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Multiplicar Multiplicar
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Juan Cañada

Todavía recuerdo cómo, siendo niño, las señoritas Navarrete nos insistían en que teníamos que aprendernos de memoria las tablas de multiplicar. Usábamos una melodía que servía para reforzar su aprendizaje, seguro que los de mi generación la recuerdan. Al principio no se requería mucho esfuerzo, la tabla del uno era sencilla, la del dos también, no había más que sumar un número por sí mismo. Con la del tres se complicaba un poquitín, y la del nueve ya era como alcanzar un pico del Pirineo.

Cuando comencé a colaborar en varios colegios de Nairobi tenía curiosidad por los métodos que usan para enseñar matemáticas. Si se les preguntaba cuánto es siete por dos, salía un niño a la pizarra y comenzaba a dibujar siete redondeles en dos líneas horizontales. Una vez terminado de dibujarlos comenzaban a contar cada uno de ellos. Parece interesante para entender qué es multiplicar, pero poco práctico si se trata de hacer operaciones más complejas o dar una contestación rápida a un problema.

Con frecuencia me he preguntados si estos chicos, cuando terminen sus estudios de primaria, serán capaces de hacer operaciones matemáticas como multiplicaciones de varias cifras, divisiones, raíces cuadradas… También tengo dudas si llegarán a leer con cierta soltura un texto, ya en swahili o en inglés. Y remato mi incredulidad si se les confía un trabajo de cierta responsabilidad en una fábrica o taller. ¿Serán capaces de leer un folleto que explique el funcionamiento de una máquina, o el tiempo de siembra de unas semillas?

Se fortalece en mí la idea de que el progreso de los pueblos comienza con la educación integral y de calidad de los niños, en la que se incluya una formación en valores explicada con el ejemplo y la palabra. Descubrir no sólo las matemáticas, también qué es la solidaridad, el trabajo bien hecho, el orden, la amistad, la fidelidad a los compromisos dados, el servicio a los más necesitados… En fin, pienso en los niños que he conocido en África y se afianza la idea, que en realidad es un mandato, de seguir colaborando y trabajando por los olvidados del continente que me ha robado el alma y ha enamorado mi corazón. Pretender incorporar a estos proyectos personas jóvenes, dispuestas a colaborar en proyectos que sirvan para que los países más pobres no lo sean tanto, es un reto que me planteo para este recién estrenado 2025.