cresta de una ola. Pantalón marrón claro. Camiseta azul pastel. El mar. El piano. En sus rostros: sorpresa, opresión, tranquilidad. Mar en calma. Vueltas en círculo. Forman un nudo. Deshacen el nudo.
Doy de comer a los animales. La Maleza es un centro de recuperación de fauna. Es un lugar ideal, con senderos, barrancos, rocas y bosques. Los animales están en semilibertad. Tenemos lobos, burros, cabras, gamos, ovejas, gallinas, zorros, hurones y hasta ciervos. A mediodía he dado de comer a los lobos. Son inofensivos. Puedes creerte que tienen miedo.
Miedo. Terror. Los bailarines y bailarinas se desplazan. Doblan sus cuerpos. En cuclillas apoyan sus manos en el suelo del escenario. Bajan sus rostros. Mirada hacia abajo. Al fondo, sobre negro, aparecen luces. Animales, caras, fauces, patas, árboles, naturaleza. Parecen telas. Rotas. Como lienzos de colores con cabezas de animales. Pintura figurativa: Modelo para Armar (Ariel Calderón). Brazos estirados. Se miran. Se levantan. Se abrazan. Se arrodillan. Dedos estiran bocas. Lamento. Pánico en la mirada.
Esta mañana al ver a un ciervo he pensado en el poema: El Ciervo: Herido. / Naturaleza / brama. Yace. / Su cornamenta / se dobla y se / derrumba poco a / poco. La mano del hombre / le clava la flecha, / desenfunda la / espada de / su hueco. / Exterminio: “Grietas en destrucción” /. En contraposición recuerdo las palabras de Susan Sontag Qué cosa tan deliciosa es algo vivo. Esta coreografía, la música, la luz, me absorbe en una atmósfera indescriptible. Absorbe mis sentidos. El piano resuena en mi mente y deja pasar las sensaciones de la tierra. Cierro los ojos y siento. Estiro los dedos y capto pétalos. Respiro el aire. A círculos floto. Mis pies se balancean. Sobre cuchillas de patines de hielo, danzo. Arqueo la espalda hacia atrás. Doy vueltas. Doy vueltas. Danzo. Danzo. Abro los ojos. elevo mis párpados. Estoy sentada. Miro hacia adelante. Soy una espectadora más. Ryuichi Sakamoto sigue sonando, tierno y eterno.
Energy Flow en el escenario. Cuerpos en el suelo. A un lado un bailarín y una bailarina estiran sus brazos. Los elevan. Bajan. Suben. Bajan. Los cuerpos del suelo se desperezan. Se van levantando. La pareja se desplaza hacia el centro. Se sitúa. Los otros la rodean y flexionan sus cuerpos. Estiran sus brazos y sus dedos. Señalan hacia los corazones de la pareja con expresión tranquila y esbozando en sus rostros una enigmática mirada. Aplausos. ¡Aplausos! ¡¡¡APLAUSOS!!!
‒¿Me permite salir? ‒pregunta un adulto seguido por el niño comiendo una bonita piruleta.
Vaya zapatos que lleva este hombre, pienso que no son adecuados para vivir en el campo, yo llevo zapatillas. ¡Qué representación tan fantástica! Cuánto me ha gustado. Me guardaré el ticket.
Coral, feliz, saca el ticket de su bolsillo, abre la mochila, coge la cartera y lee C.DANSA (Compañía de Danza Contemporánea). Abre la cartera. Pone el ticket dentro y cierra la cartera y la mochila. Los espectadores han ido abandonando sus asientos. Apenas queda gente. De repente una voz suena por los altavoces del recinto.
‒El niño Raúl Ortiz Luengo ha desaparecido.
Coral mira a su alrededor. No ve a ningún niño. Una mueca de tristeza aparece en su rostro. Piensa que por qué ha pasado. Parece un secuestro. Quién ha podido hacerlo. Da un paso. Mira hacia el suelo. Incertidumbre. Sube la mirada.
Voy a por la bici. La representación ha terminado. Está empezando a oscurecer. Tengo que volver.
Coral camina por unas callejas hasta que localiza la bici. Monta y sale de Albarracín para adentrarse en la carretera hacia Tramacastilla. En el minuto 13 un coche golpea la bici. Coral pierde el equilibrio. Cae. 4 chicos jóvenes salen del coche.
* Participa en 24 certámenes literarios, tiene 28 publicaciones individuales y colabora en otras tantas colectivas. En 2019, con Las pieles y su instinto queda finalista en poesía en los Premios de la Crítica Valenciana, asimismo en 2022 en el premio aragonés Imán sale finalista por su trayectoria. Recientemente ha participado como miembro del jurado en el VIII Certamen-maratón de microrrelatos CLAVE. En su último libro Voz de mujer le hace un homenaje a la mujer rural aragonesa.