Lunes, 29 de julio. Conversación avanzada
Alguien a quien tengo en muy buena consideración me preguntó en la última fiesta de La Vaquiilla sobre qué libro era el último que había leído. Sí. Entre el vino de la fiesta de la capital también se pueden tener conversaciones de nivel avanzado. Me eché a pensar y a duras penas recordé el último rato que me senté a disfrutar con algo de literatura. Tuve que confesar que antes leía bastante, pero que llevo una racha larga en la que veo los libros en la estantería y solo me da por pensar si alguien ojea, al menos, esta burbuja de autores y autoras en la que vivimos.
Así que he decidido acabar con mi podredumbre cultural y comenzar a liquidar algunos de esos libros que he ido acumulando y que incluso han merecido una brevísima reseña en este Diario de Campo. En la última Fira del Llibre de Valencia me hice con el Casada i callada de Emma Zafón. El relato cuenta la historia de una modesta mujer de pueblo que vivió su juventud durante la transición democrática, la asfixia que le supuso el poso social en el que se crió y la gran mentira que le esperaba como adulta. La narración es cruda. Muy cruda. Emma es polémica por las descripciones crueles que hace sobre el estilo de vida actual en los pueblos. Parecería que no se ha avanzado mucho. Pero no puedo darle la razón. Sin negar la existencia de círculos rurales donde se sigue viviendo bajo el yugo de una moralidad desfasada y unos chismes omnipresentes, se puede vivir como quieras. Siempre y cuando tengas buenas espaldas, claro. Como Paquita, la amiga divorciada de la protagonista y que se echa a convivir en el pueblo con la directora de la Rural, alrededor de 1990. Para hacerse compañía. ¿Estaré dándole la razón?
Martes, 30 de julio. Mantras
Sigo en pueblos de la Comunidad Valenciana, aunque ahora en uno imaginario del interior de la provincia de Valencia. El libro que he enganchado hoy es El boxeador de Alfons Cervera, que adquirí en la librería Arribada Llibres de Valencia durante la presentación del mismo a cargo del autor en conversación con José Martínez Rubio. El libro narra algunas pequeñas historias de Los Yesares provocadas por la represión franquista y que han sido condenadas al olvido bajo dos mantras fingidos, como se lee en el volumen: “Qué mentira es ésa que una guerra no la gana nadie. O esa otra que asegura cínicamente que todos la perdieron”. Es importante señalar a quienes insisten en la difusión de ambas ideas y recordar a las almas cándidas que las repiten como loros, sin cuestionarlas, que son poco más que memes al servicio de la desvergüenza.
Alfons se preocupa por la fragilidad de la memoria y por la veracidad del relato. La literatura es muy dada a fantasear más de lo debido y revestirlo de certeza. Por suerte existen los archivos. Aunque, bueno, quien posee el archivo tiene el poder de la memoria. ¿Será por eso que Salamanca, la Junta de Castilla y León, el Partido Popular o, incluso, Felipe González en 1989 se negaron a devolver a la Generalitat de Catalunya la documentación incautada por Franco durante la posguerra?
Miércoles, 31 de julio. Los asquerosos
Hoy he agarrado la obra maestra de la literatura rural contemporánea: Los asquerosos, de Santiago Lorenzo. Escrita en 2018, la compré en un cortinglés cuando el autor ya había escrito la siguiente novela, Tostonazo. Me engañaron con un supuesto descuento en un día de las bibliotecas, o algo así. La podía haber comprado por el mismo precio en cualquier librería que tenga el -5% permanente. Manuel, el protagonista de Los asquerosos, vive sin ninguna compañía en uno de esos páramos de la España Vacía y no necesita adquirir libros. Se conforma con una vieja colección de clásicos Austral, de aquellos que nos hacían leer en BUP. En la España rural, hoy, dilapidamos recursos comprando libros. Sin talento.
Manuel está bien tranquilo durante casi un año en un pueblo abandonado hasta que llegan, pared con pared, la Joaqui y sus domingueros. Con la llegada del vecindario, el silencio desaparece, la tontería emerge y el fingimiento florece. Eso, Manuel, no lo soporta. Lo mismo sucederá en cualquiera de los pueblos de Teruel a partir de mañana. Y con el imperativo de cantar aquello de “americanos, os recibimos con alegría”. En uno de los relatos breves de El boxeador, el protagonista descubría un día que, en la posguerra, los veraneantes no hacían sus necesidades en excusados de plata y que eran más pobres que una rata. Hoy lo sabemos de serie, pero hay que aparentar.
Jueves, 1 de agosto. El espía
He evitado durante tres días informarme de la actualidad y me encuentro hoy con una noticia de pulpillo del Sálvame: Polonia ha liberado a Pablo González, preso desde hace más de dos años por su presunta vinculación con los servicios secretos rusos. Ha habido un intercambio de gente retenida por Rusia y los países de la OTAN y Pablo ha sido uno de los elegidos por Vladimir Putin. Pablo ya va camino de Moscú. La cosa va aclarándose y se entiende por qué España hizo poco o nada por su ciudadano. Se nos decía que Pablo era un periodista simple de la Sexta, a pesar de que Polonia lo acusara de espionaje. Y ahora es moneda de cambio en un puente de Glienicke virtual. Nos manejan como quieren.
Viernes, 2 de agosto. No entender nada
Esquerra Republicana ha dicho sí a Salvador Illa y al proyecto de nueva financiación de la autonomía catalana, del cual sabemos entre poco y nada. El Partido Popular ha puesto el grito en el cielo. Y los barones más ignorantes del PSOE también. Caris, ni entendéis qué tiene que ser España ni habéis entendido nada de lo que ha sucedido en los últimos veinte años. La cuestión catalana siempre ha ido de perricas. Lo de Espanya ens roba tiene más años que el hilo negro y lo de la independencia solo fue un giro de tuerca que la pasó de rosca.
La sanidad pública catalana de los noventa ya daba un poco de pena. Y lo cuento como usuario. Ahora no quiero ni pensar cómo estará. Tras 46 años de democracia, además, igual se han cansado de estar pagando la fiesta de las comunidades que, amparándose en la opacidad del chorro de la solidaridad durante casi medio siglo, siguen sin saber convertirse en atractivas para el desarrollo económico y demográfico. Y eso que cuentan con una sanidad y una educación públicas con mayores recursos que las catalanas. Apelar a que, sin una caja común, se cerrarán consultorios en la España Vaciada es admitir la penosa gestión que estáis haciendo de los recursos.
Sábado, 3 de agosto. El sermón
Nos ha visitado el obispo José Antonio Satué. Me ha gustado mucho mucho el sermón que nos ha ofrecido durante la eucaristía. Nos ha dicho que hay gente con hambre de reconocimiento, de poder, de diversión o de placer. Y que necesitamos alimentar ese hambre mejor para dejar el corazón más lleno. Su propuesta de leer vidas de santos no me ha acabado de convencer, pero tiene más razón que un santo cuando solo he podido darle la mano y decirle “encantado” entre tanta gente con hambre.
Domingo, 4 de agosto. Jamón, jamón
La Rosarillo se dio a conocer para el gran público con la mítica Mi gato y con el flamenquito pop Sabor sabor. Allí, la piel sabía a rojo melocotón, a la canela en flor y a mermelada de miel de abejas. Hoy, como las patatas de bolsa sabor jamón, la piel sabe a paraguayo de colores chillones, ambientador de flores blancas y mieles procedentes de países no UE. Por suerte, la Unión Europea va a prohibir los saborizantes de las papas con sabor jamón. Voy a escribir una petición al Parlamento Europeo para que prohiba lo de las flores blancas.
La imagen de la semana: ‘Tutti frutti’
El cultureta no tiene tiempo en el pueblo para ilustrarse, así que tiene que irse de vacaciones a la ciudad para encontrar el tiempo. Lo que pasa es que el cultureta sigue pirrándose por la comunicación y la imagen corporativa y ve un despropósito en este escaparate de ciudad. Al final, el cutrerío vive en todas partes.