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Gracias Gracias
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Juan Cañada
Hace pocos días se celebró un homenaje a las señoritas Navarrete, recordando el trabajo y dedicación que realizaron en el Colegio Santa Ana de Teruel durante casi cuatro décadas. En este acto colaboraron antiguos alumnos relatando anécdotas e historias de las que no se olvidan, aunque haya pasado más de medio siglo. 

Me pidieron que hiciera de presentador del acto, todo un honor para mí, aun habiendo periodistas con más experiencias en este tipo de eventos. Comencé hablando de una de las palabras más bonitas que tenemos en español. 

Expliqué que en otros idiomas la que usan para decir lo mismo tiene una sonoridad muy fuerte. En nuestra lengua, sin embargo, posee una musicalidad especial, es atractiva y elegante. 

Generalmente quien la recibe corresponde con una sonrisa, una mirada afectuosa, un gesto amable. Me refiero a la palabra “Gracias”. Sin duda es uno de los términos de nuestro diccionario más hermoso y uno de los menos usados en el día a día.

Tal vez alguien piense que agradecer denota falta de carácter, debilidad o inferioridad. Todo lo contrario, agradecer es decir que aprecias el esfuerzo de alguien al hacer un trabajo o servicio, un favor, o simplemente sea una muestra de civismo ante una acción de cortesía y amabilidad. 

Decir “Gracias” es además una manera de mostrar que esa persona es importante, que se valora su dedicación y actitud, su empeño. 

Si le añadimos el nombre de la persona que recibe ese “Gracias”, la repercusión puede ser tremenda. 

Hagan la prueba cuando compren en el supermercado, en la carnicería o en la panadería. Tras pagarle digan a la persona que les ha atendido: “Gracias Ángela”, “Gracias Jorge” o como se llamen. Verán cómo les cambia la cara. 

Esto son vitaminas para el alma, para quienes las reciben, pero también para quienes las dan.

Cuando uno recuerda su infancia, le vienen a la cabeza las escenas del colegio, de los compañeros, de los momentos familiares tan entrañables en los que el alma de niño se enfrenta con la del hombre maduro. 

También llegan a la memoria aquellas ocasiones en las que, tras recibir un caramelo o un gesto de aprecio, los padres te animaban a dar las gracias: ¿Qué se dice? 

Así que ahora, después de más de 50 años escribo con emoción: Gracias señoritas Gregoria, Emiliana y Mari. Gracias.