Desde que el fútbol ofreció sus primeros pasos a finales del siglo XIX y comienzos del XX encontrar un terreno lo suficientemente grande para que veintidós personas persigan un balón con mayor o menor acierto se convirtió en uno de los retos fundamentales para poder practicar este deporte. La capital turolense tampoco fue ajena a estos problemas cuando los jóvenes de la ciudad se fueron aproximando a esta practica deportiva. Tras deambular por varias zonas de la capital a mediados de 1.934 se habilitó una parcela en el Ensanche que desde ese momento se convirtió en el terreno de juego habitual para los principales clubes.
Durante el primer tercio del siglo XX en la ciudad se ubicaron varios espacios más o menos acondicionados a poder acoger partidos de fútbol. Lugares como Los Llanos de San Cristóbal, donde se albergó el primer partido formal del que se tienen noticias, las Ollerías del barrio de San Julián, La Tahona o los Arreñales se convirtieron en algunos de los escenarios elegidos para acoger partidos o campeonatos locales y comarcales.
Sin embargo, ya en mayo de 1.930 se tienen noticias de que un grupo de jóvenes que pertenecían al Juventud Católica empezaron a plantearse la posibilidad de construir un nuevo terreno de juego que ofreciera unas mejores condiciones. Para ello se planteó la posibilidad de acondicionar una parcela por la zona del Ensanche, que en aquella época vivía su primera expansión. En aquella instalación dos meses después ya se disputó un primer partido.