Síguenos
Estado alarmante: el coronavirus destapa nuestras mayores vergüenzas Estado alarmante: el coronavirus destapa nuestras mayores vergüenzas

Estado alarmante: el coronavirus destapa nuestras mayores vergüenzas

banner click 236 banner 236
Francisco Herrero

Lunes, 9 de marzo. El rumor

Ya está aquí. El coronavirus, en Teruel. ¡Qué digo, en Teruel! ¡En Monreal! Lo dice un grupo de Whatsapp. Lo dice una vecina que tiene una amiga en la residencia. Corre de boca en boca. El rumor se transmite mucho más rápido que lo que cuesta el contagio de la enfermedad. No hay confirmación oficial y resulta que ya hay restricciones de movimientos o de visitas en toda la comarca del Jiloca. Lo dice un grupo de Whatsapp. Lo dice una vecina que tiene una amiga en la residencia. Corre de boca en boca.

Soy el primero que defiende el modo de vida del medio rural pero, por una vez, desearía estar ahora entre la masa anónima de la ciudad. Los chismes vuelan en los pueblos y, como un teléfono escacharrado, se amplifican en la búsqueda de dramatismo. ¡Ya querrían los programas matinales de la televisión tener la imaginación que habita en las mentes pueblerinas!

Martes, 10 de marzo. Las Fallas

Drama. Ximo Puig anuncia el aplazamiento de las Fallas y la Magdalena. La situación es insostenible y las presiones para cancelar cualquier evento que implique aglomeraciones masivas son insoportables. Valencia lleva diez días de fiesta y algunas figuras ya han salido a la calle. Hay comisiones importantes que tienen el trabajo muy avanzado. Y, a pesar de todo, se suspenden los actos. Ayer mismo Juan Espadas, alcalde de Sevilla, declaraba: “La Semana Santa y la Feria no peligran y lo digo con contundencia porque estoy convencido de ello”. Luego matizaba que eso es lo que piensa en estos momentos, pero a saber qué pasa en quince días. Pues ya se lo digo yo, señor Espadas: suprima ya la celebración religiosa popular, si no quiere que el asunto le cueste más votos de los necesarios.

El debate en algunos círculos está en la conveniencia o no de permitir fiestas, manifestaciones y episodios tumultuosos. Si se aprueban, mal. Si se suspenden, mal. Todo mal. El alcalde de Valencia, Joan Ribó, seguro que ha perdido ya algún apoyo.

Miércoles, 11 de marzo. El teletrabajo

Se generaliza el teletrabajo. Eso es lo que anuncian los medios. Quienes habitamos en pueblos y somos habituales de cualquier foro sobre la España holgada, estamos felices. Por fin la población general, la empresa privada, la Administración, comprenderá que se puede trabajar desde casa de la misma manera que en una oficina atestada. Solo hace falta una conexión suficiente y constante a la red, que ya existe en muchos lugares de la geografía española.

Hay gente que ha visto las orejas al lobo. La empresa les ha propuesto, u obligado, a montarse el despacho en casa y la idea no les gusta en absoluto. Primero, porque las interrupciones familiares suelen ser mucho más incómodas que las manías del compañero de un par de puestos más allá. Y segundo, porque la luz, la calefacción y los cafés de la máquina de cápsulas cuestan perricas, que no paga la empresa.

Excusas. El caso es que nadie quiere volverse al pueblo para teletrabajar. El compromiso de acudir cada mañana a la oficina es, en el fondo, la coartada perfecta para seguir disfrutando de la vida urbana.

Jueves, 12 de marzo. El entretenimiento

El mayor sitio de internet dedicado a la pornografía ha decidido abrir la sección de pago a toda Italia para sobrellevar mejor el confinamiento en el hogar. La pantalla es un buen sustituto, si es obligatorio evitar el contacto físico al máximo.

En España, Movistar ha anunciado que pone a disposición de toda la población una parte de la oferta de televisión a la carta. Me ha parecido leer que sobre todo canales dedicados al público infantil. Espero que el gigante de la pornografía haga una propuesta similar a la italiana para España. Hay que entretener a la muchachada, pero un talludito como yo tiene otras necesidades.

Los medios de comunicación nos están haciendo a la idea de que vamos a pasar mucho rato entre cuatro paredes. Y la única solución, al parecer, es quedarse frente a una pantalla. Nada de bricolaje, nada de leer las decenas de libros del Círculo de Lectores que tenías la obligación de comprar y que ni hojeaste, nada de limpiar a fondo esos rincones de casa que siempre quedan para más adelante. El entretenimiento ya es solo digital. Redes sociales y vídeos en línea.

Viernes, 13 de marzo. La huida

Escribía hace un par de semanas que el coronavirus va a ser la clave para acabar con la despoblación porque la gente va a huir de la ciudad y buscará refugio en las segundas residencias de los pueblos. Error. Ahora resulta que somos la gente de pueblo quienes queremos urbanitas solo durante las fiestas de agosto. La multitud de la ciudad solo trae enfermedades y el sistema sanitario es muy precario. Y, claro, somos mucha gente envejecida, principal grupo de riesgo.

La hospitalidad del mundo rural tiene fama. Y también la candidez pueblerina. Pero todo tiene un límite. Si la costa murciana, zona libre de coronavirus, se ha cerrado para evitar la migración madrileña, en Aguatón o la sierra de Albarracín estamos a punto de tapiar los túneles de acceso. Porque, claro, no esperamos que sean unas autoridades saturadas quienes procedan.

Sábado, 14 de marzo. La cancelación

Tenía una reserva para los apartamentos, pero canceló ayer por la mañana. El mundo está paralizado. Y no sabemos cuánto va a durar. Escucho que los Juegos Olímpicos de Tokio no se cancelan. Queda mucho para el verano.

La antorcha olímpica ha prendido esta semana en Grecia. El acto fue a puerta cerrada y no se anima al público a salir para alentar la comitiva de fuego. A pesar de todo, Grecia se vuelca con los relevos y se echa a las calles como si Europa fuera a intervenir la economía local. Las autoridades, claro, han detenido la carrera colaborativa. Y a este paso, la llama no llega a Japón ni para navidades.

Domingo, 15 de marzo. La elite

Hablaba hace unos días del entretenimiento digital. Los hogares abonados a Netflix están de enhorabuena, porque disfrutan desde hace nada de la tercera temporada de Elite, una serie ambientada en un colegio pijo de la sierra madrileña.

¡Qué tiempos los de Al salir de clase! Los papeles adolescentes estaban representados por un elenco que estaba más cerca de la treintena que de la veintena. Ahora pasa al contrario. El cuadro actoral es casi adolescente, pero el temperamento de los papeles parece más cercano a personas en edad adulta. Bien adulta. Creo yo.

Drogas a porrillo, alcohol en vena, autonomía personal extrema, relaciones sadomasoquistas, aburrimiento en la cama, tríos… lo normal entre la población adolescente, en apariencia. ¿O no? La creatividad adulta es, a veces, demasiado fantasiosa. Entiendo que la gente se espabila cada vez más pronto, pero hay términos que estoy seguro que solo están en alguna ilusión calenturienta.

La imagen de la semana / El confinamiento

Vivimos ya en estado de alarma. La libertad de movimiento se ha limitado. Cada cual a su casa. Como los muñecos de las Fallas, encerrados tras unas vallas de plástico. Empaquetados y a la espera de volver al almacén. Esto tiene inconvenientes, como las mismas Fallas. Vas en bicicleta y una comisión ha ocupado el carril ciclista. Te aguantas. Vas en coche y una comisión ha cerrado un cruce de calles. Te aguantas. Vas en autobús y descubres que lo han desviado bien lejos de tu destino. Te aguantas. Lo vamos a pasar mal. Sin embargo, a diferencia de las Fallas, donde de antemano se sabe que todo arderá el día de San José, en esto del coronavirus no hay fecha final. Estamos entrando en una dimensión desconocida.