Síguenos
Sentir el latido de la Tierra Sentir el latido de la Tierra

Sentir el latido de la Tierra

Juan Cañada

El año pasado tuve la suerte de colaborar con Ismael Martínez, un afamado y prestigioso fotoperiodista español establecido en Nairobi, Kenia. Está a punto de defender su tesis doctoral y me planteó varias dudas que le surgieron sobre aspectos técnicos y compositivos relacionados con la fotografía. Investiga el trabajo que realizó Mohamed Amin en una pequeña comunidad en el lago Turkana. Se trata de un reportero gráfico que reflejó con sus cámaras de fotos y video, la esencia de las tribus y comunidades más olvidadas de Kenia. Se hizo famoso por el reportaje periodístico realizado durante la hambruna etíope de 1984, gracias al cual se movilizó medio mundo para paliar las consecuencias de la sequía.

Un domingo quedé con Ismael para dar un paseo por el Karuna Forest de Nairobi. Se trata de uno de los parques urbanos más grandes del mundo con más de 1.000 hectáreas de superficie. Tras una deliciosa comida en el restaurante del parque, decidimos dar un paseo de varios kilómetros por los senderos señalizados.

Antes de la independencia de Kenia Karuna Forest fue el escondrijo favorito de los independentistas del Mau Mau. Los ingleses poco podían hacer en esa jungla repleta de cuevas, animales salvajes y trampas. Las armas artesanales fabricadas por los independentistas con tubos, alambres y madera toscamente labrada, podían ser fatídicas para los ingleses, y también para los rebeldes, ya que en ocasiones les explotaba en las manos.

Pero de lo que quería escribir es de la impresión que me dio ver a dos excursionistas caminar delante de nosotros con los zapatos en las manos. En África andar con los pies desnudos sobre el suelo suele ser normal, ante todo en las aldeas. Sin embargo estos excursionistas lo hacían para volver a notar la arena y piedras en sus pieles, en sus almas. Para muchos la Tierra les habla mediante el contacto directo con ella, como si de una caricia se tratara, notar el rigor y dulzura de los caminos les produce una sensación de paz, de comunicación con el lugar en el que han nacido, y al que volverán cuando los años o la enfermedad les lleguen.

Reconozco que verlos caminar así me causó un poco de envidia. Se hacía tarde y comenzaba a atardecer. Ismael temía que nos demoráramos en regresar cada uno a su casa, por lo que no nos pudimos tomar la licencia de descalzarnos y seguir el ejemplo de nuestros amigos. Yo también tenía ganas de que la Tierra me hablara y me dijera lo mucho que sufre por el poco cuidado que le prestamos, aunque en ese diálogo me hubiera gustado decirle que en las hambrunas de Etiopía de 1984 murieron muchos inocentes, demasiados, aunque seguro que la culpa también sea nuestra.