Síguenos
Kaoru Takayanagi y el sueño de Altamira Kaoru Takayanagi y el sueño de Altamira

Kaoru Takayanagi y el sueño de Altamira

banner click 236 banner 236
Juan Cañada

Hace no sé cuántos años, tras salir de la Catedral de Santander, me encontré con un japonés contemplando el claustro. Charlamos un rato mientras caminábamos hacia la calle Calvo Sotelo. Me habló del sueño que tuvo siendo niño durante una clase de historia de la humanidad.

Se quedó perplejo al ver en su libro de texto la fotografía de las pinturas de bisontes de las cuevas de Altamira. Aun siendo muy joven se hizo la promesa de que, cuando fuera mayor, iría a visitarlas.

Sabía que un hermoso sueño, para que se cumpla, tenía que estar amparado por el trabajo y el esfuerzo. Me contó este amigo que pidió a sus padres estudiar español y comenzó a ahorrar para financiar el viaje. Pasadas casi dos décadas, se matriculó en un curso de español avanzado en la Universidad de Salamanca y aprovechó unos días previos para encontrarse con los bisontes soñados desde su infancia. Se despidió de mí con una respetuosa y larga inclinación de cabeza.

En el último viaje que he hecho a Santander me he dado cuenta de que los árboles que hay en el lugar en el que charlamos amigablemente, son de una especie muy querida en Japón, los Ginkgo Biloba. El más famoso del mundo es el que sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima. En Teruel lo podemos ver en algunos parques y en varias calles. También están presentes sus hojas en la decoración modernista de la ciudad gracias al arte de la forja de Matías Abad.

Esto me ha hecho recordar que hay amistades, aunque hayan parecido efímeras, que sobreviven gracias al recuerdo y a los sueños que se hacen realidad, aunque sean los de otros y se despidan con una respetuosa y larga inclinación de cabeza.