Intentaba no escuchar y no mirar, pero no lo conseguía, parecía que necesitaba odiarlo más, hasta que la sensación de repugnancia le resultaba casi insoportable, asfixiante y notaba que llegaba una naúsea, y esa boca moviéndose y ese ruido al masticar, y esos dientes y la saliva en la comisura de los labios y ese ruido, ese asqueroso ruido al masticar…lo odiaba, lo temía , su vida era una desesperación silenciosa, luego miraba a sus hijas, que respiraban bajito para no alterar al monstruo, para que la bestia no les hiciera daño ese día, y sabía que debía hacer algo, pero el miedo se le había agarrado al estómago, había invadido sus huesos, ella era miedo…y no se sentía capaz de hacer nada…y cuando reconocía que no era capaz de hacer nada, confirmaba en su interior que ella era nada…nada.
Ella quería seguir estudiando, tal vez enfermería, o magisterio, se había informado bien sobre las posibilidades, había becas, la pensión de viudedad de su madre era exigua y había tres hermanos más, ese verano tenía que pensar bien en cómo enfocar el siguiente año, y fue en estas circunstancias cuando Adolfo se cruzó en su vida.